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El bonito pueblo medieval con una torre-castillo

Biel

Incluso desde la distancia su rotunda figura no pasa desapercibida. Es la portentosa torre de un castillo que domina el paisaje desde hace mil años en un rincón de la comarca de las Cinco Villas, en la provincia de Zaragoza. Apenas se ve, pero a los pies, o más bien a la sombra de esa fortaleza, se extiende un pequeño pueblo de encanto indiscutible donde no resulta complicado evocar tiempos de batallas, de caballeros y también de cruzadas.

Un pueblo pequeño con una gran torre

La llamativa torre del pueblo
La llamativa torre del pueblo. | Shutterstock

Biel es una de esas sorpresas inesperadas que a veces aparecen en el camino hacia lugares más renombrados. Es una villa modesta pero auténtica, de callejuelas estrechas y ambiente medieval. Desde lejos es inevitable fijar la vista en esa robusta torre que destaca en el paisaje como un faro. Pero ya de cerca, es el encanto de su casco urbano el que seduce a cada paso. Un conjunto casi irresistible que hace de Biel uno de los pueblos más bonitos de Zaragoza, aunque sea también uno de los menos conocidos.

Un castillo de aires normandos

Vista de Biel
Vista de Biel. | Shutterstock

El territorio sobre el que se asienta Biel fue durante siglos zona fronteriza. Primero lo fue entre dominios cristianos y andalusíes y más tarde entre los reinos de Aragón y Navarra. Eso obligó a levantar toda una línea defensiva en forma de castillos. Pero, mientras que algunos eran construcciones imponentes compuestas de varias estructuras, otros eran simples torres con una pequeña muralla alrededor. El de Biel es ejemplo de estos últimos, aunque diferente a cualquier otro.

Llaman la atención las dimensiones de esa torre, que hacen que todo lo que hay a su alrededor parezca mucho más pequeño de lo que en realidad es. Pero existe otro detalle que no pasa desapercibido y es su aspecto, diferente al de otras construcciones defensivas de la época. De hecho, no cuesta encontrar ciertas similitudes con fortalezas que solo se pueden contemplar en países del norte de Europa. Y no es fruto de la casualidad. Al contrario, tiene una explicación histórica.

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Para entenderlo hay que viajar a mediados del siglo XI, momento en el que tuvo lugar la cruzada de Barbastro. En ella, caballeros llegados de toda Europa se unieron en estas tierras para sitiar y conquistar la ciudad aragonesa, en aquel entonces bajo dominio árabe. Existe la teoría de que fueron constructores normandos los que levantaron el castillo de Biel con su torre, que se eleva casi 30 metros desde su plataforma y que es diferente por el elevado número de aspilleras que atraviesan sus muros.

La judería de Biel

Biel
Biel. | Shutterstock

Al abrigo de ese castillo se desarrolló más tarde un pequeño núcleo urbano que ha mantenido su vieja esencia. Pasear por Biel es descubrir un pequeño rosario de calles a veces enrevesadas, empinadas y estrechas. Se esconden en ellas pequeños tesoros, como alguna que otra casona nobiliaria con escudo en la fachada o recoletas plazas en las que reina el silencio.

Hay que fijarse bien, porque ese entramado medieval guarda un secreto: la que fue una de las juderías más importantes de la provincia de Zaragoza. De hecho, a principios del siglo XV, más de la mitad de la población de Biel era de origen hebreo, 51 de las 97 familias que por aquel entonces habitaban la villa.

La huella del pasado sefardí de este pueblo es aún visible, y no solo en su entramado urbano. También lo es en forma de hornacinas que se conservan en las entradas de algunas casas y que servían para colocar la Mezuzá, un pergamino con versículos de la Torá.

La Iglesia de San Martín

Iglesia de San Martín
Iglesia de San Martín. | Wikimedia

Mucho más visible que ese barrio judío y casi tanto como la torre del castillo es la iglesia que se alza adosada este último. En la Edad Media era habitual que se levantasen fortalezas y templos que formaban un único conjunto. La Iglesia de San Martín es bastante posterior al castillo, del siglo XVI. Sin embargo, en su interior conserva restos del primitivo templo románico, aunque es su bello altar barroco lo más destacado.

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La belleza del entorno de Biel

Pozo Pigalo
Pozo Pigalo. | Shutterstock

La singularidad de Biel no se traduce solo en ese casco antiguo que se desarrolla a los pies de la torre medieval, también en su entorno. La Sierra de Santo Domingo que rodea la villa es un paisaje protegido. Está cubierta por una sucesión de bosques de encinas, hayas y pinos entre los que se asoman murallas rocosas que despuntan como cuchillos o se esconden rincones idílicos como el Pozo Pigalo, una de las piscinas naturales más bonitas de la provincia.

Para los amantes del senderismo o la bicicleta de montaña, la Sierra de Santo Domingo es un pequeño paraíso. Este espacio de postales abruptas y una riqueza natural extraordinaria esconde algunas de las mejores rutas del Prepirineo aragonés y Biel es un punto de partida excepcional para disfrutarlas.

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