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El resurgir del increíble ‘Stonehenge español’

El resurgir del increíble ‘Stonehenge español’

Esas sequías que tantos estragos causan a veces tienen efectos colaterales extraordinarios. Solo cuando los recursos hídricos descienden tenemos la oportunidad de redescubrir tesoros que un día quedaron bajo las aguas de los embalses. En algunas ocasiones se trata de pueblos sumergidos desde hace décadas, y en otras lo que emerge son monumentos milenarios. Este último es el caso del asombroso conjunto megalítico que ha llegado a conocerse como el ‘Stonehenge español’.

El ‘Stonehenge español’, un tesoro sumergido

El ‘Stonehenge español’
El ‘Stonehenge español’. | Pleonr, Wikimedia

La dramática falta de lluvias de los últimos años ha permitido que el Dolmen de Guadalperal escape momentáneamente de esa cárcel que son las aguas de uno de los mayores embalses españoles. Se trata de un monumento funerario tan especial como desconocido, al menos hasta que la sequía lo sacó a la luz y su imagen corriera como la pólvora por las redes sociales. Una imagen algo inquietante que, de algún modo, recuerda a otro ancestral tesoro situado a miles de kilómetros.

Por su antigüedad, su forma y su interés arqueológico, la comparación del Dolmen de Guadalperal con Stonehenge parecía inevitable, aunque las diferencias entre ambos monumentos son notables. Si el misterio envuelve todavía la razón de ser de Stonehenge, en el caso de esta maravilla extremeña parece evidente que cumplió una función de necrópolis. Pero sus restos visibles solo nos dan una pequeña idea de cómo era hace miles de años.

Lo que hoy podemos observar cuando descienden las aguas del embalse es un conjunto de losas de granito en posición vertical. En su momento fueron soporte de una cámara funeraria y de un largo corredor que llevaba hasta ella. Sobre esas losas, otras en horizontal hacían las veces de techo y, a la entrada de la cámara, un menhir de dos metros de altura. Esta estructura estaba oculta y recubierta por un túmulo de tierra y piedras de menor tamaño que la protegió durante siglos del paso del tiempo y de la acción humana.

La historia del ‘Stonehenge español’

Dolmen de Guadalperal
Dolmen de Guadalperal. | Shutterstock

A pesar de su importancia, la historia ha sido caprichosa con el Dolmen de Guadalperal. No se sabe a ciencia cierta cuándo se erigió, pero sí que podría tener entre cinco mil y siete mil años de antigüedad. Buena parte de ellos ha permanecido oculto, ajeno al interés humano. Primero por esa tierra que de algún modo hizo que se mimetizara con el entorno. Después, por las aguas embalsadas del Río Tajo.

Da la impresión de que el destino se empeña en esconder este fabuloso conjunto megalítico. Y a pesar de ello, cada cierto tiempo consigue asomarse al mundo para recordarnos su historia milenaria, al menos en el último siglo, desde que fuera descubierto por un arqueólogo alemán, Hugo Obermaier.

Un descubrimiento por azar

Dolmen de Guadalperal
Dolmen de Guadalperal. | Pleonr, Wikimedia

Fue una pequeña casualidad la que permitió sacar a la luz esta joya. Retrocedemos a los años veinte del pasado siglo. Por aquel entonces estas eran tierras de la Casa de Alba y Obermaier su capellán. Durante una estancia en la Finca de Guadalperal, observó una agrupación de piedras que sobresalían del terreno. Su curiosidad y sus conocimientos hicieron el resto. Después de varios años de excavaciones, el dolmen quedó al descubierto.

Sin embargo, el monumento funerario no permaneció a la vista mucho tiempo. Apenas cuarenta años después, en 1963, se construyó uno de los embalses más grandes del país, el de Valdecañas. Nadie pareció reparar entonces en el conjunto megalítico. Ni su historia milenaria ni su enorme relevancia fueron suficientes para evitar que quedara sumergido y, de nuevo, olvidado.

El redescubrimiento del Dolmen de Guadalperal

Dolmen de Guadalperal
Dolmen de Guadalperal. | Pleonr, Wikimedia

Desde los años sesenta y en momentos puntuales de sequía, el dolmen ha emergido parcialmente y se ha podido apreciar su estructura. Pero esa imagen no parecía despertar un gran interés. Todo ha cambiado en los últimos años. Esa ausencia de lluvias extrema ha marcado una especie de renacimiento para el conjunto megalítico. De nuevo hemos podido admirarlo en todo su esplendor en varias ocasiones.

Sin embargo, lo que es una buena noticia para los amantes de la arqueología no lo es tanto para el propio monumento. En primer lugar, porque el hecho de salir a la luz ha generado una enorme expectación, en buena parte por esa comparación con Stonehenge. El conjunto megalítico, como tantos otros tesoros emergidos de los pantanos, se ha convertido en atracción turística. Y eso lo ha expuesto a algo más que a miradas de admiración, también a la falta de civismo de quienes ignoran el valor de esas piedras para conseguir una simple foto.

Y, en segundo lugar, porque esa sucesión de cambios ambientales no beneficia precisamente a la salud de esa piedra que da forma al monumento. En esos periodos en los que el Dolmen de Guadalperal ha quedado totalmente expuesto se han realizado labores de consolidación y de documentación, incluso se le ha otorgado una figura de protección, la de Bien de Interés Cultural.

Sin embargo, lo que parece poco probable es que en algún momento se decida trasladar el dolmen a un lugar más elevado. Algo que sí se decidió con parte de otro yacimiento en su momento también amenazado por la construcción del pantano. Se trata de la ciudad romana de Augustóbriga. Los restos de dos de sus templos se trasladaron de su lugar original para colocarlos en una zona no inundable y darles con ello un nuevo comienzo.

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