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Los Picarzos y la virgen que otea la Suiza Manchega

Los Picarzos, Aýna y Santa María de lo Alto

Albacete no es una meseta repleta de sequedades. Puede que el lugar común se haya impuesto, pero la provincia tiene bastante más paisaje que ofrecer. La Suiza Manchega que comanda Aýna brilla por estar en medio de un espectacular entorno de montaña. Un lugar donde las poblaciones, como la mencionada o Liétor, hacen equilibrios entre abismos. Se escucha el fluir del agua por todos lados, la vegetación es abundante y los desniveles profundos. Sobre esta supuesta extrañeza se alza en lo más alto de los Picarzos una virgen. Una estampa colosal que vigila siempre este segmento de la Sierra del Segura.

Los Picarzos, Aýna y Santa María de lo Alto
El panorama de Aýna resulta espectacular. | Shutterstock

Una montaña digna del surrealismo

Los Picarzos es en realidad un monte de casi 800 metros de altitud, pero sus siete puntas justifican el uso del plural. Toda Aýna está marcada por alturas inesperadas, pero este hito es el que más llama la atención. Se distingue fácilmente, su valor estético es tan alto como el natural y sus formas parecen casi artísticas. El surrealismo que impregna la zona por culpa de José Luis Cuerda y su Amanece que no es poco se adapta fácilmente a esta montaña. Pura integración.

Como se ha dicho, en su cima más destacada hay una virgen, además de una bandera. Un proyecto del siglo pasado que añade un punto. Poner figuras religiosas en sitios altos no es algo nuevo, pero en Aýna el efecto queda especialmente bien. Una excusa para montar tradiciones o excursiones. También para que salgan fotos que parecen dignas de otros puntos de Europa.

Los Picarzos, Aýna y Santa María de lo Alto de noche
De noche los Picarzos y su virgen son igual de bonitos. | Shutterstock

La figura se corresponde como podía anticiparse a la patrona del pueblo. Tiene un nombre muy acorde a la orografía de la Suiza Manchega: Santa María de lo Alto. Es la titular del principal templo local, donde se guarda su réplica principal. La original, como en tantos otros lugares, se quemó durante la Guerra Civil. Antes conocida como Virgen de la Raja, el apelativo se tornó más elegante con el tiempo. Es menos original, se aleja de la leyenda asociada a una aparición entre grutas pero no da lugar a dobles sentidos que obliguen a despeñar a quien se meta con la protectora local.

Una virgen y un pico de difícil acceso

Viendo la ubicación de esta Santa María de lo Alto es fácil anticipar que no es fácil llegar hasta allí. La alternativa pasa por asumir la vía ferrata de Aýna a través de alguna empresa de turismo activo. Una forma estupenda de conocer los recovecos de los Picarzos pero incompatible con el vértigo. Tiene un poquito de escalada, tirolina, puente de troncos… de todo un poco. Tal experiencia, descrita en todo caso como apta incluso para niños, lleva a poder hacer la estatua junto a la patrona local. Las vistas han de ser espectaculares por necesidad.

Los Picarzos, Aýna y Santa María de lo Alto
Los Picarzos dominan el pueblo. | Shutterstock

Otra opción menos movida es, en lugar de subir, dar la vuelta a los Picarzos. La ruta está perfectamente señalizada y forma parte de los senderos locales. Únicamente se extiende algo más de cuatro kilómetros. Asimismo, el mayor reto que posee es un ascenso de unos cien metros. Por todo ello, puede afirmarse que es sencilla. En el camino se pasa por hitos como el mirador de Peñasquera. También se puede disfrutar del río Mundo, una de las fuerzas geológicas que ha ayudado a crear esta Suiza Manchega.

Los Picarzos, Aýna y Santa María de lo Alto
Santa María de lo Alto no iba a estar en bajo. | Shutterstock

Vistos los Picarzos desde todos sus ángulos, algo hay que hablar de la propia Aýna. Este pueblo de Albacete tiene muchísimos atractivos. La mencionada iglesia y diversas ermitas son algunos de ellos. El casco urbano se despliega en ocasiones casi colgante, adaptado a los abismos en que se asienta. En el término municipal se ubica también un importante enclave rupestre, la cueva del Niño. Sus pinturas se han datado en el Paleolítico superior y se cree que tienen entre 27 y 28.000 años. Pero por lo que es más conocido el lugar es por la huella de Amanece que no es poco. Así, se puede saludar a un integrante del semillero de hombres o el legendario sidecar de Teodoro. Hay ruta cinéfila, que complementa a la de Liétor y Molinicos. Vamos, que es un destino completo.