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Ruta de los castillos de Vinalopó, dibujo entre realidad y leyenda

Ruta castillos Vinalopó

La ruta de los castillos de Vinalopó forma una línea que transcribe siglos de historia sobre la Comunidad Valenciana. Siguiendo su dibujo, el corazón de la provincia de Alicante late al son de antiguas luchas, feudos y leyendas. Entre viñedos, el río Vinalopó cruza las tierras de varias comarcas alicantinas. Desde Banyeres a Villena, pasando por Aspe o Elche, hasta llegar a la urbana Santa Pola.

El cauce funciona a modo de índice, donde cada fortaleza significa un capítulo con título y narrativa propios. Novelas de caballerías, justas y conquistas son anotaciones a pie de página de estos gigantes de piedra y siglos. Así, fantasía y realidad se entrelazan a lo largo de este recorrido. Un paseo por el pasado árabe de la zona en equilibrio con su condición de línea fronteriza entre las coronas de Castilla y Aragón. Pero también, una tentación para regresar a los libros de aventuras, repasar portadas de tebeos, imaginarse en una sala frente a la pantalla grande…

En este enclave del noroeste alicantino el tiempo no pasa, vuela entre nubes de papel y tinta de uva.  El río, como la historia, ha seguido su curso durante todo este tiempo. Solo queda perseguir la historia en su corriente.

Fortalezas encantadas entre Banyeres y Castalla

Entre subidas y bajadas van surgiendo las fortalezas encantadas de Vinalopó, vigías y testigos del paso del tiempo. La ruta comienza en el municipio de Banyeres de Mariola, casi rozando el cielo, a más de 800 metros sobre el nivel del mar. Allí, un castillo almohade, datado de entre los siglos XII y XIII, corona la calle principal. Rodeado por un paisaje de cuento, en la actualidad acoge al museo de las fiestas de moros y cristianos de Banyeres. Molinos, fuentes y melodías de riachuelos escriben sus páginas.

Siguiendo la ruta aparece, en un extremo del monte de San Cristóbal, la segunda parada: el castillo de Villena. Desde allí arriba comparte el papel de fortaleza secular con el castillo de Salvatierra, utilizado desde el siglo X como torre de vigilancia.

Castillo de Villena
Castillo de Villena. | Shutterstock

Erigido por los árabes, este baluarte llegó a manos cristianas en el 1240, tras el asedio de las tropas aragonesas. Desde hace diez siglos contempla, como un Narciso de piedra, su reflejo sobre las aguas del río. 12 torreones coronan las murallas exteriores. Su silueta, recortada sobre el horizonte, despide al viajero que prosigue el camino hacia Biar, a nueve kilómetros.

A lo lejos, antes de arribar a este nuevo destino, se aprecia una torre del homenaje de casi 20 metros de altura. Hasta allí tan solo ascienden las aves rapaces que pueblan el valle. Vuelan rodeando sus contornos como auténticas soberanas del lugar. La arquitectura del edificio, protagonizada por una bóveda nervada almohade, lo hermana con el de Villena. Después, el camino sigue con la promesa final del Mediterráneo. Pero antes, una parada para enamorarse de las vistas desde el acueducto Ojival mientras resuenan las campanas de la iglesia de la Asunción.

castillo de Castalla
Imagen nocturna del castillo de Castalla. | Shutterstock

La torre Grossa de Castalla anuncia la llegada al municipio de Castalla. El aire huele a mar y, por momentos, a la pólvora de los cañones de antiguos piratas africanos. Desde los cimientos de la fortaleza de esta localidad se funden vestigios del neolítico con historias romanas y medievales. Atrás quedan la ermita de la Sangre, el convento de los Padres Franciscanos y la naturaleza del Xorret de Catí. Antes de continuar, sienta bien un receso para probar una de las maravillas gastronómicas de la localidad: el gazpacho manchego de Castalla. Después, con energías renovadas, comienza la segunda etapa de la ruta.

Desde Sax a la torre triangular de Novelda

Una atalaya rocosa de formas irregulares domina el horizonte del Alto Vinalopó al llegar a Sax. Escenario de leyendas y asentamientos datados de la Edad de Bronce, la montaña guarda para sí su pasado. El castillo de Sax, del siglo XIV, se construyó sobre una fortaleza almohade del siglo XII del mismo modo que la ermita de San Blas, patrón del pueblo, lo hizo sobre la antigua mezquita, situada en la plaza del mismo nombre. Cruce de aceros y ruido de yelmos fracturados componen la banda sonora de este pueblo alicantino asediado por el vizconde de Cardona. De aquellos días, con sabor a incertidumbre legendaria, quedan ahora las fiestas de moros y cristianos y los interrogantes que acompañan al viajero hasta su siguiente parada: el municipio de Elda.

Castillo de Sax
Vista aérea del Castillo de Sax. | Shutterstock

En Elda, frente al río, lo que queda en pie del antiguo alcázar islámico parece seguir prometiendo protección. Alrededor de este edificio se arremolinan también retazos de un pasado cristiano, siendo a su vez ruinas de castillo, palacio y alcázar. Su visión contundente centra todas las miradas en un paisaje rendido a su imagen señorial. Dejando atrás el pueblo, el reencuentro con el Vinalopó en el paraje natural de El Pantano conduce directamente al próximo destino.

Al este del centro urbano de Petrer aparece el castillo, de origen islámico. Es posible recorrerlo e incluso visitar las cuevas excavadas en las murallas. Su interior sombrío se intuye poblado por los espíritus del pasado familiar de los condes de Coloma o los de Elda. Las silenciosas ermitas llaman a un momentáneo recogimiento. Mientras, el viento entre los arcos del acueducto de San Rafael entona canciones del pasado. Quizás, algún cantar de gesta sobre la siguiente fortaleza: el castillo de la Mola.

Castillo de Petrer
Castillo de Petrer. | Shutterstock

A 13 kilómetros de Peterer, esta fortaleza, situada en Novelda, destaca por su ubicación junto al santuario de Santa María Magdalena, de tipo modernista. Fue edificada con carácter defensivo, al igual que el resto de las fortalezas de esta ruta. Pero además, es un importante ejemplo de construcción cívico-militar. Desde su torre triangular de 17 metros de altura se emitían señales visuales para comunicarse con las fortificaciones cercanas. Antes de irse, una visita al Museo Histórico Artístico descubrirá más enigmas sobre el castillo.

El final de la ruta de los castillos de Vinalopó

Con la ruta a punto de terminar, el Mediterráneo se deja sentir con más fuerza en el aire, incluso en la piel. Solo restan unas pocas etapas más, empezando por el castillo del Río, también apodado castillo del moro. Tras pasar Monforte del Cid, donde la iglesia parroquial ha sustituido al antiguo emplazamiento fortificado, se llega a Aspe. Hay que desplazarse algo lejos de la población para encontrar los restos de esta construcción, donde se cree que antiguamente existió un poblado amurallado. Cerca del río Tarafa se encuentran las ruinas del castillo de Aljau, utilizado tras el abandono del castillo del Río. Si se necesita un descanso, se puede buscar reposo y sombra en el Parque Doctor Calatayud, antes de partir hacia Elche.

Castillo de Elche
Castillo de Elche junto al palmeral. | Shutterstock

El palmeral, patrimonio de la humanidad desde el año 2000, es imagen viva de Al-Ándalus en esta ciudad mediterránea. En un bello escenario, próximo a la orilla del Vinalopó, se encuentra el palacio de Altamira. Conocido también como Alcázar de su Señoría, fue construido aprovechando los cimientos de una arquitectura amurallada almohade que servía a efectos defensivos. Hoy en día, sus servicios pasan por albergar al Museo Arqueológico y de Historia de Elche. Dejando el oasis, las palmeras se mantienen vigilantes, alerta por si piratas berberiscos deciden desembarcar en Santa Pola.

El camino del Vinalopó termina en el Azarbe del Dalt, punto de unión entre el Parque Natural de El Hondo y las salinas de Santa Pola. Desde allí su cauce discurre hacia el mar que baña la playa de la Gola. Un mar presente en todas partes: en su pasado como puerto romano, así como en las actuales funciones de la fortaleza, actual espacio para el acuario y el Museo del Mar. Se trata del castillo más tardío de toda la ruta, ya que fue construido en el siglo XVI, sobre la base de la antigua torre del puerto. De estilo renacentista, se ubica en la plaza Glorieta, y guarda en su interior la capilla de la patrona de la localidad, la Virgen de Loreto.

Tabarca
Isla de Tabarca. | Shutterstock

Se pone el sol sobre la isla de Tabarca, concluye la cita con el Vinalopó y sus fortalezas de cuento.  Durante más de 80 kilómetros transcurren historias de caballeros, asedios, huestes, victorias y derrotas. Navegan sobre el agua del río leyendas, nombres de reyes y tesoros piratas en una travesía que se repite una y otra vez. Siempre reescribiendo un nuevo libro para cada viajero.