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Los apátridas españoles de Mauthausen

Mauthausen, Los apátridas españoles de Mauthausen

Triángulos rojos para los prisioneros políticos. Rojos como los comunistas soviéticos, los bolcheviques… Estrellas amarillas para los judíos, la raza que había que exterminar a toda costa, los que tenían la culpa de todos los males que se habían cernido sobre el Reich. Triángulos verdes para los criminales comunes, rosas para los homosexuales, negros para los gitanos o las personas con algún tipo de discapacidad y púrpuras para los testigos de Jehová. ¿Y los triángulos azules? Esos se reservaban para los apátridas. Este color era el que llevaron cosido a sus uniformes los españoles que fueron capturados por el régimen nazi. Españoles que su propio país ya no reconocía. La mayoría acabarían en el campo de concentración de Mauthausen.

Mauthausen
Instalaciones del campo de concentración de Mauthausen. | Shutterstock

Más de 9.000 presos españoles

Según el minucioso registro llevado a cabo por el Banc de Memòria de la Generalitat de Catalunya, la Universitat Pompeu Fabra y la Asociación Amical Mauthausen, publicado en mayo de 2021, el número de españoles deportados a campos de concentración nazis asciende a 9.161. De ellos, esta misma investigación ha determinado que murieron 5.166 personas, mientras que sobrevivieron 3.539. Por otra parte, por el momento se desconoce cuál fue la suerte de al menos 456 de los presos.

Pero, ¿quiénes eran estos reclusos que portaban en sus camisetas un triángulo azul marcado con la letra S de Spanier? Eran Agustín Ruiz Carrete, Ezequiel Palacios García, Felix Velázquez Herrero, Juan Tordesilla Arellano, Conchita Ramos… Eran, casi en la totalidad de los casos, soldados o simpatizantes de la república española, el bando perdedor de la Guerra Civil Española. Cuando aquella contienda estaba por su final, estos hombres y mujeres escaparon a Francia y allí se incorporaron a las filas francesas con la llegada de la Segunda Guerra Mundial. Pero el país galo cayó ante la implacable Wehrmacht y su guerra relámpago. Y con ella, los españoles caían también en manos nazis.

fotos de prisioneros
Fotografías de algunos de los presos de Mauthausen. | Shutterstock

El campo de Mauthausen

En 1938, antes aún de que estallara el conflicto internacional, Alemania consumó la anexión de Austria. Esta etapa pasó a conocerse como periodo de apaciguamiento, una época en la que las potencias aliadas prefirieron no intervenir en las acciones belicistas que Alemania había puesto en marcha, a pesar de que incumplían indudablemente el Tratado de Versalles. Tres semanas después de aquella anexión, Austria anunciaba con honor la construcción del primer campo de concentración que se hizo fuera de Alemania: Mauthausen. Se construyó a apenas 20 kilómetros de la ciudad de Linz y se convirtió en uno de los campos más duros del Tercer Reich.

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Los primeros presos llegaron en agosto de aquel mismo año. Eran disidentes políticos del régimen nazi, homosexuales o presos comunes. Más tarde, ya con el estallido de la contienda, los habitantes del campo fueron sumando presos de la Wehrmacht. La llegada de más y más prisioneros hizo que Mauthausen se quedara pequeño. Así, el campo se fue dividiendo en subcampos, entre ellos Gausen I, Gausen II y Gausen III. Con el tiempo, Mauthausen pasó a ser conocido como el campo de los españoles debido al gran número de presos de dicha nacionalidad que acogía.

Las escaleras de la muerte
Las escaleras de la muerte que subían a la cantera de granito. | Shutterstock

En Mauthausen las técnicas de exterminio eran variadas, pero quizás la más frecuente y prolongada en el tiempo fue la de acabar con los presos a través del trabajo esclavo. El campo no estaba donde estaba por casualidad. Se hallaba junto a la mina de granito Wiener-Graben. Los presos eran obligados a extraer aquella roca de sol a sol. Para ello, debían subir y bajar 186 escalones varias veces al día cargados con kilos de piedras a sus espaldas. Estas escaleras pasaron a ser conocidas entre los presos como las escaleras de la muerte.

También, “de vez en cuando había sesiones de paracaidismo”, señalaba el superviviente del campo Jean-Laurent Grey en el documental, dirigido por Barbara Necek, Los resistentes de Mauthausen. El exprisionero se refería aquí a cuando los guardias del campo tiraban a los judíos por un barranco o les obligaban a empujarse entre ellos. Otra de las sádicas invenciones de los nazis para deshacerse de los presos.

Un acto de supervivencia, un acto de resistencia

Si algo se dice de los presos españoles es que su espíritu de lucha y resistencia se mantuvo intacto durante la mayor parte del cautiverio. Pero, ¿cómo enfrentarse al enemigo en un mundo en el que solo se buscaba sobrevivir día a día? El 21 de junio de 1941, las SS ordenaron una desinfección general en el campo de Mauthausen. Los presos fueron obligados a estar desnudos en el patio de garajes durante 18 horas, soportando la emisión de las noticias de la Wehrmacht, tal como se apunta desde el documental.

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Paralelamente, se puso en marcha la llamada Operación Barbarroja, la maniobra nazi que tenía como objetivo invadir la Unión Soviética. Se trató de un episodio que tenía por fin desmoralizar a los cautivos. Querían que supieran que ya no tenían esperanzas de ganar la guerra ni de sobrevivir al campo.

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Memorial de los presos de Mauthausen en uno de los hornos crematorios. | Shutterstock

Sin embargo, de esta forma había alrededor de 5.000 presos reunidos. Era imposible que los guardias pudieran vigilarlos a todos y el acontecimiento facilitó las conversaciones entre ellos. Fue el momento en el que la semilla de la resistencia germinó. Los españoles llegaron entonces a la conclusión de que la única forma de ayudar a sus compañeros y a sí mismos, era formando parte del Funktiunshäftlinge o, lo que es lo mismo, del grupo de los prisioneros funcionarios. Estos presos eran los que se encargaban de la cocina, la administración, la enfermería, etc.

En 1942 los españoles se habían convertido en los veteranos del campo y los alemanes comenzaron a tenerles cierto respeto. Fue entonces cuando más republicanos aprovecharon para internarse entre los funcionarios. Desde aquella posición, los españoles pudieron ayudar a otros presos. Se las ingeniaban para darles más comida, colocarlos en posiciones similares a las suyas, suministrarles más medicinas, etc.

Pablo Escribano, uno de los presos españoles que estuvo en el campo entre 1940 y 1945, contaba en el documental de Barbara Necek cómo se las ingeniaban para guardar comida para sus compañeros. “[Los nazis] nos decían “tienes 12 zanahorias“. ¿Y sabe usted el invento que hicimos? Cortar un pedazo de cada zanahoria. Había siempre 12 zanahorias, pero no de la misma dimensión”. En un contexto en el que los alemanes estaban decididos a esclavizar o liquidar a sus presos, “cualquier tipo de acción que prolongase o mantuviese la vida era un acto de resistencia contra los nazis”, señalaba el historiador Stephan Matyus en el reportaje audiovisual.

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El fotógrafo de Mauthausen: el caso de Francesc Boix

El ejemplo por excelencia de la resistencia española de Mauthausen reside en el fotógrafo Francesc Boix. Aquel muchacho acabó como prisionero con tan solo 20 años, después de haber pasado antes por dos guerras. En la contienda española se dedicaba a hacer fotografías y aquella habilidad fue aprovechada por las autoridades del campo en beneficio propio. Boix pasó a trabajar en el laboratorio fotográfico hasta la liberación del campo. Durante aquellos años, el exsoldado republicano pudo ver las atrocidades que se hacían contra sus compañeros y llegó a la conclusión de que aquella historia había que contarla.

Así, con la ayuda de sus camaradas, Boix y muchos otros presos guardaron y escondieron negativos del campo. Imágenes que mostraban los oficiales que habían pasado por las instalaciones, los cuerpos sin vida de algunos de los prisioneros, la cámara de gas, el crematorio… Todo un reportaje fotográfico de la cruda realidad de Mauthausen. El 5 de mayo de 1945, los españoles y el resto de prisioneros del campo recibieron a las tropas de liberación con una pancarta en castellano que rezaba: “Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras”.

Al terminar la contienda y después de la liberación de Mauthausen, los españoles quedaron, sin embargo, en una situación incómoda. No podían volver a sus casas, pues en España gobernaba Franco y ellos habían colaborado con la España de la república. Eran apátridas, y como apátridas fueron trasladados meses después a Francia. Allí, el fotógrafo consiguió publicar sus imágenes en una revista comunista. Era la primera vez que se contaba la historia de Mauthausen.

En 1946 Francesc Boix fue convocado a los juicios de Núremberg como testigo de los crímenes perpetrados por la Alemania nazi. Algunos jerarcas, como Albert Speer, negaron haber visitado el campo de Mauthausen, pero Boix presentó las pruebas fotográficas por las que tanto él como sus compañeros habían arriesgado la vida. La historia consiguió así preservarse, a pesar de los intentos de la Alemania del Tercer Reich por deshacerse de todas las pruebas.