Es un hecho: la economía española se basa fundamentalmente en la actividad turística. Nuestro país cuenta con todos los atractivos que el destino perfecto necesita: cerca de 8000 kilómetros de costa, paisajes inolvidables, tradiciones de larga historia y una gastronomía deliciosa.
No hace falta preguntarse por qué España atrae a millones de turistas internacionales cada año. En concreto, fueron 85 millones de personas las que la visitaron en el año 2023 según el Ministerio de Industria y Turismo, y los expertos aventuran que ascenderán a más de 90 millones en 2024. Se trata de unas cifra de récord y de una buena noticia o, según cómo se mire, un presagio de lo que quizás está por venir: la saturación de las zonas más populares del país.
España ofrece una variedad excelente de servicios y experiencias a sus visitantes que ellos quieren disfrutar sin vaciarse los bolsillos. Nos encontramos ante el auge del turismo ‘low cost’ que, además, orbita alrededor de las ciudades más solicitadas, como Madrid, Barcelona y Sevilla, y olvida otros destinos menos populares. Ante este singular crecimiento surge la siguiente pregunta: ¿compensa este tipo de negocio o debemos reformularlo para conseguir una mayor rentabilidad?
Mucho turista y pocas nueces
Durante las últimas décadas, el sector turístico español se ha esforzado en renovarse e incrementar su oferta para adaptarse a las nuevas necesidades. Ahora se propone recoger lo sembrado en un intento de solucionar la problemática del turismo low cost y la aglomeración masiva: conseguir que los turistas gasten más dinero en sus viajes.
España demanda turistas con mayor poder adquisitivo dispuestos a pasar temporadas más largas en nuestro país y que no escatimen en gastos. Apunta, en especial, a los estadounidenses y a los turistas de otros países que hasta ahora habían pasado inadvertidos en las estadísticas, como Japón, entre otros mercados asiáticos, y los países nórdicos de Europa.
Decirlo es más fácil que hacerlo en un lugar conocido por ser un destino barato con numerosos encantos. Las fiestas, las tapas y los chiringuitos a orillas del Mediterráneo son opciones encantadoras que gustan a todo el mundo, pero es inevitable cuestionarse cuándo llegará el momento los hoteles de lujo y los restaurantes vanguardistas. Tal vez 2024 sea su año.
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