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El mejor museo de Europa es una joya desconocida

El mejor museo de Europa es una joya desconocida

El prestigioso Premio al Museo Europeo del Año, conocido por sus siglas en inglés, EMYA, ha recaído en su edición más reciente en un museo español. Esta distinción, promovida por el Consejo de Europa desde 1977, ha galardonado a una joya cultural que, no obstante, es relativamente desconocida. A continuación, exploramos las salas del que se podría considerar el mejor museo de Europa.

Breve historia de un museo que fue un convento

Aunque oficialmente se denomina Museu Valencià d’Etnologia, desde hace unos años usa también el nombre de L’ETNO. Lo creó a principios de los ochenta el escritor y antropólogo Joan Francesc Mira, con la idea de recuperar la identidad valenciana y difundir la cultura tradicional de la región. El Museo Valenciano de Etnología forma parte de un edificio singular que hoy día está estrechamente ligado a la cultura, el Centre Museístic La Beneficència. Pero este nombre ya sugiere la variedad de usos que ha tenido a lo largo de la historia.

Museo Valenciano de Etnología
Museo Valenciano de Etnología. | Shutterstock

La Beneficència se encuentra en la calle Corona de Valencia, que recibe ese nombre por la veneración de la Corona de Espinas de Nuestro Señor que practicaban los monjes franciscanos en el lugar. Lo cierto es que ya antes de los franciscanos estuvo presente aquí otra orden, la de los agustinos, nada menos que en 1520.

El nombre actual del recinto, sin embargo, se refiere a la Casa de Beneficiencia que se instaló en este convento de la Corona y su huerto en 1840, tras la desamortización de Mendizábal. La crisis de la industria de la seda había provocado una gran miseria, y para paliar la mendicidad que no cesaba de crecer se fundó esta institución benéfica. Así, entre estas paredes, huérfanos y mendigos podían aprender un oficio que les permitiese ganarse la vida.

De esa época decimonónica se conservan elementos como la magnífica iglesia neobizantina, que hoy es salón de actos, así como los jardines y fuentes del patio principal. En el presente, además del galardonado museo, el viejo convento acoge otros espacios museísticos como el Museo de Prehistoria de Valencia e instituciones como el Instituto Alfonso el Magnánimo, así como otros servicios de la Diputación de Valencia, en lo que es una clara apuesta por la cultura y el patrimonio.

Lo que cuentan las salas del Museo Valenciano de Etnología

Interior del mejor museo de Europa
Interior del mejor museo de Europa. | Joanbanjo, Wikimedia

Ese es el llamativo título que ostenta la exposición permanente del Museo Etnológico, «No es fácil ser valenciano/a». Aunque también hay espacio para culturas más alejadas, el grueso de las colecciones del museo se centra en la vida cotidiana en el País Valenciano, desplegando una gran cantidad de objetos domésticos, testimonios y todo tipo de documentos en papel. Desde el museo se afirma que proponen reflexionar sobre la identidad valenciana «desde el fin del mundo preindustrial hasta nuestros días».

Las colecciones están divididas en tres ámbitos distribuidos en sendas salas. El primero de ellos está dedicado a la ciudad y los cambios que tanto Valencia como otras urbes han vivido en los últimos tiempos. El segundo ámbito, «Huerta y marjal», ahonda en el imaginario de lo valenciano, desde la Albufera y las barracas hasta el carácter de los valencianos, y se pueden encontrar tanto herramientas del campo como las ineludibles paellas.

Por último, hay una sala dedicada al tema «secano y montaña», la realidad menos conocida del interior rural valenciano, un territorio olvidado que ve cómo se pierde su vida tradicional sin acabar de encontrar un lugar en la modernidad.

Sala Secano y Montaña
Sala Secano y Montaña. | Joanbanjo, Wikimedia

El conjunto es una magnífica oportunidad para conocer mucho mejor esta tierra y aquello que la define, desde los trajes regionales usados en las Fallas hasta las contradicciones de la ciudad contemporánea. Esto convierte a L’ETNO en una visita interesante no solo para quien se acerca por primera vez a la Comunidad Valenciana, sino para la propia población que desee conocer (o recordar) las esencias de su identidad colectiva.

Precisamente uno de los encantos que ofrece este museo para los propios valencianos es el de la nostalgia, puesto que comparte una multitud de objetos, fotografías y entrevistas que recogen la memoria oral de la región. Mientras que la sala dedicada a la ciudad tiene un carácter más clásico, la de huerta y marjal es más conceptual, muy innovadora, y en ella la escenografía es tan importante como los propios objetos expuestos: desde una cesta de naranjas hasta elementos festivos, religiosos o laborales.

La tercera sala, la del interior y la montaña, profundiza en esta apuesta vanguardista, y permite ver propuestas tan llamativas como un mapa de la zona que cubre toda la sala, un carro cargado de televisores o el mismo techo, que está repleto de objetos tradicionales que cuelgan hacia el visitante y lo obligan a adoptar una nueva perspectiva.

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