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Ruta por la Ribeira Sacra del Miño, el paraíso de Lugo

Ruta sin cobertura por la Ribeira Sacra lucense

Cuando avanzas junto a la ribera del Miño, en la increíble Ribeira Sacra de Lugo, cuando paseas los bosques de esta tierra sagrada, lo último que quieres es tener el teléfono en la mano, así que poco importa que no haya cobertura en prácticamente ningún rincón de la zona. Como mucho, el viajero sentirá el impulso de tomar una fotografía que, en cualquier caso, rara vez llega a captar la belleza y la inmensidad de esta comarca natural. Tener la oportunidad de respirar el aire puro de estos bosques, de sus ríos y sus cañones, de sus pueblos, da sentido a la razón por la que cada día miles de personas se lanzan a la carretera.

Estas líneas quieren presentar la Ribeira Sacra como lo que es. Un lugar repleto de posibilidades, de estímulos de carácter diverso que permiten desconectar y conectar, ambas cosas al mismo tiempo porque pueden tener un significado complementario. El verdadero viaje empieza al tomar el coche y adentrarse en este lugar que de algún modo sigue viviendo aislado de todo lo demás. Bienvenidos a la Ribeira Sacra de Lugo.

Templos sagrados en la naturaleza

Iglesia de San Nicolás, en Portomarín
Iglesia de San Nicolás, en Portomarín. | Shutterstock

Este viaje puede comenzar en Portomarín, en los límites de la Ribeira Sacra. Queda atravesada, en este punto, por un Camino de Santiago sin el que no puede explicarse del todo la comunidad gallega. Portomarín nació a orillas del Miño, pero con la construcción de la presa de Belesar quedó sepultado por las aguas. La preciosa villa se reconstruyó, entonces, sobre un altozano que hoy permite contemplar el gigante fluvial desde una gran perspectiva. Los peregrinos pasean estas calles empedradas en las que destaca la iglesia de San Nicolás, antes de San Xoán. Fue reconstruida piedra a piedra cuando el pueblo se trasladó. Se entiende un poco, en este punto, ese aferrarse a su cultura que tienen los gallegos.

Es esta, la Ribeira Sacra, una tierra de iglesias, ermitas, capillas, eremitorios y todo tipo de templos, algunos de edad antiquísima. Abandonando Portomarín para continuar el camino del Miño hacia el sur se puede llegar a la iglesia de San Pedro de Bembibre. Este lugar puede considerarse un prólogo de lo que vendrá. Es decir, el descubrimiento del románico rural gallego, que tiene una presencia casi abrumadora en la zona. La Ribeira Sacra puede descubrirse de muchas maneras y una es saltando de templo en templo.

Iglesia de A Cova, otro ejemplo de templo en plena Ribeira Sacra
Iglesia de A Cova, otro ejemplo de templo en plena Ribeira Sacra. | Shutterstock

La localización de esta iglesia permite también ir comprendiendo dónde se encuentra uno: en una tierra en la que la naturaleza es la que manda. Las montañas parecen ceder su espacio, solo porque así lo han decidido, a esta pequeña iglesia en la que merece la pena detenerse como merecería la pena detenerse en cada rincón. Otro tanto sucede con el monasterio de San Vitoiro de Ribas de Miño. Data del siglo XII y que, especialmente en los días de lluvia y con el cielo cubierto, presenta una imagen de novela.

Este apellido, Ribas de Miño, puede encontrarse en otros rincones. Por ejemplo, la iglesia de Santo Estevo de Ribas de Miño, que también dice algo de cómo el hombre se adaptó como pudo a la naturaleza para dar cabida a ese sentimiento espiritual tan significativo del medievo. Lo más destacado del edificio actual es la adecuación al terreno, pues fue necesario rebajar la ladera y construir una cripta para sostener los pies del templo.

Paisaje en Belesar
Paisaje en Belesar. | Shutterstock

Así, poco a poco, sin perder el curso del río, se llega a Belesar. Esta aldea tiene un tamaño reducido pero una importancia inmensa a la hora de conocer la Ribeira Sacra. Entiende como pocos lugares lo que significa vivir y desarrollarse en esta tierra. Literalmente a los pies del Miño, a su alrededor se extienden bancales en los que la práctica de la viticultura heroica es una rutina. Son así conocidos, como héroes, porque trabajan en esas tremendas pendientes sin más ayuda que la que se ofrecen los unos a los otros. Sin máquinas, siguiendo el método de trabajo que ya se seguía hace décadas.

Además del paisaje único que se forma a partir de los viñedos, Belesar y sus alrededores son lugares fantásticos para conocer el día a día de estos habitantes. También para probar sus productos mientras se disfruta de un anochecer tranquilo y silencioso frente al Miño.

Tocando la tierra y ascendiendo al cielo

Playa de A Cova
Playa de A Cova. | Shutterstock

El descanso en Belesar puede completarse con una ruta de senderismo que explora los alrededores e invita a pensar en el pasado romano del lugar, pues se trata de una vía secundaria de la calzada romana que unía Astorga con Braga. Esta senda de Os Codos salva como puede las pendientes de los montes de Lugo en los que se trazan formas serpenteantes que es un gusto recorrer. Del mismo modo que la Ribeira Sacra puede descubrirse de templo en templo, también se puede atravesar de norte a sur recorriendo senderos, pues las rutas son numerosas, se cruzan entre sí y permiten llegar a rincones que de otra forma no se encontrarían. Por ejemplo, la fervenza de Aguacaída, un espectacular salto de agua de unos 40 metros.

Esta zona de la Ribeira Sacra es fantástica tanto para sentir de cerca el Miño como para tocar el cielo. Con respecto a lo primero, a pesar de que el trayecto hasta la misma es vertiginoso, un paseo en torno a la playa fluvial de A Cova es una de las mejores experiencias de esta tierra. Parece que Galicia no puede dejar atrás las playas ni siquiera tan lejos del mar. Este pequeño milagro es un rincón tranquilo, en ocasiones concurrido pero siempre sereno, donde sentarse a contemplar la serenidad del Miño.

Cabo do Mundo, una de las imágenes más representativas de la Ribeira Sacra
Cabo do Mundo, una de las imágenes más representativas de la Ribeira Sacra. | Shutterstock

Tocar el cielo se puede de diferentes maneras, pero la más relevante se encuentra en el llamado Cabo do Mundo. Antes de ascender al monte, el viajero ya ha tenido oportunidad de contemplarlo, todavía en la tierra, pues sus formas son las que bañan el paisaje de la playa de A Cova. En el cielo se forma una de las imágenes más reconocibles de la Ribeira Sacra y la tranquilidad es todavía mayor. La sensación de estar en la cima es total, a pesar de que la exuberante vegetación complica obtener una mirada limpia del horizonte. Cuando se encuentra todo ha merecido la pena. No importa, ni siquiera, que en (muchas) ocasiones el horizonte esté cubierto de nubes. O de niebla, muy recurrente en la Ribeira.

El descenso hacia el sur conduce por rincones que apuntalan todo lo anterior. La iglesia de San Miguel de Eiré, que perteneció a un monasterio fundado en el siglo XII, habla bien de ese carácter antiguo de las construcciones religiosas de la zona. El monasterio del Divino Salvador es un cenobio cisterciense reservado a mujeress. Nunca, desde su fundación en el siglo XII, ha dejado de estar activo, siendo así uno de los rincones más interesantes de la Ribeira Sacra, guardián de su historia y de su arte. La iglesia de San Xoán da Cova, al otro lado del Miño, es una joya del románico. Tiene, además, una historia muy ligada a la zona. Como sucede con Portomarín, la iglesia tuvo que ser trasladada de su ubicación original, mucho más cercana al río, tras la construcción del embalse de Os Peares.

Os Peares, el punto de unión del Miño y el Sil, de Lugo y Ourense
Os Peares, el punto de unión del Miño y el Sil, de Lugo y Ourense. | Shutterstock

A este lado puede quedarse el viajero para concluir el día en Os Peares. Este pueblo es el punto de unión de la Ribeira Sacra, el lugar donde Lugo y Ourense se encuentran. Donde el Miño y el Sil se unen para terminar siendo solo el primero hasta su desembocadura en el océano. Destaca un puente de hierro que recuerda por estilo a la afamada Torre Eiffel o la playa fluvial del río Búbal, pero lo que realmente es asombroso es el conjunto. Os Peares puede ser un buen lugar donde detenerse y terminar de interiorizar todo lo vivido. El viajero, seguramente, querrá más. Entonces es cuando se pone la mirada en Ourense.