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Las mejores escapadas cerca de Burgos

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A la hora de plantearse qué ver en Burgos, es importante medir muy bien los tiempos. Esta es una ciudad donde se respira historia en cada rincón, donde se eleva hacia el cielo una de las catedrales góticas más bellas de España y donde todavía se pueden seguir los pasos del Cid Campeador.

Pero no hay que alejarse mucho de la ciudad para descubrir espacios naturales asombrosos y pueblos en los que parece que el tiempo se detuvo hace mucho. Y, si las fuerzas fallan, no será difícil encontrar un lugar donde darse un pequeño homenaje en forma de platos típicos tan deliciosos como contundentes, siempre acompañados por buenos caldos de la tierra. Para quien se pregunte qué hacer en Burgos, este es solo un aperitivo.

Los mejores planes en los alrededores de Burgos

El Triángulo de Arlanza

Santo Domingo de Silos
Santo Domingo de Silos. | Shutterstock

Arte, historia y gastronomía se dan la mano en la comarca del Arlanza. En ella se pueden visitar tres de los pueblos más bonitos de Burgos. El primer vértice de ese triángulo es la villa ducal de Lerma, una localidad cuyo pasado glorioso se aprecia en su espectacular Plaza Mayor, una de las más grandes de España; también en el palacio ducal, la colegiata de San Pedro o el monasterio de la Ascensión.

El segundo vértice del triángulo es uno de los lugares que hay que visitar en Burgos sin excepción: Santo Domingo de Silos. Su abadía alberga uno de los claustros románicos más bellos de España, mientras que en su iglesia aún es posible escuchar misa en canto gregoriano.

El final de esta escapada es Covarrubias, una villa medieval salpicada de bellos ejemplos de arquitectura tradicional castellana de soportales y fachadas blancas con entramado de madera. Un buen lugar, además, para degustar uno de esos platos típicos que, a pesar de su nombre, es una autentica delicia, aunque no precisamente ligera: la olla podrida. Habrá por tanto que hacer tiempo para regresar a Burgos, que está a solo media hora de camino.

La Ribera del Duero, un paraíso con Denominación de Origen

Aranda de Duero
Aranda de Duero. | Shutterstock

Burgos cuenta con tres vinos con Denominación de Origen. La de más renombre, sin duda, es  Ribera del Duero, y cualquier amante de los buenos caldos disfrutará recorriendo sus viñedos y sus bodegas. Son 60 municipios y un centenar de bodegas los que engloba esta D.O. en la provincia. En cualquiera de ellos se podrá degustar alguno de esos vinos que han dado renombre a estas tierras.

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Un buen punto de partida para ello es Aranda de Duero. Esta localidad, a una hora de Burgos, está minada por viejas bodegas subterráneas, un laberinto de siete kilómetros de túneles que se pueden recorrer. Y para aprender todo de esas bodegas hay que visitar el CIAVIN, el Centro de Interpretación de la Arquitectura del Vino. Aunque Aranda de Duero no es solo vino, es también buena gastronomía, gracias a ese lechazo que le ha dado fama, con permiso de las chuletillas de lechal o de la morcilla. Y con fuerzas renovadas, quedará descubrir sus otros tesoros, esos que son de piedra: la Iglesia de Santa María la Real, la de San Juan o el Palacio de los Berdugo.

Los yacimientos de Atapuerca, Patrimonio de la Humanidad

Atapuerca
Atapuerca. | Shutterstock

A menos de 20 kilómetros de Burgos es posible sumergirse en un apasionante viaje en el tiempo. En los yacimientos de Atapuerca se han encontrado restos de los primeros seres humanos que poblaron Europa hace casi un millón de años. Un auténtico tesoro que es Patrimonio de la Humanidad y que se puede visitar. El recorrido guiado no solo es entretenido, también muy didáctico, de ahí que sea una de las escapadas desde Burgos más interesantes para realizar en familia.

Y para tener una división aún más completa, es imprescindible la visita al Centro de Arqueología Experimental (CAREX) y al Museo de la Evolución Humana (MEH), este último en la ciudad de Burgos. De esa forma, ese viaje por la historia de nuestros antepasados será mucho más enriquecedor.

La ciudad más pequeña de España

Frías
Frías. | Shutterstock

Tiene menos de 300 habitantes, pero Frías es una ciudad; de hecho, es la más pequeña de España. Tiene su explicación, y para conocerla hay que retroceder al siglo XV, momento en el que Juan II de Castilla le otorgó este título para poder intercambiarla por Peñafiel con el conde de Haro. Pero más allá de la anécdota, lo cierto es que este es uno de los pueblos más bonitos de España.

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Pasear por Frías es como retroceder a la Edad Media. Sus calles estrechas serpentean para adaptarse al cerro sobre el que se construyó la ciudad, mientras que algunas de sus casas parecen colgarse de él, asomándose a un profundo precipicio. Y, como guardián de la ciudad, el Castillo de los Duques de Frías, con mil años de historia entre sus muros. Aún quedarán por ver en esta ciudad liliputiense su puente medieval de nueve arcos, la Iglesia de San Vicente o el rollo de justicia.

Frías está a una hora de Burgos. Por ello, si queda tiempo, merece la pena acercarse a dos localidades cercanas: por un lado, Poza de la Sal, con sus antiguas salinas y, por otro, Oña, que presume de ser una de las cunas de Castilla y que tiene un interesante casco histórico.

El Monumento Natural de Ojo Guareña

Ermita de San Bernabé
Ermita de San Bernabé. | Shutterstock

La comarca de Las Merindades, al norte de Burgos, esconde infinidad de rincones y pueblos de enorme belleza. Pero uno de sus lugares más fascinantes no se aprecia a simple vista, sino que se esconde en las entrañas de la tierra. El Monumento Natural de Ojo Guareña es un paraíso para los amantes de la espeleología, uno de los mayores complejos de cuevas de la península y del mundo, con más de 100 kilómetros de desarrollo.

Pero no hace falta practicar deportes de aventura para contemplar este mundo subterráneo. En una de esas cuevas se puede visitar la Ermita de San Bernabé. La sencillez de su exterior no permite imaginar la belleza de lo que hay tras ella: unas bóvedas ricamente decoradas con frescos y un altar en el que se puede contemplar una talla de San Tirso del siglo XIII. La escapada se puede completar con una parada en Puentedey, que debe su nombre al imponente arco de roca sobre el que se asienta, excavado durante millones de años por el Río Nela.

Orbaneja del Castillo y la cascada que lo divide

Orbaneja del Castillo
Orbaneja del Castillo. | Shutterstock

Rozando ya con Cantabria, pero a solo una hora de Burgos, Orbaneja del Castillo ofrece una de las imágenes más fotogénicas de España. Aquí un arroyo se precipita en forma de cascada escalonada desde la cueva en la que nace hasta morir en el Río Ebro. Y en su camino divide en dos una localidad con un encantador casco urbano.

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Pero si la visita a Orbaneja del Castillo es una de las mejores escapadas cerca de Burgos no lo es solo por esa caída de agua, sino también por su entorno. El pueblo está encajado entre los cañones del Río Ebro, un espacio natural de gran valor y paisajes caprichosos que se puede recorrer a través de infinidad de senderos.

Frómista: historia, arquitectura e ingeniería

Iglesia de San Martín de Tours
Iglesia de San Martín de Tours. | Shutterstock

Ya en tierras palentinas, pero a media hora de Burgos, Frómista conserva una de las iglesias más espectaculares del románico español, la de San Martín de Tours. Inconfundible con sus dos torres cilíndricas, este templo casi milenario es una de las joyas del Camino de Santiago a su paso por Castilla y León.

Y no hay que alejarse mucho del centro urbano para admirar la mayor obra de ingeniería hidráulica diseñada en la España del siglo XVIII: el Canal de Castilla. A su paso por Frómista se pueden contemplar algunas de esas esclusas cuyo objetivo era facilitar la navegación y el transporte de mercancías, aunque el canal nunca llegó a los puertos del norte, como se pretendía en su proyecto inicial.

Los paisajes sobrecogedores del Cañón del Río Lobos

Cañón del Río Lobos
Cañón del Río Lobos. | Shutterstock

Burgos y Soria comparten este parque natural en el que el Río Lobos ha tallado un paisaje kárstico espectacular. Infinidad de senderos de poca dificultad lo atraviesan y permiten no solo disfrutar de unas vistas magníficas, sino también del vuelo de los buitres que anidan en sus roquedos.

Pero si hay un rincón especial en él es la Ermita de San Bartolomé de Ucero. Se trata de un pequeño templo repleto de referencias templarias, rodeado de misterios y que además se levantó en un punto singular: si miramos a dos de los extremos de la península, el Cabo de Creus y Finisterre, la distancia desde este lugar es exactamente la misma.