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Vivir en Arnedillo, un remanso de calma entre montañas

La próxima parada en la travesía que realizamos de la mano del Proyecto Vivienda de Fotocasa se encuentra en La Rioja, en el paisaje verde y fértil del Valle de Cidacos. Exploramos Arnedillo desde dentro para descubrir sus encantos más sutiles y comprender cómo es irse a dormir y despertarse en este lugar en el que el tiempo parece transcurrir de una manera diferente.

El pueblo descansa enclavado entre las sierras de Hez y Peñalmonte, custodiado por la torre de su antiguo castillo. Los picos que se elevan a su alrededor como una escarpada muralla tapizada de bosques generan una sensación de asombro y recogimiento, y ofrecen unas vistas espectaculares que se pueden admirar desde todos los ángulos. 

No obstante, el elemento natural que más caracteriza a Arnedillo es, sin duda, el agua. El agua del Río Cidacos que serpea por su casco histórico y sus vías verdes, y la que desprende vapores en sus cálidas pozas termales al aire libre. Por supuesto, también el agua del balneario, el principal atractivo turístico de la localidad. A apenas unos pasos de las piscinas municipales, el Hotel Balneario de Arnedillo nos abre sus puertas para mostrarnos sus orígenes romanos, sus masajes de barro natural y sus piscinas con panorámicas extraordinarias.

Tras sumergirnos en esas aguas que reflejan la belleza esmeralda del valle, pasamos a examinar la realidad de las personas que viven en las pintorescas casas blancas y anaranjadas de Arnedillo. Conversamos con dos personas llamadas Javier que regentan negocios en el pueblo y, además del nombre, también comparten su pasión por el lugar. También conocemos la perspectiva de José Miguel Guzmán, el director del balneario cuya plantilla ha creado una gran familia que se ha asentado en los alrededores. Pedro Montalvo, el alcalde de Arnedillo, habla con cariño de sus encantos y la cercanía de sus gentes, y nos confiesa que las personas que visitan el pueblo son sus mejores embajadores. 

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Las calles de Arnedillo, con sus pendientes y escaleras, se incrustan en un paisaje que parece hecho a medida. Es un regalo pasear sobre sus adoquines, recorrer la orilla del Cidacos, asomarse a sus miradores y descubrir tesoros arquitectónicos como la Iglesia de San Servando y San Germán. También merece la pena probar las mermeladas de su obrador y sentarse en sus bares y restaurantes, así como ojear las tiendas de productos artesanales. 

Aunque es común cruzarse con gente que simplemente está de paso, este pueblo solamente cuenta con 450 habitantes. No cabe duda de que es un destino ideal para desconectar, relajarse y disfrutar de la naturaleza por unos días, pero las personas que viven ahí tienen muy claro que es un lugar para quedarse. En Arnedillo, vivir en un pueblo significa aire puro, tranquilidad y familiaridad. Discurrir al amparo de un entorno natural que te cuida y protege, que ofrece espacios para ejercitar el cuerpo y descansar la mente. En resumen, Arnedillo es un pequeño oasis de libertad y calidad de vida, una pausa ajena al ritmo acelerado de las ciudades.