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Ruta por la costa mediterránea (I): Catalunya, de pueblo en pueblo

Ruta de los pueblos de la costa mediterránea, Catalunya

Es cada vez más habitual tomar un vehículo y lanzarse a recorrer las carreteras que no solo unen una localidad con otra, sino que además ofrecen paisajes que por sí mismos merecen la pena. En este sentido, recorrer el Mediterráneo español, seguir esa costa sinuosa repleta de pueblos de tradición marinera y calas de ensueño, es una de las mejores experiencias viajeras de las que se puede disfrutar hoy en día. Estas líneas nacen con el objetivo y la esperanza de servir como guía para todos aquellos que quieran viajar siguiendo esta orilla mediterránea. Tomando como punto de partida Catalunya, los pueblos que vienen a continuación son el lugar perfecto para respirar, maravillarse con lo natural y lo creado por el hombre, disfrutar de la gastronomía local, pasear, darse un chapuzón o simplemente descansar. Empieza el viaje.

De la frontera al lugar más al este de la península

Portbou
Portbou. | Shutterstock

Tan cerca de la frontera con Francia como se puede estar, Portbou lleva recibiendo desde hace siglos a los turistas que cruzan esa línea invisible pegados al Mediterráneo. Es el primer núcleo tras la frontera, el que ofrece un prólogo de lo que el viajero va a encontrarse una vez que se adentre en la Costa Brava.

Este pueblo, a pesar del turismo, sigue siendo pequeño y sigue estando rodeado de naturaleza. Los barcos que pueblan su costa ya no se dedican a la pesca, sino a descubrir el mar. Las innumerables calas que se localizan alrededor justifican esta actividad, pues no hay manera de darse un paseo por las aguas mediterráneas sin encontrar un rincón en el que querer detenerse. Volviendo a tierra, si se visita Portbou, no hay que dejar de pasear sus calles antiguas, con la arquitectura y los colores que uno espera encontrar en la costa catalana.

Monasterio Sant Pere de Rodes con la Costa Brava al fondo
Monasterio Sant Pere de Rodes con la Costa Brava al fondo. | Shutterstock

Tras abandonar ese primer destino, la carretera conduce por una profusión de playas, calas y miradores de todo tipo en los que apetece detenerse. Hay que hacerlo si se tiene oportunidad. Sobre todo, hay que desviarse hasta alcanzar el monasterio de Sant Pere de Rodes, cuyas ruinas románicas hablan del importante pasado medieval en la zona. Situadas en la cima de la sierra de Rodes, nunca deja de verse el mar desde sus dominios.

Cadaqués
Cadaqués. | Shutterstock

Así, poco a poco, sin tener prisa, ese camino conducirá hasta el que seguramente sea actualmente el destino más popular de Costa Brava: Cadaqués. Situado dentro del cabo de Creus, situado en el punto más oriental de la península, este pueblo es un enclave blanco donde la nota de color la pone la vegetación que no abandona ninguna de sus calles. En el casco antiguo todavía se conservan vestigios de su pasado medieval, aunque lo que más apetece cuando uno está en Cadaqués es poner la mirada en el horizonte marítimo. Sus aguas ya atrajeron, en el siglo pasado, a numerosos artistas. Prueba de ello es uno de los cuadros más famosos de Salvador Dalí, Muchacha en la ventana, donde la hermana del pintor contempla absorta ese paisaje.

Para obtener una visión fantástica del conjunto hay que ascender hasta la iglesia de Santa María, del siglo XVI, construida sobre un templo anterior del XIII que sufrió importantes daños tras los ataques piratas de los siglos XIV y XV. Todo lo que tiene que ver con Cadaqués parece salido de un cuento.

Pasado y presente en la Costa Brava

Yacimiento arqueológico de Empuries
Yacimiento arqueológico de Empuries. | Shutterstock

Una hora separa Cadaqués de Begur, el que puede ser el siguiente destino, todavía en Costa Brava. Antes de llegar, las ruinas de Empúries pueden presumir de ser el uno de los grandes yacimientos arqueológicos de la península. Se han encontrado huellas del paso de la civilización griega, así que hay que visitarlas.

Begur
Begur. | Shutterstock

Ya en Begur, la propia localidad deja claros los motivos por los que merece la pena conocerla: “cielo azul, agua transparente, playas y calas”. Naturaleza, sí, pero también un pueblo plagado de edificios históricos. Por ejemplo, su castillo medieval, cuya primera referencia aparece en el siglo XI. Está construido sobre una colina, con claras intenciones estratégicas y no tanto estéticas, pero en pleno siglo XXI no queda otra que admirar el paisaje que forma y que, a su vez, permite contemplar.

Begur tiene también una importante colección de casas indianas, levantadas por los begurenses que en el siglo XIX emigraron a “las Indias” para escapar de la crisis económica. También torres de defensa del siglo XVI construidas para hacer frente, como tocó en la costa mediterránea, a los piratas. Un total de ocho calas y playas permiten relajarse, tras conocer esta historia, frente al Mediterráneo.

Calella de Palafrugell
Calella de Palafrugell. | Shutterstock

Apenas a 15 minutos de Begur espera Calella de Palafrugell, un antiguo pueblo de pescadores de apenas 700 habitantes que no hay que pasar por alto. Tiene una de las fisonomías más especiales y bellas de la costa mediterránea, con sus calles estrechas y su costa rocosa. Se encuentra al norte del espacio natural de Castell-Cap Roig, ideal para todo tipo de paseos. Con todo esto resulta evidente que hay que detenerse en Calella de Palafrugell, aunque sea para una efímera excursión.

Tossa de Mar
Tossa de Mar. | Shutterstock

El paraíso azul sigue estando presente en Tossa de Mar, a algo más de una hora de Calella siguiendo la línea de la costa. Podría decirse que hay muchas Tossas diferentes, pero en realidad son todas la misma. La de las huellas prehistóricas, la de las ruinas romanas, la de los edificios medievales y la moderna, todas estas caras conviven para dar forma a una localidad de algo más de 5.000 habitantes que ha sido, como sucedía con Cadaqués, destino de artistas.

Hay que destacar un detalle relevante: es el único ejemplo de población medieval fortificada que todavía existe en la costa de Catalunya. Este recinto amurallado, construido en el siglo XIII, conserva casi en su totalidad la forma con que fue concebido, con sus siete torres destacando en el conjunto. Para obtener una vista completa, no hay nada como subir al faro de Tossa. Con más de cien años de antigüedad y situado en la parte más alta de la localidad, la postal que ofrece es de impresión.

Jardines y cine frente al Mediterráneo

Jardín botánico de Marimurtra
Jardín botánico de Marimurtra. | Shutterstock

Todavía en Girona, a media hora de Tossa de Mar, Blanes espera con cuatro kilómetros de playas que han acogido, en los últimos años, a cientos de familias que han sabido ver el ambiente tranquilo que se respira en este lugar. Blanes tiene, además, uno de los espacios más curiosos de la costa catalana: el jardín botánico de Marimurtra. Lo fundó en el año 1920 el alemán Karl Faust, con el objetivo de ampliar los conocimientos que se tenían de las plantas y los paisajes del Mediterráneo. Es, por tanto, un imprescindible en esta ruta.

Sitges
Sitges. | Shutterstock

El cambio de provincia conlleva un cambio del paisaje, así como atravesar preciosos espacios como el parque del Montnegre i el Corredor, donde los bosques se unen con el mar. Habiendo dejado atrás Barcelona capital, en la que detenerse depende solo de los deseos del viajero, se llega a la siguiente localidad escogida para esta ruta: Sitges. Nacido a partir de un antiguo pueblo de pescadores llamado Blanca Subur, la siempre soleada Sitges puede presumir de tener uno de los festivales de cine fantásticos más aclamados. O una fantástica ruta para descubrir el modernismo, estilo de importante tradición en Catalunya. Así que hay que pasear sus calles blancas y empedradas y también, siempre, sus 17 playas.

De la monumentalidad al Ebro

Altafulla
Altafulla. | Shutterstock

Dentro de la Costa Dorada, ya en Tarragona, Altafulla se presenta como una villa tranquila en la que pasear y disfrutar del buen tiempo, la gastronomía, la tranquilidad de saberse en un rincón donde uno no echa nada en falta. Si el viajero se anima con el descubrimiento, en este lugar espera la villa romana de Els Munts, una de las residencias aristocráticas mejor conservadas de Hispania, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO hace más de veinte años. Cerca de Altafulla, el castillo de Tamarit, en pie desde el siglo XI, constituye uno de los ejemplos más representativos del románico catalán. Es una zona muy rica en todos los sentidos.

Poblenou del Delta
Poblenou del Delta. | Shutterstock

No se puede abandonar Cataluña sin antes conocer uno de sus parajes más relevantes: el parque natural del Delta del Ebro. Para descubrirlo, nada mejor que asentarse en Poblenou del Delta. Su entorno es único. Los campos de arroz se distribuyen por doquier y tiene cerca dos espacios naturales muy importantes: la laguna de l’Encanyissada y la de La Tancada. Si uno tiene oportunidad, para dar comienzo un nuevo día y antes de continuar el viaje, ya hacia la Comunitat Valenciana, hay que acercarse hasta el antiguo embarcadero de Les Madalenes. Los amaneceres se ven preciosos aquí.