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El Jardín de Marimurtra, uno de los balcones más bonitos al Mediterráneo

Escalera de Epicuro en Marimurtra

Placer y prudencia fueron los elementos que articularon el pensamiento del filósofo heleno Epicuro. La segunda parte clave de su hedonismo se suele pasar por alto, pero es tan importante como la primera. Lejos del fatalismo imperante en sus colegas atenienses, su visión logró perdurar. A su escuela la denominó el Jardín. Un lugar abierto que buscaba tanto alejar el dolor como encontrar el conocimiento. Precisamente su nombre es protagonista en uno de los rincones más encantadores de todo el Mediterráneo, el mar que artículo su época. Se trata del jardín de Marimurtra, en Blanes. Un lugar que quiso ser una república basada en las reflexiones epicúreas.

Marimurtra combina botánica y filosofía
Marimurtra combina botánica y filosofía. | Shutterstock

El legado de un mecenas puro

Karl Faust es el hombre gracias al cual existe el jardín botánico de Marimurtra. Heredero del pensamiento romántico, fue un exitoso hombre de negocios alemán que desde los 23 años ligó su vida a Catalunya. Trasladado a Barcelona, acabó montando su propia empresa junto a Wilhelm Kammann a principios del siglo XX. Logró una fortuna en el sector industrial pero pasada la quinta década de su vida optó por dejarlo todo y dedicarse a su interés real: la ciencia y el conocimiento. Ya antes destacó por sus continuos viajes y gusto por la tertulia.

Escalera de Epicuro en Marimurtra
Escalera de Epicuro en Marimurtra. | Shutterstock

Desde 1924 se dedicaría en cuerpo y alma a Marimurtra, ya en marcha y donde tenía una casa. Quería crear allí un entorno de estudio dinámico, “una república epicúrea” en sus palabras, en el que investigadores de distintas especialidades y edades colaboraran. El campo al que estaba dedicado, claro está, era la biología. El estudio fue parte esencial del resto de su vida. Otra influencia clave en el alemán sería Goethe, que le llevaría a querer trascender por algo bueno. Curiosamente, su apellido se corresponde con la obra más conocida del escritor, Fausto. Un personaje cuya redención vino de la mano del artista romántico.

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La lucha por mantener vivo al jardín botánico fue tenaz y a veces dolorosa. Durante la Guerra Civil logró dejar fuera del conflicto su proyecto, que no recibió bombardeos ni asaltos. En aquel momento logró convertir a Marimurtra en un espacio internacional y mantenerlo íntegro durante los primeros días del franquismo. Un reto al que poco después se añadirían problemas económicos derivados de la Segunda Guerra Mundial. Al fin y al cabo, su capital estaba asociado al país epicentro del conflicto. Pese a todo, poco antes de morir logró consolidar la fundación a la que da nombre y que desde entonces se ha encargado de que su obra perdure.

Jardín de Marimurtra desde el Mediterráneo
Jardín de Marimurtra y su templete de Linneo. | Shutterstock

Marimurtra, un paraíso vegetal en tres actos

El enclave creado por Faust está dividido en tres sectores. Así, se avanza desde un espacio subtropical hasta uno mediterráneo junto al mar homónimo. En total se juntan más de 4.000 especies cuyas procedencias abarcan todos los continentes. De esta forma se cumple el cariz universal que su creador pretendía. La primera de las zonas combina plantas desérticas con otras que requieren una alta humedad. Las diferencias se solventan creando áreas de sombra cuando se necesita. Hay ejemplos de América a Canarias, con multitud de curiosos cactus o palmeras. Asimismo, en la entrada destaca una rocalla artificial, un jardín basado en la piedra, de aire montés. La extracción del material para hacerlo dejó en las cercanías un estanque.

Cactus en Marimurtra
Las especies del jardín abarcan cinco continentes. | Shutterstock

Aunque Josep Goday fue el encargado de la residencia y su impresionante biblioteca, así como de bosquejar el espacio botánico, fue un suizo el que más influyó en su forma. Zenón Schreiber lideró una reorganización total de la parcela de tal forma que fuera posible hacer prosperar tanto los ideales filosóficos de Faust como las especies vegetales que quería hacer crecer. Más tarde, pasó a encargarse del asunto Wilhelm Narberhaus, en este caso un paisajista germano.

Pasajes en el jardín de Marimurtra
Pasajes en el jardín de Marimurtra. | Shutterstock

Tras el jardín subtropical se pasa a uno templado. De Asia sobresale un bosque de bambús, muy tupido. Tampoco faltan palmeras americanas y árboles europeos más reconocibles. Un punto fuerte son sus mesozoicas araucarias, fósiles vivientes de la era de los dinosaurios. Plazas y calles llevan nombres asociados a la botánica, la filosofía clásica y autores queridos por Karl Faust. En todo el recorrido cabe prestar especial atención a no fastidiar los ejemplares, por ejemplo tocándolos. También se debe respetar a la variada fauna que pulula entre las plantas.

Estanque de Marimurtra
Estanque de Marimurtra. | Shutterstock

Para el final queda el plato fuerte, un jardín puramente mediterráneo. Pegado a los acantilados típicos de la Costa Brava, deja postales de impresión. Además permite repasar especies de toda la cuenca, de la Grecia que inspira este espacio a la propia España. La escalera de Epicuro, con multitud de tramos, solo muestra su verdadera cara durante la primavera. Drossanthemum floribundum flanquean los escalones y solo florecen durante las semanas más soleadas de la estación. Durante estas, el rosa domina la escena. Bajándolas se alcanza el culmen del conjunto de Marimurtra, el templete de Linneo. Dedicado al biólogo sueco que creó la organización taxonómica, tiene formas claramente clásicas pasadas por el filtro nostálgico de la época en que se elevó. Desde allí se obtienen las mejores vistas del lugar y en verano acoge conciertos.

Vistas desde el templete de Linneo
Vistas desde el templete de Linneo. | Shutterstock

La mejor puerta de entrada a la Costa Brava

Blanes se considera la primera ciudad de la Costa Brava. Un entorno gerundense que abarca hitos tan grandes como el Cap de Creus o tan livianos como la cala d’Aigua Xelida cerca de Palafrugell. Marimurtra y su templete de Linneo permiten contemplar una de las primeras y pequeñas playas de este litoral, la de Sa Forcanera. Recóndita, se encajona entre el abrupto paisaje local y se puede acceder a ella solo en una embarcación. En el propio pueblo cuenta con más calas, templos y el castillo de San Juan, que justifican una visita reposada.

La vegetación del jardín botánico de Marimurtra es muy variada
La vegetación del jardín botánico de Marimurtra es muy variada. | Shutterstock

Una escapada desde el municipio al resto de la Costa Brava tiene casi infinitas posibilidades. La AP-7 permite comunicarse rápidamente entre sus distintos puntos. De este modo, las alternativas más cercanas son Lloret, Tossa de Mar o Sant Feliu de Guíxols. Más al norte se alcanzan otras poblaciones de gran interés como Palafrugell o L’Escala. Esta destaca especialmente en el plano histórico, ya que en su núcleo de San Martín de Ampurias se hallan las ruinas de Emporion/Emporiae. La colonia griega fue el lugar donde los Escipiones desembarcaron en Iberia durante la Segunda Guerra Púnica. Tal hecho marcó el inicio de la conquista romana de Hispania. Un lugar que enlaza especialmente con la visión clásica que desprende Marimurtra.