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El Castillo de Javier, una joya medieval en Navarra

Castillo de Javier

El visitante reconoce el Castillo de Javier en cuanto divisa su silueta almenada en la lejanía. La impresión es más fuerte si se ha atravesado Navarra a pie para llegar, en mitad de la nieve que a menudo hace acto de presencia en el mes de marzo. Es lo que hacen cada año decenas de miles de peregrinos, en las conocidas como «Javieradas». ¿Qué hace especial este lugar para atraer a tanta gente? Lo vamos a ver en este artículo sobre uno de los mayores tesoros arquitectónicos y espirituales de toda Navarra.

Breve historia del Castillo de Javier

Castillo de Javier en Navarra
Castillo de Javier en Navarra. | Shutterstock

Javier es una pequeña villa de apenas cien habitantes en la merindad de Sangüesa, en el este de la comunidad navarra, muy cerca de la provincia de Zaragoza. El viajero que se acercara a estas tierras durante los siglos X o XI (Esabierre, en aquel entonces) solo habría visto una torre de señales y vigilancia. A dicha torre se le fueron añadiendo estancias y dependencias a lo largo de los años, acompañadas de nuevos muros, hasta convertirse en un castillo señorial.

En el castillo vivieron los señores, propietarios del conjunto, pero también campesinos con sus familias. En el siglo XVI, el Cardenal Cisneros daría orden de demoler todo elemento defensivo. Se derribaron muros, se desmocharon torres, se cegaron fosos y se eliminó el puente levadizo. En definitiva, el castillo dejó de ser tal, para convertirse en refugio y residencia.

La restauración se acomete a finales del siglo XIX, por iniciativa de la Duquesa de Villahermosa y Condesa de Javier, que poco después donó el castillo a la Compañía de Jesús. De esta época son también la basílica y las residencias de sacerdotes construidas.

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El santo del castillo y copatrón de Navarra

Interior de la basílica
Interior de la basílica. | Shutterstock

Francisco fue el quinto hijo de Juan de Jasso, señor de Idocín y presidente del Consejo Real, y de doña María de Azpilicueta, hija de los señores de Javier. La familia estuvo vinculada a la defensa de Navarra frente a Castilla, razón por la que, con diez años de edad, el futuro misionero vería cómo el castillo familiar era reducido a una sombra de lo que había sido. Por la misma causa, sus hermanos acabaron en la cárcel.

Como estudiante en París, se hace amigo de Íñigo de Loyola, el fundador de los jesuitas, y emprende como religioso su andadura misionera. De Lisboa parte a Mozambique, luego a la India (Goa, Cochín) y aún más allá, llegando a Japón y China, donde muere en 1552, después de haber logrado miles de conversiones.

Ya en el siglo XVII, fue canonizado junto a su amigo Ignacio de Loyola, y con el tiempo sería nombrado patrono de varios sitios y obras. Pío XI lo nombró Patrono de las Misiones, Pío XII patrono del turismo, e incluso ha llegado a ser patrono dentro del movimiento scout católico. Además, es copatrón de Navarra junto a San Fermín, y su festividad se celebra el 3 de diciembre.

Esta vida aventurera y llena de significación dentro del catolicismo ha convertido su pueblo natal y su castillo en centro de una relevante peregrinación, que vamos a ver enseguida.

La Javierada, un peregrinaje milagroso

El Castillo de Javier es un importante punto de peregrinaje
El Castillo de Javier es un importante punto de peregrinaje. | Shutterstock

Parece que, en la Edad Media, mucho antes de nacer Francisco, ya había peregrinos que se dirigían al Castillo de Javier para orar ante el Cristo que se encontraba en su capilla. Antes de que comenzase el fenómeno de las Javieradas, además, se había producido algún milagro relacionado con el santo, así como alguna peregrinación a finales del siglo XIX.

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Con todo, las Javieradas comienzan oficialmente en 1941, el segundo domingo de marzo, y en esa primera edición participan 360 peregrinos que se encaminaron a la villa desde Pamplona. Con el paso de los años fue creciendo el número de participantes, y ni siquiera nevadas como la de 1958 consiguieron frenarlos. Durante años, hubo una Javierada masculina y otra femenina, pero en la actualidad la única diferencia es de fecha. Se calcula que la asistencia media a las Javieradas es de 40 000 peregrinos.

Qué ver en el Castillo de Javier

Castillo de Javier
Castillo de Javier. | Shutterstock

En cuanto cruzamos el puente levadizo y la imponente puerta, nos damos cuenta del antiguo esplendor señorial del castillo. Ya desde el zaguán vemos los tres escudos en que unos ángeles muestran las armas familiares. En el sótano estuvieron en su día las bodegas, y por esta zona podemos ver unos bellos dioramas que ilustran episodios de la vida del santo.

El castillo alberga un museo dedicado a la historia del edificio, la de Navarra y la vida del santo, además de una pinacoteca. Por el camino continuaremos viendo blasones nobiliarios y varias capillas, pero al llegar a la Torre de Undués encontrarás la parte más defensiva, con su corredor protegido o el matacán desde donde se arrojaban piedras y aceite hirviendo a los posibles atacantes.

La visita, como se ve, es una suma de elementos históricos, aristocráticos, artísticos, devotos y de todo tipo, por lo que es un punto imprescindible para personas con inquietudes muy variadas. Entre estos atractivos no faltan las maravillosas vistas, que abarcan la Sierra de Leyre, la vega del Río Aragón y la frontera con las tierras aragonesas.

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La basílica, una visita obligatoria

Interior de la basílica
Interior de la basílica. | Shutterstock

Una visita al castillo de Javier no puede considerarse completa si no incluye la basílica, terminada de construir en 1901 en el lugar en que los padres de San Francisco Javier habían mandado edificar el Palacio Nuevo, donde tenían sus habitaciones. El lugar de nacimiento del santo está señalado con una placa, e incluso los muros del palacio están marcados sobre el pavimento.

La basílica tiene una hermosa portada neorrománica, en la que figuran los nombres de los lugares que recorrió Francisco en tres continentes. Los hitos de la vida del santo, además, están esculpidos en los capiteles. El altar mayor muestra una imagen del santo de gran tamaño, acompañada de doce santos jesuitas, y la cripta, por su parte, alberga los sepulcros familiares de la Duquesa de Villahermosa y los Goyeneche, los benefactores que permitieron recuperar todo este conjunto insustituible.