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Maravillas de Tarragona que hay que ver al menos una vez en la vida

Maravillas de Tarragona que hay que ver al menos una vez en la vida

En pocos lugares como en Tarragona se puede pasear literalmente por la historia. La provincia está salpicada de monumentos que recuerdan antiguas civilizaciones, de imponentes castillos, pueblos medievales y obras de ingeniería que han perdurado a lo largo de los siglos. Todo ello sin olvidar un patrimonio natural de extraordinario valor. Son infinitas las maravillas de Tarragona, algunas de renombre y otras mucho menos conocidas, pero igualmente hermosas. En unas y en otras haremos parada en este pequeño recorrido.

Maravillas de Tarragona: la Tarraco imperial

Anfiteatro de Tarragona
Anfiteatro de Tarragona. | Shutterstock

Tarraco fue una floreciente ciudad de la Hispania romana. Llegó a tener más de 30 000 habitantes y los restos que de ella se conservan permiten viajar en el tiempo para sumergirse de lleno en la época imperial. De hecho, su anfiteatro, cuyo graderío se excavó en la roca hace casi dos milenios, aún acoge espectáculos. Y muy cerca de él es posible caminar junto a la muralla y descubrir los restos del teatro, del circo o del foro.

Pero el impresionante Conjunto Arqueológico de Tarraco, declarado Patrimonio de la Humanidad, se extiende más allá de los límites de la ciudad. En él se incluyen otras joyas como el Arco de Bará; la villa de Els Munts, que es una de las villas romanas mejor conservadas de toda la Hispania; la cantera del Mèdol, de la que se arrancó la piedra con la que se construyeron gran parte de edificios de Tarraco; o el acueducto, del que hablaremos un poco más adelante.

Pueblos con encanto en Tarragona

Miravet y su castillo templario

Miravet
Miravet. | Shutterstock

Miravet mira al Ebro desde una de sus curvas. Sus casas colgantes se asoman al cauce y por encima de ellas despunta la Iglesia Vieja, levantada sobre una antigua mezquita. Ya en lo alto del conjunto se alza la soberbia figura de su castillo templario, uno de los más importantes de esta orden en Cataluña. La imagen desde el otro lado del río es de lo más fotogénica, como lo es la vista desde la fortaleza.

Siurana, desafiando al abismo

Iglesia románica de Siurana
Iglesia románica de Siurana. | Shutterstock

Los restos del viejo castillo, una pequeña pero encantadora iglesia románica y un manojo de callejuelas empedradas dotan a Siurana de un encanto irresistible. Pero si es especial es por su ubicación. El pueblo se encarama a una estrecha cornisa rocosa de altura nada desdeñable, y paredes verticales que hicieron de él un fuerte inexpugnable en tiempos de la Reconquista. Una atalaya privilegiada para admirar otra de las maravillas de Tarragona, en este caso natural: la Serra de Montsant.

Montblanc, belleza medieval

Montblanc
Montblanc. | Shutterstock

1700 metros de recia muralla abrazan el casco histórico de Montblanc. Es el mayor y mejor conservado recinto amurallado de Cataluña. Sus almenas, las veinticinco torres que conserva y los portales que la atraviesan te transportan a aquella época en la que entre sus muros se hospedaban con cierta frecuencia los reyes de Aragón.

La villa guarda otros tesoros, como las iglesias de Santa María la Mayor y San Miguel, el Convento de San Francisco o el Palacio de los Josa. Además, es escenario de una leyenda, la que cuenta que fue aquí, justo delante de las murallas, donde Sant Jordi venció al dragón.

Templos divinos y humanos en tierras de Tarragona

Dos joyas del Císter: los monasterios de Poblet y Santes Creus

Monasterio de Poblet
Monasterio de Poblet. | Shutterstock

Tres son los monasterios que forman la Ruta del Cister en Cataluña y dos de esas maravillas están en Tarragona. El Real Monasterio de Santa María de Poblet es uno de los más grandes y bellos de Europa. De hecho, es Patrimonio de la Humanidad. Su panteón real alberga magníficos sarcófagos góticos de varios monarcas de Aragón.

Por su parte, el Real Monasterio de Santa María de Santes Creus, también lugar de descanso eterno de reyes y nobles, conserva un bellísimo claustro gótico, entre otras maravillas arquitectónicas.

El encanto de la cartuja de Escaladei

Monasterio de Escaladei
Monasterio de Escaladei. | Shutterstock

Las ruinas del antiguo monasterio se esconden en el fondo de un valle, rodeadas de un entorno de inmensa belleza. Un entorno en el que monjes llegados de la Provenza francesa en el siglo XII encontraron la paz y el silencio imprescindibles para la oración. Esta pequeña maravilla fue la primera cartuja que se construyó en la península ibérica y sirvió de ejemplo para otras posteriores. El Monasterio de Escaladei vio pasar épocas de esplendor, de abandono y de olvido. Labores de restauración permiten ahora conocer cómo era la vida monástica entre sus muros.

Las Catedrales del Vino

Catedral del Vino en Pinell de Brai
Catedral del Vino en Pinell de Brai. | Shutterstock

Un placer tan mundano como es degustar un buen vino tiene sus propios templos en Tarragona. Son las llamadas Catedrales del Vino, bodegas que significaron el renacimiento de una tradición tras la plaga de filoxera de mediados del XIX.

Son edificios de estilo modernista que llevan el sello de renombrados arquitectos de la época. Fachadas de ladrillo y azulejo llenas de detalles, bosques de arcos y bóvedas catalanas, gárgolas y todo tipo de elementos decorativos dan forma a edificios que son un derroche de fantasía.

Pinell de Brai, Nulles, Gandesa o L’Espluga de Francolí son solo algunas de las localidades tarraconenses que cuentan con alguna de estas catedrales. Pero son edificios que representan solo una pequeña parte de los muchos ejemplos de arquitectura modernista que se pueden encontrar a lo largo y ancho de toda la provincia, de manera especial en una de sus grandes ciudades: Reus.

Joyas de la ingeniería civil en Tarragona

El Puente del Diablo, dos mil años de historia

Puente del Diablo
Puente del Diablo. | Shutterstock

No es un puente, sino el acueducto de les Ferreres, una gran obra de ingeniería que se construyó en el siglo I a. C. para abastecer de agua a la Tarraco romana y cuyo estado de conservación es magnífico. Sus arcos repartidos en dos hiladas, la belleza de sus líneas y su idílico entorno lo convierten en uno de los lugares más singulares del conjunto arqueológico de Tarraco. En lo que respecta a ese sobrenombre que hace referencia al Maligno, se debe a una leyenda que le atribuye su construcción.

El Pont Penjant de Amposta

Pont Penjant de Amposta
Pont Penjant de Amposta. | Shutterstock

La de este puente de Amposta no es una historia cualquiera. Se construyó en 1920 para salvar el tramo inferior del Ebro, pero no solo abrió una importante vía de comunicación entre Barcelona y Valencia, sino que marcó un hito.

Con unas pilastras de 24 metros de altura y una distancia entre apoyos de 134 metros, fue el segundo puente colgante del mundo de hormigón armado después del de Brooklyn en Nueva York. Los bombardeos de la Guerra Civil causaron daños irreversibles en el puente, que se reconstruyó años después respetando el modelo original.

Maravillas naturales de Tarragona

El delta del Ebro y sus mil tesoros

Delta del Ebro
Delta del Ebro. | Shutterstock

Dentro de las maravillas de Tarragona, el delta del Ebro ocupa un lugar de honor. El parque natural esconde una variedad asombrosa de paisajes y de ecosistemas que lo convierten en una de las grandes reservas de biodiversidad del Mediterráneo. Como ejemplo, solo en sus humedales se han catalogado más de 300 especies de aves.

Arrozales, bosques de ribera, lagunas y playas maravillosas salpican este inmenso y valioso espacio natural, que alberga rincones tan singulares como el Trabucador. Se trata de una interminable lengua de arena que se adentra en el mar y que permite el baño en dos playas, una abierta al Mediterráneo y otra interior que mira a la bahía de los Alfaques.

Els Avencs de la Febró, un lugar mágico

Sierra de la Mussara
Sierra de la Mussara. | Shutterstock

En el corazón de la Sierra de la Mussara se esconde un capricho de la naturaleza, un lugar donde la tierra se abre para dar forma a un rincón sobrecogedor. Els Avencs de la Febró es una profunda sima, una grieta en el terreno que más parece un pasillo hacia el inframundo. Alcanza los 30 metros de profundidad, tiene apenas siete de anchura y 250 metros de recorrido. Un lugar inquietante no solo por ello, también por la imponente roca que parece hacer equilibrio encajada entre esos muros.

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