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7 yacimientos arqueológicos para viajar en el tiempo hasta la Edad de Bronce

Yacimientos de la Edad del Bronce en España

Conocer de cerca algunos yacimientos de la Edad de Bronce es sencillo en un país como España. No importa hacia dónde señale la brújula, porque el viajero siempre va a encontrar algún punto de salida desde el que comenzar un camino de retorno. Una vuelta atrás, a los orígenes poblacionales de la Península Ibérica. Andalucía, Aragón  o Murcia… Todos son aristas de una rosa de los vientos arcaica, pero sólida y fuerte como el metal. Al igual que el bronce antiguo, reluciente bajo el sol, estos enclaves esperan iluminar a aquellos que nos precedieron, en tiempo y espacio.

Una escapada para visitar cualquiera de los yacimientos que renacen en las siguientes líneas es una oportunidad de despejar interrogantes. Pero, a veces, también de dibujar otros sobre la tierra que todavía recubre unos días tan lejanos que casi parecen imposibles. Próximos a bosques, o cercanos a mares y ríos, estos antiguos moradores hablaron de tú a tú con la tierra, aprovechando los recursos naturales que les ofrecía. Allí permanecen, todavía hoy, las pistas que dejaron para el futuro.

El yacimiento de Cap de Barbaria e Formentera

La intuición y la emoción están más implicadas en la visita a Cap de Barbaria, en la más tranquila de las Islas Baleares. Aquí acuden los turistas buscando una nota de tranquilidad, en una melodía que también suena a turismo activo, naturaleza, y arte. Se trata de un rincón erguido entre un paréntesis de esmeralda y azul. Un lugar que hay que sentir e imaginar para poder contemplarlo de verdad.

Primer plano de la Torre de Cap de Barbaria
Primer plano de la Torre de Cap de Barbaria| Shutterstock

La zona se ha visto muy castigada por el paso de los siglos, los elementos y la aridez del terreno. Pero eso, ahora no es más que un añadido mágico a un atractivo indiscutible. De los 21 yacimientos, un trío ha sido excavado, dejando al descubierto características similares a las del período talayótico de Mallorca y Menorca. Se trataba de familias y grupos dedicados a la ganadería y a la agricultura que levantaron casas gracias a paredes de losas rellenas de cascajos. A veces de forma circular, otras navetiformes y, siempre con estancias dedicadas a domicilios y a establos.

La datación cronológica de los restos corresponde al Bronce antiguo, entre el 2000 y el 1600 a. C. Como revelan algunos objetos hallados durante los trabajos de excavación. Cerámicas, restos de huevos y algún objeto de bronce, que coloca el punto de mira sobre un metal que, tiempo después, les regaló su nombre.

Motilla del Azuer, Castilla-La Mancha

Este lugar, en la vega del río Azuer, acoge un yacimiento muy especial, protagonizado por unas construcciones únicas, las motillas. Fechado entre el 2200 y el 1300 a. C, supone una de las ventanas más relevantes a la prehistoria europea. Tiene un gran interés científico por su especialidad, cimentada en la forma y el escaso número de estos monumentos que, hoy, conmemoran el transcurso del tiempo. Su ubicación, junto al río, indica que los moradores del poblado se nutrían de todo lo que la naturaleza les ofrecía.

Los trabajos de investigación han revelado varias zonas bien delimitadas. Empezando, en el exterior, por un recinto amurallado fortificado que circundaba una torre central de estructura cuadrangular. También se aprecian los restos de algunos silos de almacenaje y un gran patio con un pozo central destinado a la obtención de agua. En los exteriores del núcleo se encontraron distintos tipos de viviendas, así como fosas para desperdicios y áreas diseñadas para el almacenamiento.

Calles de Motilla del Azuer
Calles de Motilla del Azuer | Shutterstock

Se cree que este espacio estaba habitado por unos 100 individuos, que aquí fueron enterrados siguiendo rituales típicos de la Edad de Bronce, en posición fetal. Las formas de construcción dan pistas sobre una posible jerarquía social, que realza el interés de este importante asentamiento de Castilla-La Mancha.

La encantada, el poblado de bronce de Ciudad Real

El yacimiento del Cerro de la Encantada, como su nombre sugiere, es un lugar encantado, casi irreal. Ubicado en el municipio de Granátula, a tres kilómetros de la villa de Calatrava, en un punto estratégico para dominar el valle del río Jabalón, y controlar el paso natural hacia Levante y Andalucía.

Vista de la Vega del Jabalón, cercana a La Encantada
Vista de la Vega del Jabalón, cercana a La Encantada | Shutterstock

En el lugar, también conocido como Los Castillejos, se diferencian distintos restos entre los que destaca una muralla que llegó a contar con, incluso, ocho puertas. Esta tierra, encantada, quedó surcada de silos de almacenamiento, viviendas y edificios rituales. Y, por último, también de hogares últimos, en forma de sepulturas diseminadas en varios espacios: en el interior de los silos, vinculadas a lugares de culto, y junto a las viviendas.

Abandonado sobre el 1450 a. C, el poblado de La Encantada todavía tiene mucho que contarnos sobre sus moradores, sus costumbres y su cotidianidad. Entre los restos aquí encontrados son especialmente relevantes los de cobre y bronce, tanto útiles como armas y adornos. Se trata de vestigios de cientos de años de un dominio sobre un valle natural espectacular que marcó la rutina de sus habitantes. Y, de cientos de vidas vinculadas a la proximidad de la riqueza mineral de Sierra Morena y el Valle de la Alcudia, que continúan guardando el secreto.

La Codera, Huesca

Los trabajos de investigación llevados a cabo en La Codera durante dos décadas han abierto numerosas ventanas. Todas ellas con una vista increíble hacia un horizonte plagado de historia con vínculos infinitos a distintas épocas y pobladores. Situado en la localidad oscense de Alcolea de Cinca, este yacimiento, especialmente rico, alberga distintos signos de asentamientos y otros tesoros.

Valle del Cinca, donde se esconde el yacimiento de la Codera
Valle del Cinca, donde se esconde el yacimiento de la Codera | Shutterstock

El conjunto arqueológico de La Codera forma una línea del tiempo lleno de curvas, algunas sin una buena visibilidad. Transitarlas implica iniciar un viaje que abarca desde la edad de bronce hasta la época ibérica, pasando por el bronce final y la edad de hierro. Formando una huella histórica de gran profundidad en el Valle del Cinca, en el oriente de Huesca, limitando con Cataluña. Durante su curso, cercano al río Segre, con el que más tarde se hermana, la zona es puro contraste, entre calor y heladas, zonas hortifrutícolas, y otras de secano. Antiguamente estos contrastes del río se impusieron en las vidas de los habitantes del lugar, que los aprovecharon. Así, fue en la Edad de bronce cuando se colonizaron las tierras más bajas, cercanas al río y adecuadas para el intercambio durante su curso.

Aunque todavía no se ha excavado, la edad de bronce habla a simple vista, en una elevación de forma cónica a más de 200 metros sobre el mar. Allí pueden apreciarse los restos de lo que en su día fueron los muros del poblado, así como vestigios de cerámicas. Pero solo ha sido necesaria la datación de tres piezas de gran interés para encuadrar el yacimiento en el dominio del bronce. Se trata de una urna bicónica con un asa, muy parecida a otras piezas con esa datación, y dos morillos redondeados con dos agujeros. Aún queda mucho por descubrir, pero estas piezas y su localización pueden servir como un anticipo de todo lo que el futuro revelará sobre el pasado.

La cultura argárica en Totana, La Bastida

Sobre un cerro, en la unión entre la Rambla de Lebor y el Barranco Salado se alza el yacimiento de La Bastida, a escasos seis kilómetros de la localidad murciana de Totana. Durante el último tramo del siglo XIX floreció el interés por la cultura argárica, por hallazgos como este asentamiento, de 40000 kilómetros cuadrados. Es uno de los asentamientos más importantes de la prehistoria europea, debido al número de habitantes que alcanzó en su época de gran esplendor, en torno a 1000. Además de por todos los hallazgos que aportó, y continua aportado en la actualidad.

Muralla de La Bastida
Muralla de La Bastida | Wadim, Wikipedia

Su ubicación, sin acceso desde el valle del Guadaletín, facilitaba una defensa natural, y en ella se han hallado viviendas colocadas de forma escalonada. Aunque lo que realmente llama la atención son las tumbas, halladas muchas bajo el suelo de los hogares, con enterramientos realizados en vasijas de barro. También se utilizaban cistas, una especie de cajas con paredes de piedra, en las que se encuentran uno o dos individuos, junto a distintas ofrendas.

Durante el año 2012 se realizaron una serie de trabajos de excavación que sacaron a la luz una fortificación, que resulta ser única en Europa. Entre el polvo y la tierra emergió una muralla con un grosor que puede alcanzar hasta los tres metros, reforzada por una serie de torres. En su momento, el conjunto amurallado sería imponente, alcanzando seis o siete metros de altura y logrando circundar una extensión total de casi 300 metros. La visita al monumento, de unas dos horas de duración, también es una oportunidad perfecta para conocer un entorno natural al que nadie resulta indiferente.

Caramoro y la Moleta, la edad de bronce asentada junto a Elche

En la comarca de Vinalopó Mitjá, a dos kilómetros y medio del municipio alicantino de Elche, aparece, sobre una meseta, a vista de pájaro, Caramoro. Un antiguo asentamiento de la Edad de bronce, víctima del paso del tiempo y del progreso urbanístico de la autovía y el Puente del Bimilenario.

Es necesario tomar el mismo camino asfaltado, anterior al puente, que también conduce al Pantano de Elche y al Poblado Amurallado de La Moleta. En el margen izquierdo del río Vinalopó, se distingue fácilmente un pequeño sendero, ascendiendo hacia la loma, Caramoro, por su parecido con un rostro humano. La autovía ha abierto una herida física partiendo el poblado en dos zonas correspondientes a su división cronológica, Bronce Antiguo y Medio y Bronce Final.

Pantano de Elche
Pantano de Elche | Shutterstock

Al otro lado de la autovía se hallan los vestigios de una muralla y de lo que parece una torre defensiva. Así como cuatro viviendas, una de las cuales conserva un hogar tradicional, junto a  algunos restos de cerámicas y molinos de mano. Por su cercanía con La Moleta, del que Caramaro tan solo queda separado por un recorrido de 300 metros, hay estudiosos que proponen su dependencia. Tanto es así, que es posible explorar paso a paso este pedacito de prehistoria alicantina realizando una ruta desde Elche, pasando Caramoro, hasta la Moreta.

Cerro de la Encina, el yacimiento de Monachil

Una decena de kilómetros separan Granada de este enclave sobre la parte derecha del río Monachil, en la zona conocida como Cortijo de los Olivares. Enmarcado en los márgenes de la conocida como cultura argárica, el asentamiento data del Bronce Antiguo, al igual que otros diseminados por la geografía granadina.

Castellón Alto de Galera, el Cerro de la Virgen y la Terrera del Reloj se hermanan con Cerro de la Encina en posición y características. En el Cerro de la Encina se distinguen tres elementos defensivos, en las partes más altas, mientras que las viviendas se hallan en las mesetas. En su interior, como sucede en otros centros similares, se encuentran dispuestas las tumbas, de hasta tres individuos, clocadas bajo el suelo de las estancias.

Río Monachil, cerca del Cerro de la Encina
Río Monachil, cerca del Cerro de la Encina | Shutterstock

Quedan 22 sepulturas en buen estado, que indican una diferenciación establecida por género y escala social, según la posición de los cuerpos y el ajuar. Pero lo más destacable del yacimiento es la parte fortificada, de 14 metros de ancho y 20 de largo, dotada de dos puertas de entrada. Para disfrutar aún más del paseo por el poblado, es recomendable partir del pueblo de Monachil, tomando la Calle del Albaricoque, siguiendo la antigua acequia.

Hombres, mujeres y niños habitaron una vez estos lugares, y muchos en ellos descansaron para siempre. De lo que ocurría en sus vidas cada día poco se puede saber hoy con certeza. Pero estamos a tiempo de honrar su memoria de distintas formas. Preservando estos espacios, recorriendo y estudiando a los que marcaron un punto de inflexión en la historia del ser humano, que ahora nos toca protagonizar. Ellos no se irán del todo, mientras sigamos recordando.