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Entre lunas y bosques: el hombre lobo de Allariz, el primer asesino en serie de España

Vista aérea de un bosque con niebla

En la tierra hechizada de las meigas y los tardos, donde los árboles enroscan sus dedos nudosos en verdores tan profundos como las leyendas enraizadas en la cultura gallega, ahí moran algunas historias tan inverosímiles como ciertas. Si nos atrevemos a internarnos en el espesor de los bosques de Galicia, donde los rayos del sol no alcanzan la tierra y mil ojos parecen observarnos desde lo desconocido, puede que nos topemos con un caso que ha resistido la erosión del tiempo y se ha quedado incrustado en la memoria gallega: el escalofriante caso del hombre lobo de Allariz, la historia real de un asesino en serie que raya en lo mitológico.

Luna nueva: orígenes del hombre lobo de Allariz

Vista aérea de un bosque con niebla
Los bosques de Galicia presenciaron las matanzas del hombre lobo de Allariz. | Envato

Manuel Blanco Romasanta es el primer asesino en serie que se ha documentado en España. Las peculiares condiciones en las que perpetraba los homicidios y su férrea convicción de que era un hombre lobo provocaron que su caso fuera muy sonado en todo el país. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos. ¿Quién era realmente el hombre lobo de Allariz?

Pues bien, para indagar en la historia del licántropo gallego, debemos remontarnos a principios del siglo diecinueve. Manuel Blanco Romasanta nació en la aldea de Regueiro, Ourense, en 1809. Se han generado múltiples debates acerca de su género, ya que en su partida de nacimiento figuraba el nombre de Manuela, y vivió como tal hasta los ocho años. En un principio creyeron que era una niña, pues tenía características sexuales ambiguas, por lo que probablemente estemos hablando de una persona intersexual. No obstante, en esa época no contaban con el lenguaje necesario para expresarlo correctamente, por lo que les resultaba un tema confuso. Como no podemos preguntarle a la persona en cuestión, y teniendo en cuenta que terminó decantándose por Manuel, lo trataremos como tal.

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Se dice que Romasanta no alcanzaba el metro cuarenta; de hecho, hay constancia de que medía 1,37m. Era rubio y aparentemente amable, una persona a la que no le costaba labrarse un sitio respetable en la comunidad. Sabía leer y escribir, lo cual era poco común en esa época, por lo que se prestaba a escribir cartas y documentos a sus vecinos. Como veremos más adelante, utilizó esta habilidad a su favor para encubrir sus asesinatos. Por lo demás, aprendió el oficio de sastre y demostró ser una persona inteligente y trabajadora. Entonces ¿cómo se creó el monstruo?

Cuarto creciente: el inicio de las noches sangrientas

Una luna roja
Cuando el hombre lobo de Allariz despertó, las lunas se tiñeron de sangre. | Envato

Manuel se casó con una mujer llamada Francisca Gómez Vázquez. Sin embargo, al poco tiempo, esta falleció. Tal vez fuera el desencadenante de la transformación del hombre lobo de Allariz, aunque no está del todo claro. De cualquier forma, Romasanta dejó su puesto de sastre y partió para trabajar como vendedor ambulante, desplazándose principalmente por territorios portugueses.

Esta etapa de su vida es ligeramente opaca. Sus actividades comerciales se centraban en la venta de jabones y ungüentos, los cuales, según los rumores, fabricaba a base de materia humana. En 1844, lo acusaron de asesinar al alguacil Vicente Fernández en León, el cual se disponía a embargarle el negocio. Los vieron salir a pasear juntos, pero solo regresó uno. ¿Adivináis quién?

Tras dicha acusación, condenaron a Romasanta a prisión, aunque este se dio a la fuga y se escondió en un pueblo de Galicia. Trató de pasar desapercibido por un tiempo, e incluso llegó a hacerse con la confianza de la gente de su entorno. Como conocía los caminos y los bosques gallegos a la perfección, se ofrecía a guiar a las personas a sus destinos, principalmente a mujeres con hijos, desesperadas por migrar a un lugar mejor. Como podréis imaginar, esas expediciones bosque a través nunca llegaban a su fin. Las víctimas estaban condenadas a vagar entre las retorcidas siluetas de los árboles por toda la eternidad.

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De hecho, el modus operandi del hombre lobo de Allariz tenía como elemento principal el escenario de los bosques gallegos. Más tarde admitió que, las noches de luna llena, se internaba en el bosque y se dedicaba a acechar entre las sombras, al resguardo de las montañas iluminadas por el disco plateado, a la espera de sus víctimas. Cuando estas caían en sus redes, las despedazaba y las devoraba impulsado por una fuerza primitiva: un hambre voraz. Llegaba a pasar días enteros a la intemperie, presa de una transformación que, creamos en ella o no, resulta igual de sangrienta y perturbadora.

La alfabetización de Romasanta le permitía suplantar a sus víctimas y escribir cartas en su nombre como si estas personas realmente hubiesen llegado a su destino. En dichas cartas, afirmaba que habían encontrado un lugar idílico y un buen trabajo, entre otras cosas. No obstante, al cabo de un tiempo las desapariciones comenzaron a sembrar sospechas entre los vecinos, y las cartas dejaron de ser efectivas. Además, encontraron posesiones de las personas desaparecidas entre los artículos que Romasanta vendía, y el misterioso origen de sus ungüentos empezó a inquietar a los pueblerinos. Como consecuencia, adquirió el apodo de “sacamantecas”, un personaje folclórico que causaba terror en los pueblos más supersticiosos. Por todos estos motivos, la tapadera de Romasanta se fue desmoronando progresivamente, y este se vio obligado a huir.

Luna llena: los últimos aullidos del hombre lobo de Allariz

Retrato de Manuel Blanco Romasanta
Retrato de Manuel Blanco Romasanta. | Wikimedia

Allá donde el hombre lobo de Allariz ponía el pie, se comenzaban a advertir casos de extrañas desapariciones. Finalmente, en 1852, lo detuvieron en un pueblo de Toledo y fue trasladado a Allariz para ser juzgado. En el tribunal de Allariz, se determinó que Romasanta estaba en plena posesión de sus facultades mentales, y por lo tanto debía hacerse responsable de sus actos. Sin embargo, fue reconocido como el primer caso de licantropía clínica.

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Manuel Blanco Romasanta admitió haber cometido nueve asesinatos. Dependiendo de la fuente, la cifra real asciende a 13 o 17 homicidios. En su testimonio, Romasanta afirmó que se transformaba en hombre lobo cada noche de luna llena, y a veces permanecía en ese estado durante días, incluso una semana. Cabe destacar que, el día que lo detuvieron, llevaba consigo un calendario lunar. Por si fuera poco, achacaba este fenómeno a la maldición de una bruja. Cuando le pidieron que demostrara la veracidad de sus transformaciones, Romasanta alegó que dicha maldición tenía caducidad, y él ya la había rebasado, por lo que ya no podía mostrar su aspecto de licántropo.

El juicio duró aproximadamente un año, y la sentencia se dictó el 6 de abril de 1853. La decisión final fue la siguiente: Manuel Blanco Romasanta sería condenado a pena capital por garrote vil. No obstante, y contra todo pronóstico, el abogado defensor del acusado exigió que el caso se llevara al Tribunal Supremo por falta de pruebas. Un médico francés, Mr. Philips, rogó a la reina de España Isabel II que lo perdonara, que lo mantuviera con vida para poder estudiarlo. La reina cedió, y la condena pasó a ser de cadena perpetua.

El hombre lobo de Allariz falleció en 1863, a los 54 años, en una cárcel de Ceuta. La versión oficial dicta que murió a causa de un cáncer de estómago, aunque hay quien sospecha que fue a manos de sus compañeros de celda. Es difícil saberlo, al igual que es difícil imaginar aquellas noches en las que esta figura envuelta en misterio y nieblas erraba, sobre dos o cuatro patas, por los azulados montes de Galicia bajo la luz perlada de la luna, aliada y enemiga de una fiera que ya profirió su último aullido.