Murcia, que no iba a ser menos que ciudades como Madrid, Sevilla o Guadalajara, también tiene sus propias réplicas repartidas por el mundo. Concretamente hay tres. Todas obtuvieron su nombre más tarde que la Murcia española, si bien hubo antes otra Murcia que precedió a esta. Murcia, Murtia o Myrtea era una divinidad romana primitiva, cuyo templo se asentaba en Roma. Una de las teorías del origen toponímico de la ciudad levantina es, claro, la de la diosa romana. Sin embargo, en Italia no hay ninguna otra Murcia, mientras que en Filipinas, Costa Rica y Bolivia sí.
La Murcia filipina se ubica en la Isla de Negros, perteneciente a la provincia de Negros Occidental, en la región de Bisayas Occidentales. La denominación tanto de la ínsula como de la municipalidad de Murcia se remonta a la época colonial. Los españoles, siempre muy originales y creativos, decidieron bautizar así a la isla debido al intenso color oscuro de sus habitantes. Y claro, a un lugar lo llamaron Murcia, a otro Madrid, a otro Sevilla… A pesar de que los idiomas principales de esta región, cuyo clima varía durante todo el año entre los 23 y los 33 grados, son el cebuano y el hiligueino, aún hay ancianos que hablan español. Una herencia más del colonialismo.
En Costa Rica, entre las montañas que entrelazan la localidad de Juan Viñas con Turrialba y después de un duro camino, se yergue una iglesia destartalada que destaca entre las precarias casas de un pueblo: Murcia. Esta Murcia, perteneciente a la provincia de Cartago, se sitúa a 3.110 metros de altitud. Después de que la administración eliminara la línea férrea que unía el pueblo con otras ciudades, Murcia, poco a poco, fue quedando despoblada. De hecho, en 2014 se hablaba de apenas 45 habitantes.
Por último, hay una Murcia más en América Latina: la Murcia de Bolivia. En este caso, se trata de una pequeña localidad ubicada a 171 metros sobre el nivel del mar en el Departamento de Pando. Murcias, todas ellas, que comparten el carácter rural y la tradición agrícola con su homónima española.
