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Ruta por la costa mediterránea (II): Comunitat Valenciana, de pueblo en pueblo

Pueblos de costa de Comunidad Valenciana

Tras abandonar Catalunya, la carretera lleva al viajero a recorrer la costa de la Comunitat Valenciana, desde hace décadas frecuentada por turistas de todo el mundo. Sus playas son de fama internacional, calidad indiscutible y belleza apacible. La Comunidad Valenciana tiene su propio color, rincones todavía por descubrir y pueblos en los que detenerse a interiorizar todo esto. Empieza el viaje.

Historia y paraíso en Castellón

Peñíscola
Peñíscola. | Shutterstock

Peñíscola es el primer destino con sabor valenciano. Con sabor castellonense, pues la provincia que recibe al turista desde Catalunya es Castellón. Con sus más de 100 kilómetros de costa, repletos de banderas azules, es uno de los destinos más destacados del verano. Dentro de esto, Peñíscola quizá pueda ser la joya de la corona. De títulos importantes sabe un rato, pues fue el hogar del polémico y curioso Papa Luna, que habitó un castillo que hoy deja una postal impresionante junto al Mediterráneo.

Al margen de esta fortaleza del siglo XIV, Peñíscola está para pasearla con tranquilidad, para disfrutar de sus calles y las vistas que se obtienen desde muchas de ellas. También para conocer lugares e historias como la que envuelve a la popular Casa de las Conchas, localizada en uno de los lugares más bellos de la localidad.

Además la naturaleza tiene mucho que decir. En torno a Peñíscola se extienden playas de gran valor, como la playa del Nord o las calas del sur, donde ya uno se siente al abrigo de la sierra del Irta. Este parque natural ofrece al visitante experiencias relacionadas con lo natural de todo tipo, pues tiene tanto los espacios junto al mar que a priori se buscan como una sierra plagada de vegetación salvaje que puede considerarse todavía virgen.

Alcossebre
Alcossebre. | Shutterstock

Tras atravesar este parque natural, si es que uno es capaz de dejarlo atrás, espera Alcossebre, una de las localidades más acogedoras de la costa mediterránea española. En plena Costa del Azahar, este pueblo de unos 2.000 habitantes ofrece una experiencia tranquila al amparo del mar y con la posibilidad también de acercarse a otro espacio natural de gran valor. Se trata del parque natural de las Islas Columbretes, un pequeño archipiélago de origen volcánico con un fondo marino de especial riqueza. El Mediterráneo también hay que conocerlo, claro, bajo el mar.

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El encanto (y la paella) valenciana

Sagunto
Sagunto. | Shutterstock

Sagunto, siendo estrictos, es un municipio de casi 70.000 habitantes, pero resulta inevitable detenerse a comprender los pormenores de este lugar, así que puede ser la siguiente parada. Ya en la provincia de Valencia, Sagunto se divide en dos núcleos de población. El primero habita las faldas del gran castillo, el segundo el puerto saguntino.

El casco antiguo permite conocer las culturas que habitaron la zona en siglos pasados, pues tiene un amplio patrimonio en el que destaca la gran fortaleza antes mencionada. Como este rincón viene con fotografía incluida, la que preside estas líneas, sobran las palabras a la hora de describirla. Por su parte, el puerto, una de las últimas ciudades-factorías de España, ofrece la oportunidad de descubrir un pasado menos antiguo, menos pasado, pero igualmente fundamental para entender el desarrollo de Sagunto.

Albufera
Atardecer en la albufera de Valencia. | Shutterstock

Al parque natural de la Albufera de Valencia, tras dejar atrás la gran capital, hay que llegar antes de la hora de la comida. Se suele decir que no se ha probado de verdad la paella hasta que no se ha comido en el lugar origen de la misma. El mayor lago de agua dulce de España, con más de 2.800 hectáreas, es uno de los paisajes más particulares de la geografía y reúne una forma de vida también única. Los amaneceres y los atardeceres se ven de otra manera aquí, así que hay que intentar atraparlos.

Cullera
Cullera. | Shutterstock

El siguiente destino es Cullera, municipio bañado por el río Júcar, con diversas playas para todos los gustos. Desde el ambiente concurrido de la playa de San Antonio hasta la tranquilidad de una playa paraíso como es la del Faro. En Cullera se puede disfrutar también de la montaña, de la historia que dejaron a su paso los musulmanes o los piratas, o de la laguna de Estany, que conecta de nuevo con el principio. En este espacio natural es posible pasear a orillas del Júcar, por senderos de gran belleza y consiguiendo una nueva oportunidad de maravillarse con los colores del cielo.

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El paraíso en Alicante

Cala del Moraig
Cala del Moraig. | Shutterstock

Antes de llegar a Moraira, un tranquilo paraíso alicantino, hay que intentar detenerse en la cala del Moraig. Es difícil elegir entre los muchos y bellos espacios que miran al Mediterráneo, pero en los últimos años este lugar ha ganado popularidad. Para entenderlo, nada como descubrir su encanto en primera persona. Pequeña, resguardada entre acantilados, preciosa.

Moraira
Moraira. | Shutterstock

También Moraira ha crecido en los últimos años, pero por fortuna no ha perdido su esencia. Esta pequeña localidad de la Costa Blanca ha sido el destino elegido por muchos extranjeros para establecer su residencia permanente. Se entiende desde un primer contacto: es blanca, tranquila, el Mediterráneo parece rendirse ante ella. Ante sus costas quizá se rindió algún que otro pirata, pero lo que sobre todo vivió Moraira fueron sus ataques. Por eso se construyeron lo que hoy se consideran monumentos pero antaño fueron edificios de defensa, como la torre vigía del Cap d’Or, del siglo XVI. Sigue siendo el mirador que fue en su día, pero en el pasado pretendía alertar de posibles ataques y en el presente es solo otro balcón al mar.

Altea
Altea. | Shutterstock

A poco más de media hora esperan las calles empedradas de Altea, con recuerdos del pasado como la preciosa Porta Vell. O monumentos impresionantes como la iglesia de Nuestra Señora del Consuelo, un templo visible desde prácticamente cada rincón del municipio, con sus dos cúpulas azules tocando el cielo, que tiene casi siempre ese mismo color. A esta iglesia se la conoce como la Cúpula del Mediterráneo. En las calles de Altea se despliegan mercadillos tradicionales y tiendas artesanales de todo tipo, las casas blancas están adornadas con flores de todos los colores y sus playas, no excesivamente transitadas, son un oasis de paz. El parque natural de Sierra Helada espera, al sur, a ser visitado. Puede ser la última parada antes de abandonar este municipio para continuar el viaje.

Villajoyosa
Villajoyosa. | Shutterstock

Si las calles de Altea huelen a las flores de sus casas, las de Villajoyosa huelen a chocolate desde el siglo XVII, cuando el cacao comenzó a llegar directo de América. A mediados del XIX, la primera fábrica de cacao artesanal abrió sus puertas y desde entonces no se han cerrado. Además de ofrecer una estancia de lo más dulce, la capital histórica de la comarca de la Marina Baixa destaca por sus fachadas de colores, que le confieren un aspecto alegre y acogedor. Cuentan, además, que se hizo así para que los marineros pudieran avistar su hogar desde las aguas.

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Una última parada

Santa Pola
Playa de Santa Pola. | Shutterstock

Antes de cruzar la frontera hacia la Región de Murcia hay que detenerse en un último pueblo. Santa Pola se extiende a lo largo de la costa y no tanto hacia el interior, como si quiera existir pegada al Mediterráneo. Por vivir en su orilla también se enfrentó a los ataques piratas y para ello se levantó, en el siglo XVI, otra fortaleza semejante a otras que pueblan el Levante. Aunque si algo destaca en Santa Pola es el parque natural de las Salinas de Santa Pola, un humedal de gran extensión en el que se trabaja desde el siglo XIX y donde, actualmente, pueden verse flamencos.

Quizá el lugar ideal para concluir este texto sea la cima del cabo y la sierra de Santa Pola. No se puede acceder hasta el faro que corona esa cima, pero en su entorno se extiende una zona de miradores naturales desde donde se puede ver la isla de Tabarca, entre otros rincones que aún esconde el Mediterráneo. Todavía no se ha terminado de explorar, pero ahora es el turno de la Región de Murcia.