Mauregato accedió, instaurando la humillante tradición del tributo de las cien doncellas.
La relación de fuerzas entre musulmanes y cristianos cambió, reforzándose la precaria situación de aquellos godos refugiados en las montañas de Asturias. En el año 795 el ejército de los asturianos causó una devastadora derrota a los musulmanes en el desfiladero de Lodos, cerca del pueblo asturiano de Lodares. Como consecuencia de esto el rey Alfonso II el Casto anuló el pago del tributo de las cien doncellas. Pero unas décadas más tarde se volvieron las tornas en la intermitente lucha de los reinos cristianos y musulmanes.
Los regidores de un pueblo de Valladolid decidieron cumplir con la terrible obligación que se les imponía, pero también decidieron demostrar a su rey y al emir de Córdoba su enorme disgusto y la decisión de que no pudieran los poderosos aprovecharse completamente de ellos. Por ello enviaron a las siete doncellas que les habían asignado… pero con la mano izquierda cortada. Aquel terrible gesto de desafío hizo famosos a aquellos lugareños, y andando el tiempo daría nombre a la villa de origen de esas siete doncellas: Simancas. Al recibir ese lote mutilado el emir Abderramán se indignó, rechazó a las doncellas, y exigió la entrega de otras siete. Ante la nueva situación, y la divulgación del gesto valiente de los habitantes de Simancas, el rey Ramiro I entendió el gesto de sus vasallos y reaccionó, negándose a aceptar esa exigencia. A continuación llamó a sus mesnadas para defender su reino de la probable invasión musulmana. Como era previsible, el ejército musulmán se dirigió hacia el norte para someter a los cristianos y obligarles a cumplir con el tributo acordado. Ambos ejércitos se encontraron en los campos de Clavijo —cerca de Logroño— el 23 de mayo del año 844.
Después de un desastroso primer encuentro, los cristianos quedaron en una situación muy difícil; pero tuvieron la capacidad de retirarse sin llegar a sufrir una derrota definitiva. Durante la noche, el rey Ramiro tuvo una visión del Apóstol Santiago; en esta el apóstil le prometió al monarca su ayuda cuando reanudara la lucha. Al día siguiente, al reanudarse los combates, los caballeros cristianos vieron como un impetuoso guerrero —cabalgando sobre un caballo blanco— se unía a la vanguardia de las tropas leonesas, y les lideraba hasta conseguir una inesperada y contundente victoria. Al acabar los combates el caballero blanco desapareció sin que se le hubiera reconocido ni se le pudiera dar las gracias por su intervención. El rey Ramiro inmediatamente pensó que ese caballero era Santiago apóstol.
Muy agradecido por el auxilio, Ramiro I estableció el Voto de Santiago. Éste consistía en la realización de un juramento por el que a partir de entonces el ejército del rey reservaría al apóstol una parte del botín que se obtuviese de los moros en todas las batallas que se celebrasen. Esto suponía considerar a Santiago como un caballero más. Además de simbolizar el agradecimiento por la ayuda recibida en la Batalla de Clavijo, el Voto podría entenderse como una especie de precedente de los actuales bonus que se les da a los directivos de empresa por haber conseguido determinado nivel de beneficios; pues al incluírsele en el reparto del botín se promovía ulteriores apariciones del Santo en los escenarios bélicos. La instauración de tan singular Voto motivó que —como es lógico en todo personaje noble, más aún si es “santo— Santiago se encariñara con los castellano-leoneses; hasta el punto de prodigar a partir de entonces sus apariciones salvadoras. Según distintas crónicas, el apóstol prestó su providencial brazo en otras batallas contra infieles. Se cree que se trató de Santiago el caballero desconocido que sorpresivamente ayudó a los cristianos durante los asedios de las ciudades musulmanas de Coímbra (Portugal) y Mérida. También se cree que fue Santiago el caballero blanco que tuvo una brillante actuación durante la batalla de Simancas; aunque en esa ocasión estuvo acompañado por otro caballero desconocido, que por algunos indicios se identificó con su homónimo “castellano”: San Millán.
Para renovar el acuerdo de asistencia militar, el cumplimiento del voto se viene realizando hasta nuestros días cada 25 de julio —día de Santiago—en una solemne ceremonia. En los siguientes siglos los ejércitos españoles conquistaron América y grandes territorios de Asia y África, dominando los campos de batalla europeos durante los siglos XV, XVI y buena parte del siglo XVII; tal éxito motivó que a Santiago se le ampliase el patronazgo, nombrándosele patrón de España.
Posteriormente, con la intención de extender el auxilio del Apóstol a toda clase de necesidades y estabilizarlo, se decidió la sustitución de la parte del botín guerrero por un diezmo adicional de la cosecha de cereal. Este diezmo también suponía un gasto variable; pues dependía de la meteorología sobre la que debería de influir el Santo. Al patrón Santiago le aportaba la seguridad de una periodicidad anual, independientemente de que hubiera guerras y posibles botines. El nuevo impuesto se añadía a las primicias (la entrega de los primeros frutos) que ya le correspondían a los templos consagrados de cada circunscripción. En vista de que el Voto se cobraba en las parroquias situadas entre Galicia y La Rioja, una enorme cantidad de cereal enriqueció durante siglos a la diócesis compostelana, contribuyendo a financiar las maravillas arquitectónicas y ornamentales que se disfrutan la ciudad de Santiago de Compostela (La Coruña).
El Voto perduró hasta 1812; cuando las Cortes de Cádiz abolieron éste y otros privilegios del Antiguo Régimen. Aún así, Santiago permanece actualmente como Patrón de España y cada año se celebra una solemne ceremonia en la catedral dedicada a él en la ciudad compostelana.
Texto de Ignacio Suarez-Zuloaga e ilustraciones de Ximena Maier