Pasear Sevilla es un lujo se haga como se haga. Tanto da que uno ponga el foco en sus monumentos más importantes como que fije la atención en esos parques coloridos que pueblan el centro de la ciudad. Puede afirmarse, en cualquier caso, que una de las mejores formas de conocerla es recorriendo sus iglesias, pues Sevilla es famosa, entre otras razones, por tener una gran concentración de éstas. Más de 120 templos católicos que la convierten en la segunda ciudad de Europa con mayor número de estos, solo superada por Roma.
La historia de Sevilla en sus iglesias

Por comenzar por algún punto del centro histórico de Sevilla, se puede visitar la basílica de la Macarena. Lo curioso de este templo es que es relativamente reciente: la primera piedra se colocó el 13 de abril de 1941, siguiendo a partir de ahí un estilo neo-barroco. Su construcción no concluyó hasta 1948. Un año más tarde, el Cardenal Arzobispo de Sevilla don Pedro Segura y Sáenz bendijo el nuevo templo como el espacio destinado a albergar a las Imágenes Titulares de la Hermandad de la Macarena. Hasta entonces se veneraban en la capilla de la parroquia de San Gil, que sufrió un incendio en 1936 del que nunca se recuperó. Con todo esto, pese a su efímera historia, la basílica de la Macarena fue el primer templo de Sevilla en obtener el título de Basílica Menor, logrado en 1966.

La que sí cuenta con un gran pasado es la basílica de María Auxiliadora, pues dice la leyenda que el templo se edificó sobre la cárcel en la que fueron martirizadas, en el siglo III, Santa Justa y Santa Rufina. De hecho, todavía se conservan los pasadizos subterráneos asociados a esta historia, aunque no es posible visitarlos. El templo actual, de mediados del siglo XVII, se levantó sobre uno anterior del siglo XIII.

Los siglos también han pasado por el monasterio de Santa Paula, siguiente parada en el camino. La iglesia de este lugar es especialmente interesante por la portada de acceso a la misma, una amalgama de estilos de comienzos del siglo XVI. El conjunto se levantó a finales del siglo anterior, con una sola nave y de estilo gótico-mudéjar. Este cenobio de monjas jerónimas tiene una colección de arte visitable de lo más estimulante.

Muy cerca de este monasterio, la iglesia de San Luis de los Franceses, un gran ejemplo de arquitectura barroca propia del siglo XVIII. Sus características quedaron fundidas a la perfección con la arquitectura local sevillana de la época. El conjunto, declarado Bien de Interés Cultural, destaca por su gran peso simbólico. Uno puede entretenerse largo tiempo admirando sus formas y figuras.
Los templos medievales sevillanos

Sobre una antigua mezquita, en la calle Feria, se construyó la iglesia de San Juan Bautista, comúnmente conocida como iglesia de San Juan de la Palma. Pertenece también al conjunto de templos barroco-mudéjares que prosperaron en Sevilla en la Edad Media, aunque sufrió cambios a lo largo de los siglos posteriores. De menor tamaño, puede ser interesante detenerse a observar la esbelta y bonita espadaña que corona la construcción.

En la misma calle Feria se encuentra la iglesia de Omnium Sanctorum, una de las más antiguas de Sevilla. Tuvo que ser reconstruida al concluir la Guerra Civil, pues un incendio acabó con todo el conjunto salvo los muros y las pilastras. Antes de eso, se vio afectada por el terremoto que sacudió Lisboa en el siglo XIV. A pesar de la obligatoria reedificación del siglo XX, las formas medievales son innegables.

Como la anterior, la basílica de Jesús del Gran Poder se construyó en el siglo XIII. Diez minutos de paseo separan una de otra, tiempo que puede tomarse el visitante para concienciarse de que está cerca de visitar uno de los templos más importantes e icónicos de Sevilla. No en vano, alberga al Señor del Gran Poder. Su fachada es una de las más originales con las que uno puede toparse. Junto a esta, la iglesia de San Lorenzo completa la visita a la plaza del mismo nombre, que encierra estas dos joyas de la historia sevillana. La última, por cierto, fue el lugar donde Gustavo Adolfo Bécquer fue bautizado.

Antes de marchar rumbo a la catedral, el caminante puede disfrutar de las bondades de la iglesia de Santa Catalina, que es también una de las más primitivas de la ciudad. Como sucede con otras tantas, fue construida tras la reconquista sobre una antigua mezquita. Son varios los detalles que pueden destacarse del conjunto, pero quizá haya que quedarse con la impresionante torre mudéjar.
Un paseo en torno a la catedral
Los pasos dirigen hacia la catedral de Sevilla, pero antes hay que detenerse en varios templos. Por ejemplo, la iglesia del Salvador, la segunda más grande de la ciudad, que se alzó sobre la antigua Mezquita Mayor de Sevilla por órdenes de Fernando III el Santo. De este lugar también pueden destacarse numerosos elementos, pero el tiempo obliga a quedarse con uno, así que los ojos deben posarse sobre el retablo mayor, una de las obras más monumentales y representativas del barroco sevillano.

Otro templo reconvertido: la iglesia de Santa María la Blanca, que en el siglo XIII quedó constituido en templo cristiano tras haber sido una sinagoga. Se encuentra, claro, en la judería, hoy en día espacio conocido como el barrio de Santa Cruz. Su nombre se obtuvo, precisamente, de una de las iglesias del lugar, cuya imagen precede estas líneas. La cúpula es una de las más llamativas de la ciudad.

Tras la iglesia de Santa Cruz, se alza inigualable la Santa, Metropolitana y Patriarcal Iglesia Catedral Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla. Sobran las palabras cuando se trata de hablar de uno de los templos católicos más impresionantes del continente. La catedral sevillana debe recorrerse atento y sin prisa, pero siendo consciente de que el paseo todavía no ha concluido.

Antes de cruzar el Guadalquivir, hay que detenerse en la iglesia Santa María Magdalena, uno de los templos con más historia de la ciudad. Destruida durante la ocupación francesa, la iglesia y su parroquia se trasladaron al antiguo convento de San Pablo, aunque nunca dejó de ser conocida como la iglesia de la Magdalena. Fue nombrada Bien de Interés Cultural en 1970.
Para terminar, Triana

Visitar el barrio de Triana es casi una obligación cuando uno está descubriendo Sevilla y también cuando la está redescubriendo a través de este paseo por sus iglesias. Así que la siguiente parada es la basílica del Patrocinio, cuyo primitivo templo se levantó en el siglo XVII. Es aquí donde se encuentra la famosa imagen del Cristo de la Expiración.

Y es aquí, en Triana, donde hay que quedarse para descubrir la última de las paradas. La iglesia de Santa Ana está considerada la más antigua de Sevilla. Comenzó a construirse en el año 1276, por orden de Alfonso X el Sabio. Su interior es uno de los más completos y complejos de la ciudad hispalense, por lo que uno puede entretenerse en sus tres naves durante largo tiempo. Después el paseo puede continuar, con iglesias o sin ellas, porque, al fin y al cabo, uno se encuentra en Sevilla.