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El ‘Niágara gallego’, una cascada espectacular en un monte sagrado

La Cascada del Ézaro, el 'Niágara gallego'

A lo largo y ancho de España podemos descubrir cascadas espectaculares por su altura, con formas singulares o incluso que dividen en dos pequeñas localidades. Pero solo hay una que muere en el mar: la Cascada del Ézaro, en el corazón de la Costa da Morte. Es por ello única no solo en España, sino también en la Europa continental.

Más allá de esa singular característica, e incluso del apodo de ‘Niágara gallego’ con el que también se la conoce, la de Ézaro es una cascada especial por otros muchos motivos. Es una caída de agua con una historia peculiar, contemplarla resulta casi hipnótico y, como no podía ser menos en la tierra de meigas y duendes, protagoniza todo tipo de leyendas. Razones más que suficientes para convertirse en una de las escapadas en A Coruña imprescindibles.

El ‘Niágara gallego’: una historia de muerte y resurrección

El 'Niágara gallego'
El ‘Niágara gallego’. | Shutterstock

Es el Río Jallas el que da forma a la Cascada del Ézaro. Un río con un cauce de apenas 64 kilómetros desde que nace en el Monte Castelo hasta que muere en forma de cascada (fervenza en gallego) en la costa de Dumbría, en la aldea de la que recibe su nombre. Pero no siempre fue así.

La cascada fue durante siglos guía de los barcos que navegaban por las furiosas aguas que bañan la Costa da Morte. La fuerza con la que el agua dulce chocaba con las del Atlántico levantaba tal nube de vapor, que se podía ver a muchas millas de distancia desde mar adentro. La Fervenza do Ézaro se convirtió así en una especie de faro para los navegantes.

La Cascada del Ézaro
La Cascada del Ézaro. | Shutterstock

Pero todo cambió en 1986. La construcción del Embalse Santa Uxía sentenció a muerte a la cascada del Jallas. Vecinos y colectivos de la zona no se quedaron de brazos cruzados e iniciaron una lucha pacífica que dio sus frutos. En el año 2000, se decidió abrir la presa unas horas a la semana. Años después, en 2011, el último tramo del Río Jallas recuperaba un caudal mínimo ecológico y, con ello, el espectáculo de la Cascada del Ézaro volvía a embellecer de forma permanente este tramo de la costa gallega.

En cualquier caso, conviene tener en cuenta que son cuatro las presas que realmente contienen el cauce del Río Jallas aguas arriba y que el espectáculo visual de la Cascada de Ézaro no es el mismo durante todo el año. Ese caudal mínimo asegura que la fervenza ya no se seque, pero es en época de lluvias, cuando las presas tienen que desembalsar más agua, cuando su imagen más recuerda a esa de épocas pasadas y cuando la visita es más recomendable.

Una cascada especial desde todos los puntos de vista

Vista desde las alturas del 'Niágara gallego'
Vista desde las alturas del ‘Niágara gallego’. | Shutterstock

En solo unos años, y gracias en parte a aquella movilización ciudadana, la Cascada de Ézaro ha ganado fama. Es mucho más que el gran atractivo que hay que ver en Dumbría. Es una de las excursiones que ocupa puestos de honor en cualquier lista de planes en A Coruña. Pero no es posible disfrutar de ella plenamente si antes no se conocen algunos de los aspectos menos conocidos de este ‘Niágara gallego’.

Aunque sea el salto de agua el que atrapa la mirada, hay que desviarla un momento para fijarse en el monte desde el que se precipita. Es el Monte Pindo, una mole granítica sagrada en la cultura celta. De hecho, se le considera algo así como el Olimpo de esta antigua cultura. Las leyendas cuentan que algunas de sus piedras son realmente espíritus de druidas y guerreros. Dicen también que el agua que se acumula en los huecos creados por la erosión es agua bendecida por los dioses.

Monte Pindo
Monte Pindo. | Shutterstock

De lo alto de la Cascada del Ézaro, nos zambullimos en sus profundidades. La nube de vapor que genera el impacto del agua del Río Jallas con la superficie del océano no deja apreciarlo, pero está ahí: una sima de más de 20 metros de profundidad moldeada por la fuerza con la que el Jallas choca con el mar desde hace miles de años.

Belleza de día, magia de noche

Pasarelas de la cascada
Pasarelas de la cascada. | Shutterstock

El indudable atractivo de la cascada del Jallas, y el hecho de que se haya convertido en uno de los rincones que hay que ver en A Coruña sin excepción, ha llevado a facilitar la visita a este legendario lugar. Una pasarela de madera permite acercarse con seguridad a ese punto en el que agua dulce y salada se funden. Y quien tenga espíritu aventurero, aún puede admirar esos 40 metros de caída desde otro punto de vista, desde el agua, a bordo de un kayak.

Pero queda algo más: comparar cualquier imagen de los pies de la cascada del Jallas con esa otra que se admira desde lo alto del Monte Pindo, desde el mirador del Ézaro. Asomarse a él es disfrutar de una postal que muestra parte de la inmensidad de la costa gallega, con las islas Lobeiras y el Cabo Finisterre rompiendo la línea del horizonte en los días claros.

La Cascada del Ézaro de noche
La Cascada del Ézaro de noche. | Shutterstock

Desde el nivel del mar o desde las alturas, la cascada del río Jarras es todo un espectáculo a admirar. En verano y al caer la noche es, además, mágica. Desde hace unos años, los sábados y las vísperas de festivos en el periodo estival, la cascada se viste de luces, de colores y de música. Es un montaje audiovisual que convierte la visita en una experiencia sensorial extraordinaria, capaz de sumergir a quien la contempla en un escenario casi onírico.

Qué ver cerca de la Cascada del Ézaro

Playa de Carnota
Playa de Carnota. | Shutterstock

Aunque ese ‘Niágara gallego’ sea una visita imprescindible, hay mucho más que hacer en A Coruña, y lugares increíbles que ver cerca de la cascada del Río Jallas. Si el tiempo acompaña y apetece un baño, en apenas veinte minutos se llega a la cercana Playa de Carnota, un arenal de siete kilómetros de extensión y aguas cristalinas. Es, además, un buen lugar para practicar deportes como el surf en sus aguas o el senderismo en sus alrededores.

Otro punto de interés, más cercano, es el Museo de la Electricidad, que ocupa las viejas instalaciones de la central eléctrica de O Pindo. Y si queda tiempo, merece la pena recorrer unos kilómetros para alcanzar el legendario Cabo Fisterra, otro de los rincones mágicos que visitar en Coruña. Es el finis terrae de los romanos, el punto donde acaba el Camino de Santiago frente a la inmensidad del océano y uno de los lugares de España con los atardeceres más espectaculares.