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El Canfranero, el tren centenario al paraíso

El Canfranero, un tren histórico en Aragón

El Canfranero es un medio de transporte, pero también un destino en sí mismo. Este tren histórico une, en la actualidad, Zaragoza con Canfranc, municipio inmediatamente anterior a la frontera francesa. Hace cincuenta años, atravesaba esa frontera. Hoy es una forma excelente de alcanzar los Pirineos: disfrutando lentamente del paisaje, del trayecto.

Buena parte del recorrido sigue los raíles ya empleados en su inauguración, en 1928. Es un disfrute constatar que el paisaje no ha cambiado desde entonces. Permanece inmenso y diverso: desde la calma de los valles encuadrados entre montañas hasta la impresión que producen las grandes elevaciones de éstas. La dificultad del terreno que se recorre obligó a construir impresionantes obras de ingeniería que también hoy siguen en funcionamiento, asombrando igual que ayer.

Un poco de historia sobre el Canfranero

El Canfranero tiene más de cien años de historia
El Canfranero tiene más de cien años de historia. | Shutterstock

Este tren centenario e internacional comenzó a concebirse a mediados del siglo XIX, cuando a ambos lados de la frontera resultó prometedora la idea de unir uno y otro lado. Concretamente, las ciudades de Zaragoza y Pau. No fue hasta treinta años más tarde, en 1882, cuando el rey Alfonso XII dio por comenzadas las obras de construcción. Casi cincuenta años después se inauguró de forma oficial.

Ejerció de medio de transporte entre ambos países durante los siguientes cincuenta años, fomentando el desarrollo de los pueblos que ocupaban las tierras que atravesaba y sigue atravesando. Así fue hasta 1970, cuando un tren de mercancías descarriló en Francia y provocó el derrumbe de uno de los puentes. Supuso el fin de la comunicación transfronteriza. Desde entonces, se ha intentado reabrir en numerosas ocasiones. Muchas de las vías de ferrocarril que transcurren por Francia se mantienen en buen estado, pero otras han sucumbido al abandono y la naturaleza. No en vano son los Pirineos los que acechan.

Dentro de este apartado histórico, hay que destacar también el papel que tuvo la estación de Canfranc, hoy el final del recorrido, durante la Segunda Guerra Mundial. En sus alrededores se asentaron oficiales nazis y llegó a parar buena parte de su oro. Por la misma cruzaron miembros de la Resistencia francesa y también muchos judíos que huían de la situación europea. Fue un enclave de gran importancia, relativamente lejos del combate que se estaba librando.

Tren al paraíso

El paisaje de Los Monegros impresiona
El paisaje de Los Monegros impresiona. | Shutterstock

El tren parte de Zaragoza. Durante el primer tramo se atraviesa el paisaje desértico de Los Monegros, entre otros muchos lugares. En torno a esta zona se construyeron diferentes pueblos durante el pasado siglo, con la intención de repoblar un terreno árido y seco para el que también hubo intervenciones. Hoy pueden admirarse estructuras como el acueducto de Tardienta, una impresionante obra de ingeniería de 877 metros de longitud, construida en la primera mitad del siglo XX. Tardienta, por cierto, es el pueblo más pequeño de España en tener una estación de AVE.

La siguiente parada importante es Huesca. Durante este trayecto se recorre un trayecto que lleva en funcionamiento 150 años. Actualmente, el Canfranero rueda por la misma vía que el AVE. Huesca es una estación término, lo que significa que se aborda y se abandona en la misma dirección. Se le dice adiós para tomar el camino que conduce hasta Jaca, en un itinerario que se vuelve vertiginoso. Lo construyó a finales del siglo XIX la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte, en un esfuerzo por unir Aragón con Francia.

Mallos de Riglos, un sueño para los escaladores
Mallos de Riglos, un sueño para los escaladores. | Shutterstock

En este tramo, los colores propios de la Hoya de Huesca sorprenden al viajero, que observa cómo el relieve se va volviendo cada vez más abrupto. Las estaciones típicas de la época de los trenes de vapor se dan paso y la vastedad de la naturaleza condiciona cada estímulo. Hay que fijarse en los Mallos de Riglos, curiosas formaciones geológicas de paredes planas que son un gusto para escaladores de todo el mundo. Esta es una de las zonas más montañosas que atraviesa el Canfranero, que aborda también el valle por el que discurre el río Gállego. Poco antes de llegar a Jaca, la Peña Oroel se alza imponente, rebosante de historias y leyendas.

En el último tramo, el que conecta Jaca y Canfranc, se alcanzan los 400 metros de desnivel. Está en funcionamiento desde 1922 y el valle del río Aragón es, en esta ocasión, el que ofrece el paisaje sublime que maravilla a cualquier persona atenta. Lo recomendable, por cierto, es colocarse en el lado izquierdo del tren. En ocasiones dará la sensación de estar desplazándose en avión, absolutamente alejado del suelo firme. Las vistas son de impresión.

Canfranc, el destino final

La estación de Canfranc, el destino final, impresiona por sí misma
La estación de Canfranc, el destino final, impresiona por sí misma. | Shutterstock

La estación de Canfranc se encuentra en la explanada de los Arañones. Es posible recorrer toda su extensión por la ladera de la montaña a través de un camino conocido como el Paseo de los Melancólicos. La estación es un edificio de impresionantes dimensiones: 241 metros de longitud. De estilo modernista, guarda esos secretos, ya mencionados, relacionados con la Segunda Guerra Mundial y también, por increíble que pueda sonar, un laboratorio subterráneo donde se realizan investigaciones científicas de diversa índole. Importa el trayecto, pero el destino final también gusta.

Desde Zaragoza hasta esta estación son 188 kilómetros de recorrido. De momento, es la última parada del Canfranero. Los aragoneses no olvidan los tiempos en que su conexión con el país vecino era directa y nunca ha dejado de plantearse una futura reapertura de las vías hoy cerradas. Lo que hoy por hoy se puede confirmar es que este tren histórico y turístico conduce al paraíso, entre ríos, valles y montañas pirenaicas.