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Maravillas de Salamanca que hay que ver al menos una vez en la vida

Maravillas de Salamanca que hay que ver al menos una vez en la vida

Salamanca es historia, arte, sabiduría, tradiciones y naturaleza. Recorrer la provincia, o simplemente perderse por las calles de su capital, significa vivir experiencias que quedan marcadas para siempre en la memoria. Es así porque Salamanca esconde muchas maravillas, tantas, que es muy difícil resumirlas en solo unas líneas. Las hay de sobra conocidas, otras quizá no tanto, pero igualmente hermosas.

Maravillas de la ciudad de Salamanca

La ciudad Vieja y sus tesoros, Patrimonio de la Humanidad

Salamanca
Salamanca. | Shutterstock

La ciudad de Salamanca es una de las más bellas de España y también de las más animadas, gracias a ese carácter estudiantil que tiene desde hace siglos. Y son muchas las maravillas que alberga. Es una de las pocas ciudades con dos catedrales, su Plaza Mayor es una de las más bonitas de Europa y el edificio de su centenaria universidad asombra con una fachada llena de detalles entre los que se esconde una rana que se ha convertido en una especie de icono de la ciudad.

Pero esa ciudad vieja que hizo que Salamanca fuera reconocida como Patrimonio de la Humanidad alberga otros monumentos fabulosos como la Clerecía, cuyas torres se elevan sobre la Casa de las Conchas. Hay que mencionar también el Convento de San Esteban, el Palacio de Monterrey o el de la Salina. Y faltan otros pequeños tesoros menos conocidos, pero también fascinantes, que merecen capítulo aparte.

El más bello cielo de Salamanca

El cielo de Salamanca
El cielo de Salamanca. | Nodal Imagen – Universidad de Salamanca, Wikimedia

La vista de la ciudad desde los tejados de la catedral o las torres de la Clerecía son espectaculares. Pero para admirar el cielo más bello de Salamanca hay que dirigir los pasos a las Escuelas Menores, junto a la fachada de la vieja universidad. Allí, en una de sus aulas, se puede contemplar El cielo de Salamanca. Es una maravillosa pintura mural en forma de bóveda celeste donde se representan las constelaciones y signos del zodiaco de una forma exquisita.

Esta joya de finales del siglo XV y obra de Fernando Gallego es solo una tercera parte de la decoración de la bóveda de la antigua biblioteca de las Escuelas Mayores. Durante dos siglos permaneció oculta, después de realizar unas obras de ampliación que no solo tapiaron esta joya, sino que lamentablemente provocaron la pérdida para siempre del resto del mural.

Una joya modernista: la Casa Lis

Casa Lis
Casa Lis. | Shutterstock

Aunque, dentro de él, hay que abandonar el casco antiguo para admirar la singularidad de la Casa Lis. Sobre el lienzo de la muralla se aprecia un capricho en forma de galerías de hierro y coloridas vidrieras. El palacete es un ejemplo sublime de arquitectura modernista que a pesar de ello no resulta discordante en ese entorno mucho más vetusto en el que se integra.

La Casa Lis, que en otra fachada más modesta mira a la catedral, es una auténtica fantasía en su exterior y también en su interior. Se levantó a principios del siglo XX como hogar de un próspero comerciante y tras muchos avatares hoy es sede de un pequeño pero encantador museo dedicado al art nouveau y al art dèco.

Pueblos de Salamanca con encanto

Candelario, la joya de la Sierra de Béjar

Candelario
Candelario. | Shutterstock

A los pies de la Sierra de Béjar y rodeado de un entorno maravilloso, Candelario es uno de esos pueblos que han sabido conservar su esencia más pura. Se percibe en sus casas chacineras, donde se entremezclan piedra, ladrillo y adobe. Son viviendas con elementos típicos como galerías, voladizos y sobre todo batipuertas, que son medias puertas a modo de protección del acceso principal de las casas.

Pero el gran protagonista en Candelario es el agua. El líquido elemento corre libremente por pequeñas regaderas y su sonido acompaña cualquier recorrido por el pueblo. Un pueblo de calles empinadas que obligan a detenerse de vez en cuando para recuperar energías, excusa perfecta para deleitarse con cada uno de sus rincones. Entre ellos se descubren lugares como la imponente iglesia parroquial, la Ermita del Santísimo Cristo del Refugio o un buen número de fuentes.

La Alberca, la esencia de la tradición

La Alberca
La Alberca. | Shutterstock

Fue el primer pueblo de España declarado Monumento Histórico-Artístico, en 1940. Este detalle ya avanza que La Alberca, a los pies de la Peña de Francia, es especial. Lo es por sus estrechas callejuelas de piedra, por la arquitectura tradicional de sus casas y por una Plaza Mayor en la que destacan un magnífico crucero y balcones de madera adornados con coloridos geranios.

Caminar sin rumbo por La Alberca es una experiencia llena de sorpresas, como la de ver un cerdo deambulando tranquilamente por el pueblo. Es el cerdo de San Antón, al que todos los vecinos alimentan y que se subasta el día del santo. Una pista que lleva a otro de los tesoros de esta localidad: los embutidos. Y junto a ellos hay que saborear el vino y los dulces elaborados con miel de la zona, auténticas tentaciones para el paladar.

Mogarraz, el ‘pueblo de las mil caras’

Mogarraz
Mogarraz. | Shutterstock

Mogarraz es un típico pueblo serrano de calles empedradas, casas de piedra y entramados de madera. Hasta ahí podría ser como uno más de los pueblos de la Sierra de Francia. Pero tiene algo que lo hace diferente y basta una simple mirada para advertirlo. Las fachadas de muchas de sus casas están decoradas con enormes retratos, una especie de memoria histórica del pueblo.

Tiene su explicación. En los años 60 del pasado siglo el entonces alcalde hizo un archivo fotográfico de sus vecinos para facilitar que pudieran renovar el documento de identidad. Años más tarde un artista local, Fernando Maíllo, encontró aquellos negativos y los reprodujo a gran tamaño sobre chapa. Y qué mejor lugar para exponer esas obras que las fachadas de las casas de sus protagonistas. Más de 800 retratos forman parte de este singular museo al aire libre que no para de ampliarse.

Otras maravillas de Salamanca: naturaleza e historia

La belleza del valle de Las Batuecas y la Sierra de Francia

Peña de Francia
Peña de Francia. | Shutterstock

La gran joya natural de Salamanca es el Parque Natural de las Batuecas-Sierra de Francia. Esta Reserva de la Biosfera es una sucesión de profundos valles, elevados peñascos, piscinas naturales y montes cubiertos de una fabulosa masa vegetal. Hogar de especies como el águila real, la cigüeña negra, el tritón o la cabra montés, su variedad de paisajes es capaz de despertar todos los sentidos.

Esconde, además, infinidad de lugares que cortan la respiración, como la Peña de Francia, coronada por el santuario de la patrona de la provincia, y desde donde se observan unas vistas fabulosas de todo el parque natural. Otro rincón mágico lo protagoniza el río Alagón, que separa Salamanca de Cáceres y que ofrece una postal de abrumadora belleza, la del meandro del Melero, un lugar donde el cauce se estrangula de una forma casi imposible.

La furia de la naturaleza en el Pozo de los Humos

Pozo de los Humos
Pozo de los Humos. | Shutterstock

Miguel de Unamuno quedó prendado de la soberbia belleza de este paraje. «Es una de las más hermosas caídas de agua que pueden verse entre aquellos tajos adustos», dijo. Y en su honor, la senda que permite alcanzar el Pozo de los Humos lleva su nombre. Un pozo al que se precipita el río Uces en una impresionante cascada de 50 metros de altura. Lo llaman el ‘Niágara español’ y, sin embargo, solo en épocas de lluvia es posible admirar el paisaje envuelto en esa nube que forma el agua al precipitarse con furia y a la que debe su nombre este lugar.

El Pozo de los Humos es solo una de las maravillas de un espacio natural que Salamanca comparte con Zamora: los Arribes del Duero. Aquí ese río que sirve de frontera natural con Portugal serpentea en un profundísimo cañón que oculta una espectacular obra de ingeniería: la Presa de Aldeadávila, una de las más altas de España.

Siega Verde, museo de arte rupestre

Figura de animal en Siega Verde
Figura de animal en Siega Verde. | Shutterstock

Cerca de la frontera con Portugal, Siega Verde es un rincón mágico donde los protagonistas son caballos, ciervos, toros, felinos y algunos otros seres de aspecto indeterminado. Pero no lo son en carne y hueso, sino en forma de más de 400 figuras grabadas en la piedra hace más de 20 000 años.

Siega Verde es una de las maravillas de Salamanca más desconocidas, pero más fascinantes. Lo es por su antigüedad, pero también por el efecto que sombras y luces a lo largo del día crean en esos grabados. En conjunto con el yacimiento del Valle del Côa, ya en Portugal, forman una de las mayores muestras de arte paleolítico al aire libre encontradas hasta ahora. De hecho, forman parte del Patrimonio de la Humanidad.

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