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Mapa de los pueblos más bonitos de España

Un mapa azul con puntos marcados en rojo

Los mapas tienden a resaltar las cumbres más altas, los ríos más caudalosos y las ciudades más masificadas. Podría decirse que, a ojos de la cartografía, la prioridad es representar los elementos que más destacan desde una perspectiva aérea. Pero ¿dónde quedan los rincones ocultos que escapan de esa panorámica? ¿Dónde las pinceladas sutiles que pasan desapercibidas en su propio entorno?

Estas líneas son una reivindicación de lo pequeño, de lo invisible, de aquello que respira plácidamente en un escenario ajeno al zumbido de las grandes ciudades. Los pueblos son, en su mayoría, grandes olvidados tanto a nivel administrativo como en lo que respecta al reconocimiento externo. En consecuencia, hemos trazado un mapa cuyos protagonistas suelen quedar relegados a un segundo plano: los pueblos más bonitos de España.

Recorremos España de pueblo en pueblo

El mapa de España en azul con ocho pueblos marcados en rojo

Allariz

Nuestra rosa de los vientos personal nos guía hasta el noroeste de la península, al encantador pueblo de Allariz. Este municipio de la provincia de Ourense, en Galicia, fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1971.

Un puente romano rodeado de vegetación y con el campanario de una iglesia de fondo
Puente romano sobre el cauce del río Arnoia. | Shutterstock

En los cimientos medievales de Allariz se enraíza el delicioso verdor gallego, que invade las calles adoquinadas y los antiguos edificios de piedra. Una buena forma de conocer este pueblo es recorrer el sendero que acompaña al río Arnoia, sinuoso espejo que refleja vegetación, casitas de cuento y puentes romanos como el Ponte de Vilanova.

La fortaleza y las murallas de Allariz se remontan al siglo XI, y fueron construidas bajo el mandato de Alfonso VI. Merece la pena perderse entre las antiguas ruinas del castillo, respirar los aromas del pasado y deleitarse en la noción de que esas mismas rocas han presenciado las luces y sombras de una historia novelesca que, en cierto modo, aún pervive en el ambiente. No en vano lo nombró Sancho IV Llave del Reino de Galicia.

Briñas

Campos de viñas con un pueblecito de piedra en el fondo
Briñas, un encantador pueblo situado entre viñedos. | Shutterstock

Del noroeste de España nos desplazaremos al noroeste de La Rioja. A orillas del río Ebro se alza este pueblo de casas con tejados anaranjados, un pueblo asentado en un hermoso paisaje de viñedos y campos de cereal. Una vez más, las apacibles aguas del río nos ofrecen un cuadro de lo más pintoresco. Además, a menos de dos kilómetros del lugar encontraremos el paso natural de las Conchas de Haro, un monumento natural sobrecogedor que se genera en el punto en el que el Ebro corta la cadena montañosa de la sierra del Toloño.

Regresando a Briñas, tenemos una cita ineludible con la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, cuyo campanario se alza sobre los tejados y las copas de los árboles. Este monumento histórico se construyó entre los siglos XVI y XVII, y cuenta con una nave con capillas entre los contrafuertes, así como un retablo clasicista.

Una iglesia con un campanario vista desde abajo
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en el pueblo de Briñas. | Shutterstock

Por otro lado, el puente de Briñas, con su silueta arqueándose sobre las aguas del Ebro, ofrece una bella fotografía del entorno. Se cree que dicho puente de estilo gótico se construyó en el siglo XI y fue reformado posteriormente en los siglos XIII y XV.

Pasajes San Juan

Una barca atravesando una ría para llegar a un pueblo en el otro lado
Arribamos en barquita a Pasajes San Juan. | Shutterstock

A continuación, remontaremos el vuelo hacia el noreste, con la brújula apuntando hacia la costa vasca. Pasajes San Juan, o Pasai Donibane en euskera, es uno de los cuatro pueblos que conforman el municipio de Pasajes. Esta curiosa configuración responde al hecho de que el mar penetra en la costa formando una ría que a su vez divide los pueblos de Pasajes. Así, Pasajes San Juan queda aislada de sus hermanas por una franja azul, la cual hay que atravesar en barquita.

Este encantador rincón en Donostia-San Sebastián se caracteriza por las coloridas casas que se congregan en una verde ladera sobre el mar, un cuadro que brilla con la luz de los típicos pueblos pesqueros de Euskadi. De hecho, la vida en Pasajes San Juan está estrechamente ligada a la navegación y la pesca, lo cual se puede percibir en las redes, los astilleros y las pintadas barcas que adornan el pueblo.

Coloradas casas pesqueras sobre las aguas de la ría
Las coloridas casitas de Pasajes. | Shutterstock

En cuanto a los lugares a visitar en Pasajes, no podemos olvidarnos de la basílica de Cristo de Bonanza ni de las iglesias de San Juan Bautista y San Pedro. La Casa-Museo de Víctor Hugo, donde el afamado escritor francés vivió durante una temporada en el siglo XIX, también promete una visita de lo más interesante.

Una playa de piedras entre colinas verdes
Encontramos esta preciosa playa en una de las rutas que parten de Pasajes. | Shutterstock

Tampoco podemos abandonar el lugar sin asomarnos a la belleza salvaje de la costa vasca, donde el mar embravecido despunta hacia las escarpadas colinas y los acantilados. Hay varias rutas en Pasajes que nos descubren este increíble paisaje, pasando por una atalaya, una playa y un magnífico mirador.

Torla-Ordesa

Un pueblo encantador entre montañas
Torla-Ordesa brilla en los Pirineos. | Shutterstock

Recorriendo la línea de la frontera entre España y Francia, nos encontramos con este pueblecito en la provincia de Huesca. Las casas de piedra y las torres que se alzan en un escenario natural deslumbrante dotan a este pueblo aragonés de una estética de cuento. De hecho, Torla marca la puerta de entrada al valle de Ordesa, un paraíso de montañas, acantilados, bosques y cascadas en los Pirineos. No es de extrañar que este paisaje fuese declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Torla-Ordesa descansa al margen del río Ara, cerca del puerto de Bujaruelo. La cualidad fronteriza del pueblo explica que tenga una historia surcada por numerosas batallas. Ya en el año 1319, sufrió un asedio por parte de los galos. Este precedente sirvió para que reforzaran las defensas, principalmente en el siglo XVI. No obstante, eso no impidió que Torla-Ordesa sufriera profundas heridas en los siglos posteriores, ya que fue arrasada por los franceses en la guerra de la Independencia y ardió en varias ocasiones durante la guerra civil.

Una iglesia con una torre se alza en un paisaje montañoso
La iglesia de San Salvador en Torla. | Shutterstock

Cuesta creer que, a pesar de todo, queden restos de las antiguas fortificaciones del pueblo aragonés. Por ejemplo, aún podemos visitar las ruinas del castillo de Torla, conservadas mayoritariamente en la iglesia de San Salvador, de estilo románico. A día de hoy, el castillo funciona como abadía y museo etnológico. Estos monumentos que han sobrevivido a mil batallas destacan como retazos de historias perdidas sobre las siluetas pirenaicas.

Pals

Una calle estrecha de piedra con arcos
Callejuelas en Pals. | Shutterstock

Atravesando el cuello de la península de una forma en absoluto sangrienta, aterrizamos en la provincia de Girona, en Catalunya. Si miramos a nuestro alrededor, encontraremos un laberinto de estrechas calles empedradas cruzadas por arcos y velos de hiedra verde y morada.

Casas de piedra y una torre en lo alto de la calle
La torre de las Horas en el pueblo de Pals. | Shutterstock

Pals descansa sobre la suave colina de Mont Aspre, rodeada de llanuras y campos de arroz que se extienden hasta el infinito; un lugar estratégico reservado exclusivamente para este pueblo medieval. Sus murallas contienen cuatro torres del siglo IV, y en el cautivador castillo de piedra dorada destaca el monumento románico conocido como la torre de las Horas. Esta torre de planta circular, antiguo vigía que vela por el pueblo desde el siglo XII, se ha convertido en emblema y firma de Pals.

Miravet

Casas de piedra dispuestas en un ladera sobre las aguas del río
Miravet, un pueblo a orillas del río Ebro. | Shutterstock

Descendiendo por la cálida costa catalana, de regreso a las orillas del río Ebro, nos encontramos con la maravillosa Miravet. El paisaje tarraconense traza aquí la curva de un meandro donde el pueblo ha encontrado el lugar idóneo para asentarse. Las casas antiguas y coloridas se acumulan en una pendiente sobre el río, y el castillo se alza imponente en lo alto de la ladera.

Al igual que Torla-Ordesa, Miravet ha sido víctima de numerosas conquistas. Tenemos constancia de que los sarracenos la invadieron en el año 715, y los caballeros templarios se asentaron allí en 1153. Finalmente, la orden fue expulsada de sus murallas en 1307 tras sufrir un sangriento asedio.

Vista aérea del castillo sobre el río Ebro
El castillo de Miravet en lo alto del pueblo. | Shutterstock

Asimismo, el castillo de Miravet, de origen andalusí, fue transformado por la Orden del Templo con su llegada. De esta forma, la antigua fortaleza construida bajo el reino de al-Ándalus se vistió de arquitectura románica. El castillo fue bombardeado en 1938, en la batalla de Ebro. Por suerte, se ha conservado relativamente bien y podemos disfrutar de una agradable visita en la que no solo sobrevolaremos siglos de historia, sino que también podremos admirar las espectaculares vistas desde el punto más alto de Miravet.

Montefrío

Vista del pueblo con casas de tejas naranjas en primer plano y el castillo en el fondo
Montefrío. | Shutterstock

La siguiente cruz en nuestro mapa nos transporta a un caluroso paisaje granadino rodeado de preciosos olivares. Montefrío es una piedra preciosa en el corazón de Andalucía, una localidad cuyo legado se remonta a la prehistoria. De hecho, en los alrededores de Montefrío se han hallado numerosos restos arqueológicos y monumentos megalíticos del Neolítico Medio.

A primera vista, lo que más destaca en este lugar es su majestuoso castillo, una antigua criatura de piedra postrada sobre una loma rocosa que emerge entre los edificios del pueblo. El castillo fue reconstruido sobre los restos de una estructura nazarí, y hace gala de una mezcla arquitectónica que incluye elementos andalusíes y románicos.

El castillo de Montefrío se alza sobre las casas
El castillo de Montefrío se alza sobre sus casas blancas. | Shutterstock

En 2015, la publicación National Geographic eligió Montefrío como uno de los pueblos con mejores vistas del mundo. Desde entonces, el mirador del National Geographic, al sudoeste de Montefrío, enmarca uno de los pueblos más bonitos de España.

Alcántara

Complejo arquitectónico con arcos, torretas y escaleras en el lado izquierdo
Monumentos históricos en Alcántara. | Shutterstock

Nuestro último salto en el mapa nos guía a la provincia de Cáceres. Alcántara es, en todas sus formas, una oda al pasado. Un escenario casi onírico de ruinas dormidas, descansando apaciblemente bajo el sol. Más concretamente, yace a orillas del Tajo, cerca de la frontera con Portugal.

Tanto Alcántara como sus inmediaciones constituyen un tesoro histórico. De hecho, se han encontrado numerosos dólmenes en los alrededores, así como la Tabula Alcantarensis, una placa de bronce que documenta la rendición de un pueblo indígena ante los romanos. También podemos paladear el sabor de la Edad Media en el castillo de Alcántara y su bello recinto abaluartado.

Un gran puente romano sobre un río
El puente romano de Alcántara. | Shutterstock

Por otro lado, el nombre actual del pueblo proviene del árabe Al Qantarat, haciendo referencia al monumental puente romano de Alcántara. Se calcula que este se empezó a construir en el año 75 d.C., y consta de tres partes: el puente, un Arco del Triunfo y un templo romano. La hermosa silueta del puente se puede contemplar en todo su esplendor desde el mirador llamado El Balcón del Mundo.

Es hora de replegar el plano y guardar la brújula. Este mapa es solo un inciso en los complejos entramados geográficos que acostumbramos a ver, un paseo en calma a través de algunos de los lugares con más encanto entre los confines de España. Una representación del mundo sencilla y escueta, esbozada con la intención de descubrir, aunque sea solo en cierta medida, los rincones que nos aguardan en los márgenes de lo desconocido.