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Maravillas de Navarra que hay que ver al menos una vez en la vida

Maravillas de Navarra que hay que ver al menos una vez en la vida

La Comunidad Foral de Navarra, la que fuera uno de los reinos más longevos de la España medieval, une a la riqueza de su historia la sorprendente variedad de sus paisajes, desde el verde característico del norte a las estepas inverosímiles de las Bardenas Reales, pasando por una de las huertas más ricas del país. Además, Navarra apuesta por el turismo sostenible de sus vías verdes y el acercamiento a una naturaleza llena de personalidad, pero lo cierto es que esta tierra atrae por igual a los amantes de la historia, de los pueblos auténticos, de la aventura y del buen comer y buen beber. Acompáñanos y descubre lo mejor de este “Reyno” único.

Naturaleza y turismo activo

La Selva de Irati

Selva de Irati
Selva de Irati. | Shutterstock

La cercanía de los Pirineos se respira por cada poro en esta zona del norte de la comunidad, de un verde que nos envuelve por completo pero que, al llegar el otoño, da lugar a un mosaico de colores rojizos y ocres sin igual. La abundancia de hayas, robles, abedules y sauces sobre una fresca alfombra de musgo y helechos hace de la Selva de Irati uno de los tesoros más famosos de Navarra, donde se deja sentir también la cercanía de animales como ciervos, corzos y jabalíes. Para acceder a este pulmón verde hay caminos desde el Valle de Aezkoa, por ejemplo desde Orbaizeta, y también desde Ochagavía, en el Valle de Salazar. Desde un paseo en bicicleta hasta las experiencias de nieve o de montañas imponentes, la oferta de esta selva es variada y siempre llena de emociones.

Las cascadas de Salinas de Oro

Cascadas de Salinas de Oro
Cascadas de Salinas de Oro. | Shutterstock

No muy lejos de la capital navarra, quienes gusten de caminar en plena naturaleza no pueden dejar de acercarse a Salinas de Oro, un pueblo que de por sí vale la pena pero que cuenta con un premio que pocos se esperan: unas cascadas de agua salada. En este rincón sigue en activo la producción de sal, que puede extrañar estando tan lejos del mar. El Río Salado es el responsable, y los más valientes pueden comprobar si es cierto que tiene tanta sal que uno flota como en el Mar Muerto. La visita a la cascada propone una caminata bastante asequible por una pista forestal, que además cuenta con el atractivo del entorno, donde los robles abundan, y otras visitas sugestivas, como el mirador de Echauri.

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Las Bardenas Reales

Bardenas Reales
Bardenas Reales. | Shutterstock

La palabra que mejor define probablemente este paisaje es extrañeza. El Parque Natural de las Bardenas Reales es, sin duda, un lugar extraño, primero por ser un desierto a solo 70 kilómetros del Pirineo, pero también por sus formas marcianas que recuerdan al Cañón del Colorado. Este ecosistema tan frágil es el producto de una peculiar evolución geológica, y quienes lo visitan destacan las impresionantes imágenes que nos regala y un silencio difícil de hallar en cualquier otro lugar. Las Bardenas Reales se encuentran en el sur de la comunidad, muy cerca de Tudela, aunque el acceso principal es por la localidad de Arguedas. Que no te engañe su aspecto desértico: toda esta zona está habitada por una gran cantidad de fauna, que es el tesoro de esta Reserva de la Biosfera.

Navarra, escenario de historias

Olite, hogar de un castillo de cuento

Castillo de Olite
Castillo de Olite. | Shutterstock

Olite es un pueblo de sabor medieval, en el que es fácil trasladarse a tiempos pasados mientras se pasea. Pero tal vez no estaría en esta lista de no ser por su formidable castillo. El Palacio Real de los Reyes de Navarra es una construcción de cuento, uno de los castillos más lujosos de toda Europa, que mezcla influencias francesas y mudéjares. Sus murallas llegaron a tener un jardín colgante, y sus patios cisnes, leones, loros e incluso una jirafa. Este castillo espectacular es la visita obligada en Olite, pero no lo es menos la Iglesia de Santa María la Real, otra joya gótica, o el detenerse a probar algún vino de la capital vinícola de Navarra.

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Zugarramurdi y sus cuevas embrujadas

Cuevas de Zugarramurdi
Cuevas de Zugarramurdi. | Shutterstock

En pleno Valle de Baztan, cerca de Francia, está este pueblo, famoso por la historia de sus brujas. En 1610, un proceso inquisitorial dictaba la muerte en la hoguera de once personas, acusadas de participar en oscuros ritos diabólicos en estos parajes. Ahí comenzó un furor brujeril que marcó para siempre a Zugarramurdi, y que tuvo en la imponente cueva del pueblo su epicentro. La Cueva de Zugarramurdi es una impresionante galería natural, a la que se llega tras un delicioso paseo por el bosque. Pero no es la única en la zona. Merecen una visita también la de Urdazubi/Urdax y la de Mendukilo, sobre todo a los enamorados de las grutas, sin olvidarnos tampoco del interesantísimo Museo de las Brujas.

La Ciudadela de Pamplona

Ciudadela de Pamplona
Ciudadela de Pamplona. | Shutterstock

La Ciudadela de Pamplona es un magnífico ejemplo de fortificación en forma de estrella, al estilo italiano. Se construyó en tiempos de Felipe II para mantener a raya a los franceses, y en la actualidad es un espacio verde al que acuden los pamplonicas para relajarse o hacer deporte. Sin embargo, son bien visibles los fosos, baluartes y revellines que nos hablan de las necesidades defensivas de la época. En el interior, se encontraba el núcleo de dependencias militares, como una pequeña aldea dentro de una estructura radial. Posteriormente, el crecimiento de la ciudad hizo perder dos de los baluartes, pero el conjunto sigue siendo un emblema de la capital de Navarra y un conjunto lleno de armonía e historia.

La fiesta de San Fermín

San Fermín en Pamplona
San Fermín en Pamplona. | Shutterstock

Es imposible no pensar en los sanfermines al hablar de Pamplona. Por eso, la última visita imprescindible, y seguramente la más famosa, es la de esta celebración de origen medieval que mueve a multitudes. Lo ideal, qué duda cabe, es presenciar el 6 de julio el tradicional chupinazo, frente al ayuntamiento, y también los celebérrimos encierros de toros que recorren el casco antiguo de la ciudad. Si no puedes estar presente, siempre podrás hacer por tu cuenta el recorrido, comenzando bajo la hornacina del santo al que se le canta, y de ahí por la Plaza Consistorial, la mítica calle Estafeta y el callejón, hasta la plaza de toros.

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