La victoria de Aliatar en el asedio de Loja en julio de 1482 sirvió para consolidar a su yerno: el joven sultán Boabdil. En tanto que la asombrosa liberación de Aliatar en noviembre de aquel año parecía demostrar que Alá estaba de parte del partido formado por Boabdil, la sultana madre —Axia— los abencerrajes y el propio Aliatar en la guerra civil de Granada. El depuesto sultán Muley Hacen y su hermano El Zagal —padre y el tío de Boabdil— estaban apoyados por el otro grupo granadino rival de los abencerrajes: el clan de los zegríes. En el invierno de 1483 el ejército de Muley Hacen también consiguió derrotar a las tropas cristianas de los Reyes Católicos; esto ocurrió en la serranía de la Axarquía de Málaga (al nordeste de la actual provincia, en la zona entre Archidona y Frigiliana) que era parte del territorio musulmán controlado por los zegríes.
Al llegar a Granada la noticia de la victoria de Muley Hacen se produjo un gran júbilo popular y el decaído espíritu de los granadinos se llenó de esperanza; la buena nueva fue especialmente celebrada por los zegríes de la ciudad, enemigos de Boabdil y de los abencerrajes. Para recuperar popularidad en Granada el joven Boabdil decidió demostrar que era un jefe militar tan bueno como su padre; por ello se preparó para reunir las fuerzas suficientes para derrotar a los cristianos.
Pero perdió el factor sorpresa esperando a que se le incorporaran el resto de tropas abencerrajes que se habían ido a realizar una cabalgada de saqueo por las tierras circundantes.
Cuando regresaron los abencerrajes y el ejército granadino se disponía a atacar, el alcaide castellano decidió tratar de ganar un poco de tiempo ofreciéndose a negociar una capitulación. Entre tanto, los de Cabra ya habían reunido a sus tropas y se acercaron a marchas forzadas a ayudar a los de Lucena. Al enterarse de que se acercaban los refuerzos cristianos y podía quedar atrapado entre dos fuerzas enemigas, Boabdil decidió prudentemente retirarse rápido en dirección a Granada. A la una de la tarde del mismo día 20 de abril los granadinos se decidieron tomarse un descanso en el campo de Aras; mientras comían fueron avisados por sus centinelas de que las tropas del conde de Cabra y del alcaide de Lucena se les echaban encima. Sin tiempo para volver a emprender la retirada ordenadamente, Boabdil decidió formar a sus tropas en orden de batalla y luchar allí mismo. En la primera acometida de la batalla de Lucena los cristianos mataron a unos treinta de los caballeros granadinos más importantes.
Durante la segunda carga de la batalla de Lucena, la caballería cristiana empujó a los granadinos copándolos contra un río llamado Pontón de Bindera que en aquel momento bajaba inusualmente crecido. El famoso Aliatar murió combatiendo y el sultán Boabdil trató de huir, pero su caballo se quedó atascado en el fango de la ribera del arroyo llamado Martín González. El sultán granadino descabalgó y se escondió entre la espesa vegetación, tratando de pasar desapercibido. Pero fue visto por un peón de infantería —natural de Lucena— llamado Martín Hurtado; que armado con su pica consiguió acorralar a Boabdil, evitando que huyera y con la ayuda de otros infantes consiguió reducirlo.
Texto de Ignacio Suarez-Zuloaga e ilustraciones de Ximena Maier