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Un paseo por el Madrid Galdosiano

Plaza Mayor de Madrid

Desde que, en 1862, Benito Pérez Galdós llegara a Madrid, el cronista quedó prendado de la capital de España. Desde entonces y hasta su muerte, Galdós dejó su vida en las calles madrileñas. Su evolución como hijo adoptivo de Madrid le llevó a convertirse en el canario más chulapo de siempre. Muchas de sus obras tienen como escenario las plazas, pensiones o la vida de Madrid. Por ello, y como homenaje a uno de los personajes más queridos del Madrid de principios de siglo XX, existe en torno a su figura el Madrid Galdosiano. Un recorrido por aquellos lugares de Madrid que marcaron la vida y la obra de uno de los más ilustres escritores de la literatura española. ¿Te vienes de paseo?

Galdós, un imberbe en Madrid

La Puerta del Sol en 1870
La Puerta del Sol en 1870. | J. Laurent. Colección Martín Carrasco.

Lejos de la urbe cosmopolita y contaminada que es hoy en día Madrid, Pérez Galdós llegó desde Canarias para instalarse en una ciudad en pleno crecimiento, donde el Romanticismo iba, poco a poco, desapareciendo para dar paso a una vida política y más crítica en la sociedad. Madrid, a finales del siglo XIX, era capital de tertulias, teatros, corralas o tabernas. A su llegada, el escritor se instaló en Lavapiés, en una pensión que muy pronto abandonaría para instalarse y acomodarse en otra de la Calle Las Fuentes, muy cercana al Teatro Real y la Plaza de Oriente.

Galdós llegó desde las Islas Canarias para matricularse en Derecho, en la Universidad Central. Ubicada en la Calle Noviciado, hoy su edificio lo ocupa el paraninfo de la Universidad Complutense. No obstante, sus paredes serían tibias testigos del Galdós estudiante. Pronto abandonaría sus estudios para acercarse a las tertulias intelectuales que tanto amaba y para colaborar con La Nación, publicación que pronto sería censurada.

Sus crónicas y sus novelas serían documento perfecto de la gran visión panorámica que Galdós tenía sobre Madrid. Durante su vida en la capital, además de frecuentar teatros y tertulias, el escritor vivió en el Madrid de los Austrias, en Madrid más burgués y, también, en el Madrid más moderno de la zona de Argüelles. Además, su presencia como reportero novato en una de las épocas más convulsas de Madrid, ayudó a que su vida en Madrid fuese más rica. De paso, sus crónicas han servido para poder documentar de mejor manera lo acontecido en aquellos años.

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Su vida en los cafés: La Fontana de Oro

El Café Universal en 1938
El Café Universal en 1938. | Martin Yubero

En 1870, en plena conspiración para el asesinato del General Prim, Pérez Galdós publicaría su primera novela: La Fontana de Oro. Además de novela, era un café situado en la Calle de la Victoria, próximo al Congreso de los Diputados. Era escondite de oradores y lugar de reunión de la España Liberal. Según el novelista, “en la Fontana es preciso demarcar dos recintos, dos hemisferios: el correspondiente al café y el correspondiente a la política. En el primer recinto había unas cuantas mesas destinadas al servicio. Más al fondo, y formando un ángulo, estaba el local en que se celebraban las sesiones”. (Galdós, 1870).

Si se habla de la novela, La Fontana de Oro está ambientada en el Madrid de Fernando VII, en el Trienio Liberal. En sus páginas se narran episodios como el Levantamiento de Riego o la llegada de los Cienmil Hijos de San Luis. Por otro lado, si hablamos de La Fontana de Oro como fonda o café, en la actualidad es un bar de estilo irlandés donde entre pinta y pinta, una placa conmemora lo que un día, años atrás, Galdós dibujó con sus letras.

Durante esta época, ya instalado con su hermana y sobrinos en la calle Serrano, en el barrio de Salamanca, frecuentaba restaurantes como el Lhardy, muy cerca de la Fontana de Oro. Famoso por su cocido, el vetusto restaurante ya “vino a poner corbata blanca a los bollos de tahona” como relataba Galdós. Aunque si de bares y cafés se ha de hablar, no se puede olvidar el Café Universal.

El Universal, cerrado en 1974, se situaba en la esquina que une la Calle Alcalá y la Puerta del Sol. Allí, Galdós y otros canarios de la época se reunían frecuentemente. Galdós, habiéndose olvidado ya de sus estudios de Derecho, frecuentaba bares y tertulias que le convirtieron en un mozo curioso y un vecino popular de Madrid. Era común verle visitando el Café de Naranjeros (Plaza de la Cebada), el Café de Fornos (Sol) o el viejo Ateneo de Madrid, que se convirtió en hogar para el propio Galdós.

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Madrid en clave Galdós

Escultura a Galdós en el Retiro
Escultura a Galdós en el Retiro. | Shutterstock

Es frecuente leer a estudiosos de Galdós y la época que afirman que Madrid fue un personaje más en sus novelas y Episodios Nacionales. Claro está que es escenario principal de todos ellos, pero no es descabellado apuntar que, gracias a la descripción tan profunda y realista que hace de cada uno de los rincones de Madrid, la ciudad se convierte en personaje principal, en protagonista de muchas de sus novelas.

Según Miguel García, en La Guía del Madrid Galdosiano, existe un eje principal donde la vida de Galdós y la de sus personajes transcurre con más pasión. La Calle Toledo, la Puerta del Sol y, principalmente, la Plaza Mayor, son los tres lugares donde Galdós dibuja, escribe y vive el Madrid de principios del siglo XX y finales del XIX. No obstante, injusto sería quedarse únicamente en esos emplazamientos. Galdós y sus personajes nos hacen de guías turísticos por el Madrid más castizo visitando el Retiro, la Castellana o el barrio de Chamberí.

Los paseos interminables, libreta en mano, de Galdós fueron fuente de inspiración para sus novelas. “Escapándome de las cátedras, ganduleaba por las calles…”, se intentaba autoconvencer el escritor mientras descendía a la miseria madrileña o se codeaba con la élite intelectual del momento. Sin embargo, debe reconocerse que todo el Madrid Galdosiano tiene su origen en la Plaza Mayor, más concretamente en el número 11 de la Cava de San Miguel.

Fortunata y Jacinta y los Episodios Nacionales

Vista panorámica de la Plaza Mayor de Madrid
Vista panorámica de la Plaza Mayor de Madrid. | Shutterstock

Fortunata y Jacinta puede que sea la novela más universal e importante de Benito Pérez Galdós. Dividida en cuatro tomos, empezó a ser escrita en 1885. En el citado número 11 de la Cava de San Miguel se encontraba la casa de Fortunata Izquierdo, protagonista de la novela. “Su casa era una de las que forman el costado occidental”, a espaldas de la Plaza Mayor. Por su parte, la casa de Juan Santa Cruz, amado de Fortunata y marido de Jacinta, se emplazaba en la calle Pontejos.

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Si se quiere, se podría empezar a enumerar sin fin la cantidad de calles, callejuelas, plazas o plazuelas que, a lo largo de toda la novela, van apareciendo. También, es opción llenar de letras y comas que cuenten el buen número de cafés y diversos comercios que son escenarios. Sin embargo, es una enumeración sin demasiado sentido, cuando Leopoldo Alas Clarín ya definió a la novela como el paradigma del Madrid Galdosiano.

Al igual, también existe una infinita retahíla de novelas que tienen a Madrid de fondo. Sin mar, ni brisa, solo Madrid. Cronológicamente, La desheredara (1881) es la primera novela que se desarrolla íntegramente en Madrid. Es decir, toda la historia se desarrolla en la capital de España o alrededores, cerrando un círculo espacio temporal en lugares como el Manicomio de Leganés, el Viaducto o la Plaza de Oriente.

Ya casi al final de su obra aparece Misericordia (1897). En palabras del propio Galdós en el prólogo de la obra, “en Misericordia me propuse descender a las capas ínfimas de la sociedad matritense, describiendo y presentando los tipos más humildes, la suma pobreza, la mendicidad profesional, la vagancia viciosa, la miseria, dolorosa casi siempre, en algunos casos picaresca o criminal…”

En lo que a los Episodios Nacionales se refiere, en más de la mitad de ellos Madrid tiene un protagonismo importante. Son hasta en 26 novelas de las 47 novelas en las que se da buena cuenta de la épica del Madrid del siglo XIX. Por ejemplo, en el 7 de julio (1877) sigue siendo inspiradora la Plaza Mayor. “Ya se sabe que la Plaza Mayor tiene dos grandes bocas, por las cuales respira, comunicándose con la calle del mismo nombre”.