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La Cartuja de Valldemossa, el lugar que inspiró a Chopin y Rubén Darío

cartoixa o cartuja de Valldemossa

Lejos de las calas de ensueño y de los complejos hoteleros repletos de balcones haciendo ojitos a jóvenes europeos hay una Mallorca fantasmagórica, romántica. Una repleta de barrancos inmensos, de vegetación, de pueblos pétreos y carreteras dignas del más aislado rincón pirenaico. Es la Tramuntana, una sierra que ocupa todo el oeste de la ínsula. A su corazón llegaron Chopin y George Sand, por ejemplo, en búsqueda de la salud. Acudían a Valldemossa y su cartuja. Antes en una de sus torres vivió cautivo Jovellanos. Más tarde sería Rubén Darío el que intentaría huir de su depresión en una celda monacal.

Panorámica de la cartuja de Valldemossa
Panorámica del monasterio. | Shutterstock

De palacio a cartuja

La cartoixa o cartuja de Valldemossa tiene una historia que arranca bastante antes de que músicos, literatos o políticos la habitaran. Sin embargo, su objetivo inicial sí que tenía que ver con los motivos por los que algunos de sus últimos huéspedes acudieron a ella. Se ubica en un lugar que puede considerarse un ideal de belleza. Desde sus balcones se observan amplios montes, zonas de cultivo, el ocre de las construcciones tradicionales mallorquinas… Un compendio que sigue dejando sorprendidos a los turistas contemporáneos.

La excepcionalidad del paisaje motivó que el primer rey privativo de Mallorca, Jaume II, lo eligiera para construir un palacio. En este se alojaría su hijo, Sancho I. Sufría enfermedades pulmonares y creían que en este espacio de la Tramuntana remitirían, al menos un tanto. El resultado es uno de los segmentos de la actual cartuja, el mas antiguo. Sencillo, no se sabe a ciencia cierta si se alzó sobre una fortaleza mora o era obra nueva.

Vista del pueblo balear de Valldemossa
Vista del pueblo y sus bancales. | Shutterstock

Al pasar Mallorca y su reino a ser parte de Aragón, en 1399 se decidió dar el espacio a una comunidad cartuja. La estructura del monasterio fue más o menos estable hasta el XVIII, con añadidos como la poderosa torre del homenaje o la de huéspedes. Llegados al mencionado siglo, los cartujos erigieron nuevas estancias y abrieron la famosa farmacia que hoy supone uno de sus grandes atractivos. Con todo, la iglesia neoclásica es el segmento más impresionante. Cuenta con un coro perfectamente conservado y frescos del cuñado de Goya, Manuel Bayeu. Los trabajos escultóricos de Adrià Ferran también son notables.

El paso de George Sand y Chopin por Valldemosa

Los invitados ilustres de la cartuja de Valldemossa son muy variados, como ya se ha dicho. Jovellanos, al que más que ilustre habría que llamar ilustrado, pasó una temporada en la torre de huéspedes, preso. Tan contento acabó de estar entre cartujos que se tiró una temporada extra motu proprio. Más tarde llegaría el apocalipsis patrimonial de las desamortizaciones. Fue en 1835 cuando el cenobio pasó a dominio público. Poco disfrutaron los religiosos de su nuevo monasterio.

Vistas de la Cartuja de Valldemossa
Vistas de la Cartuja de Valldemossa. | Shutterstock

Sin embargo, esto propició que la poderosa burguesía mallorquina, que prosperaba tanto en Palma como en la cercana Sóller, hiciera un nuevo uso de las celdas. Los distintos propietarios alquilarían los espacios, que han llegado bien conservados y musealizados a la actualidad. De este modo, se llega a la historia del invierno balear de Chopin y George Sand.

Valldemossa en invierno
Valldemossa en invierno. | Shuttersock

Es posible que este último nombre no suene mucho, pero es el de una de las escritoras más importantes del siglo XIX. Francesa, romántica y nacida Amantine Lucile Aurore Dupin, Sand tomó un pseudónimo de sonoridad masculina como tantas otras autoras. Es famosa su rebeldía al vestir prendas de hombre sin pedir permiso en la Francia decimonónica. Tras un turbulento matrimonio, ella y Chopin, el famoso maestro del piano polaco, comenzaron una relación que vendría marcada por la debilidad del compositor y el poderío de la literata.

Estatua de Chopin en los jardines de la cartuja Valldemossa
Estatua de Chopin en los jardines de la cartuja. | Shutterstock

Sea como fuere, llegaron a finales de 1838 a Mallorca en busca de una mejora en la salud de Chopin y el hijo de Sand. Encontraron un paraíso, al que alabaron. Sin embargo, la estancia fue finalmente incómoda. El tiempo fue terrible y empeoró la condición del polaco. Pese a que el periodo fue fecundo, él realizó entre otras sus Preludios op. 28 y ella redactó Un Invierno en Mallorca, en febrero de 1839 abandonarían Valldemossa. Además del clima, contribuyó el retraso en el envío del piano del músico, que hoy sigue expuesto en su celda, o la actitud de los vecinos ante la pareja. El hecho de que no estuvieran casados, unidos en pecado, parece que dio pie a momentos incómodos.

La fama de la cartuja mallorquina

El atractivo para los extranjeros de las islas baleares en general y Valldemossa en particular está claro que no es de ayer. El mejor ejemplo es el del archiduque Luis Salvador de Austria, una figura de novela. Dejó los asuntos de la corte y se dedicó a viajar por el Mediterráneo generando valiosas crónicas ilustradas. Este municipio de la Tramuntana, así como Deià por ejemplo, llamaron su atención. Porque la mayor de estas islas fue quizá su lugar favorito en todo el continente. Hoy el museo de la cartuja expone una brillante colección sobre este aventurero del siglo XIX.

Patio de la cartoixa de Valldemossa
Patio de la cartoixa de Valldemossa. | Shutterstock

Más tarde llegaría a las celdas de la cartoixa Rubén Darío. Se hospedó en ella en 1913, tras haberla conocido siete años antes. Arrastraba una inmensa depresión, intento de suicidio incluido. La isla no curaría su alma pero le daría un respiro que generaría El Oro de Mallorca, novela, así como algunos poemas. Más nombres que relumbran en la historia de las letras y pasaron por el monasterio desamortizado fueron, entre otros, Azorín, Eugeni d’Ors o Santiago Rusiñol. Casi nada.

Actualmente la visita de la cartuja de Valldemossa incluye espacios del palacio del Rey Sancho, del nuevo cenobio y su iglesia, así como los jardines. El museo local se incluye en el recorrido, destacando la muestra pictórica y una antigua imprenta. Las vistas desde los balcones son realmente espectaculares. En cuanto a lo musical, la sombra de Chopin es alargada. Parte de la experiencia consiste en un recital de un cuarto de hora en el que se disfruta de una muestra del genio del pianista a través de las expertas manos de Carlos Bonnín. Asimismo, en verano ha lugar el veterano Festival Chopin.

Torre de la cartoixa o cartuja de Valldemossa
La torre más famosa del complejo. | Shutterstock

Cabe mencionar que la celda del pianista se visita de forma separada. Una vez visto el complejo, en el pueblo aguardan calles de piedra bien conservadas. La gastronomía local tiene mucho que ofrecer, desde los embutidos típicos al arroz brut, pasando por el pa amb oli. También dulces como las locales cocas de patata o el rico gató de almendras. Otro aspecto al que prestar atención es el rastro de Santa Catalina Thomas, la gran figura religiosa del lugar. Los azulejos en las fachadas de las casas sobre ella son un colorido añadido a un pueblo que no ha parado de generar arte.