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13 ciudades antiguas de España que fueron abandonadas

13 ciudades antiguas de España que fueron abandonadas

La península ibérica ha sido, históricamente, una gran zona de paso. A lo largo de los siglos han prosperado en ella civilizaciones, venidas de fuera o surgidas en su seno. Fruto de ello se ha generado en la actualidad una rica y variada cultura. También han surgido gran cantidad de urbes, algunas de las cuales no han sido capaces de resistir los avatares de la Historia. Como ejemplo, estas 13 ciudades antiguas de España que terminaron siendo abandonadas. Lugares otrora boyantes que hoy no son más que ruinas antiguas.

Las urbes del pasado: ciudades antiguas de España que se abandonaron

Recópolis

Arcos de la iglesia de Recópolis
Arcos de la iglesia de Recópolis. | Shutterstock

De fundación visigoda, la existencia de Recópolis se extendió desde el siglo VI al IX. Concretamente, el año de fundación de esta ciudad perdida española es el 578. Contaba con un palacio, olivares, jardines y murallas. Como su nombre indica, está relacionada con el conocido monarca Recaredo, responsable de que su reino dejara de ser arriano y pasara a ser católico. Sin embargo, no fue él quien la promovió, sino su padre, Leovigildo. La teoría más aceptada es que la ejecutó en honor de su vástago. También fundaría Victoriaco, futura Vitoria.

Los restos de esta urbe están en la provincia de Guadalajara, en el municipio de Zorita de los Canes. Esta localidad es conocida por su alcazaba y la cercana central nuclear de Zorita. Precisamente el castillo árabe zoriteño fue el responsable de la desaparición de Recópolis. La crisis gótica previa a la invasión afectó a la ciudad y a su conjunto palaciego. Así, al tomarla los musulmanes, siguió viendo reducida su importancia hasta dejar de existir. Una aldea fruto de la repoblación cristiana se erigió en el lugar durante el siglo XI y también acabó abandonada. Lo mismo ocurrió con una ermita del XV, que a mediados de la edad moderna dejó de prestar servicio.

Cáparra

Arco romano de Cáparra
Arco romano de Cáparra. | Depostiphotos

La Vía de la Plata fue una de las mayores autopistas de la edad antigua en España. Conocida como calzada romana, se trata de un paso que ya fue usado antes por pueblos peninsulares o púnicos. Sea como fuere vio surgir grandes ciudades como Augusta Emerita (Mérida) o Asturica Augusta (Astorga) en sus extremos sur y norte respectivamente. En un punto intermedio se hallaba Cáparra, cuyas ruinas son el único testigo de su existencia. Entró en la historia de Roma en el siglo I a.C. como ciudad estipendiaria, aunque se cree que antes fue un poblado vetón. Más tarde pasaría a ser un próspero Municipium. Con todo, la crisis del imperio y la invasión árabe llevaron a que desapareciera.

El río Ambroz domina el llano en que se asentaba esta pequeña urbe. Aunque su perímetro amurallado no era demasiado grande, se cree que el caserío urbano se extendía más allá de este. Su eje central era y sigue siendo la mencionada Vía de la Plata, que la recorría de sur a norte. Su calle central sigue siendo transitada hoy día por peregrinos a Santiago de Compostela, que pasan bajo su arco de planta cuadrada. Este monumento es el más reconocible y notable del yacimiento romano. De hecho, es único en España y sirve como símbolo de la ruta que sigue la calzada.

Clunia Sulpicia

Teatro romano de Clunia Sulpicia
Teatro romano de Clunia Sulpicia. | Wikimedia

Ubicada en la actual provincia de Burgos, cerca de Gumiel de Izán o Peñaranda de Duero, esta localidad tuvo una historia muy turbulenta. Primero fue parte de los dominios de los Arévacos. La toma romana supuso trasladar su núcleo urbano desde un alto a la posición donde hoy resisten sus ruinas. Sin embargo, poco después tuvo la mala suerte de ser una base de resistencia para el rebelde romano Sertorio. En su lucha contra el senado, personificado en Pompeyo, acabó siendo arrasada hasta los cimientos tras vencer este.

La refundación de Clunia Sulpicia tendría que esperar casi un siglo, ya en época imperial y con Tiberio en el trono. Pasó a tener una gran importancia gracias a su situación en la calzada que unía el este con el oeste de Hispania. Esta iba de Tarraco (Tarragona) a la actual Astorga. Además, hacía un alto en Caesaraugusta (Zaragoza). En ella sucedieron importantes hechos, por ejemplo la autoproclamación como emperador de Galba durante el I d.C. No obstante, como en el caso de Cáparra, fue víctima de la decadencia del Imperio Romano. A pesar de que no sufriera grandes daños en las invasiones góticas y árabes, su preponderancia disminuyó poco a poco hasta su despoblamiento.

Petavonium

Reconstrucción de una torre en Petavonium
Reconstrucción de una torre en Petavonium. | Wikimedia

Toca ir a Santibáñez de Vidriales, en Zamora, para conocer la siguiente de las ciudades antiguas de España que fueron abandonadas. Se encuentra en la pedanía de Rosinos de Vidriales y cuenta con una excelente musealización, que recrea estructuras del campamento romano primigenio. La encargada de la fundación fue la Legio X Gemina, que estableció en el lugar un puesto permanente tras la campaña hispánica que inició en el 25 a.C. Era la unidad favorita de Julio César y fueron sus soldados quienes comenzaron la historia de Astorga.

La población, un cuartel amurallado con multitud de viviendas alrededor, vio partir a la Legio X Gemina. Sufrió un duro golpe. Se recuperó con varios acantonamientos, pero su carácter militar no permitió que sobrepasara las invasiones bárbaras. Debido a ello, desapareció en el siglo X.

Medina Azahara

Arcos de la ciudad palatina Medina Azahara
Arcos de la ciudad palatina Medina Azahara.

No todas las antiguas ciudades abandonadas de España iban a ser romanas, visigodas o de pueblos prerromanos. En este caso la población fue árabe, tan ambiciosa como efímera. Sirvió como capital del Califato de Córdoba, entidad que sustituyó al emirato al que daba nombre la misma ciudad. Abderramán III fue el monarca que decidió dar el paso al califato para mantener el control en la península ibérica frente a la presión de sus enemigos afincados en el norte de África. Mientras que los cordobeses eran suníes, sus rivales árabes practicaban el chiismo, siendo ambas las dos doctrinas principales del Islam.

Junto a esta presión interna se situaba la tensa relación con los reinos cristianos. Los juegos de alianzas y traiciones eran continuos. Por ello, como muestra del poder que tenía, Abderramán III ordenó edificar una nueva capital palaciega en el 936. Se llamaría Medina Azahara y estaría junto a la misma Córdoba. El nombre posiblemente venga de su amada, Azahara, cuyo nombre deriva de la denominación árabe para las flores blancas del naranjo. El conjunto era fastuoso y las crónicas de la época, como las aragonesas, narraban la existencia de un gran lujo y sofisticación. No obstante, no tardaría en marchitar. La guerra civil entre los musulmanes supuso una invasión bereber que arrasó el lugar. La bella ciudad dejó de existir en el año 1010.

Numancia

Esta ciudad arruinada es parte esencial en el folklore de España. La heroica resistencia que protagonizaron los íberos llevó a que Numancia sobreviviera como ejemplo de tesón. Los primeros asentamientos datan de en torno al 1800 a.C. Evolucionó hasta convertirse en un castro inexpugnable. Durante el siglo II a.C. decidió ponerse del lado de uno de sus aliados peninsulares en lugar de Roma. Fruto de ello, los celtíberos sufrirían la ira de la república. Esto ocurrió en el 153 a.C. y supuso su sentencia de muerte.

Ruinas de la ciudad abandonada de Numancia
Ruinas de la ciudad abandonada de Numancia. | Shutterstock

Tras casi dos décadas de derrotas, los romanos pusieron al mando a Publio Cornelio Escipión Emiliano. Era el nieto adoptivo del general que logró vencer a Aníbal, conquistar Cartago Nova (Cartagena) e introducir Roma en Hispania. Venía de concluir el trabajo iniciado por su abuelo al destruir Cartago. Por ello logró el sobrenombre de “Africano Menor”. Partió de Italia con un ejército de voluntarios y logró acabar con los aliados de los numantinos antes de poner cerco a la ciudad.

Ya con un formidable ejército, fortificó su posición y atrapó a los celtíberos en su propio hogar. 15 meses después del inicio del asedio, en el 133 a.C., los sitiados prendieron fuego a su urbe y posteriormente se suicidaron. Con ello, Escipión añadió a sus sobrenombres el de “Numantino”. Sobre las ruinas se edificó una aldea, arrasada en el conflicto de Sertorio antes mencionado, y posteriormente otra ya puramente romana pero poblada por lugareños. Esta resistió solo hasta el IV d.C. En sus alrededores surgiría mucho después el municipio de Garray, que sí ha aguantado hasta la actualidad.

Los Millares

Murallas de Los Millares
Murallas de Los Millares. | Shutterstock

De entre todas las ciudades antiguas de España, Los Millares es la que más se remonta atrás en el tiempo. Sus restos pertenecen a la Edad del Bronce y pueden verse en la provincia de Almería. Las primeras fases de esta urbe prehistórica son del siglo XXXIII a.C. y los últimos de, más o menos, el XXIII a.C. Durante este tiempo se desarrolló un complejo con tres murallas concéntricas. Sobre una base de mampostería se levantaron muros de barro y materiales vegetales. Su altura llegó a superar los seis metros. En lo más alto se encontraba un fortín a modo de ciudadela.

De los diversos periodos que vivió, el más próspero acaeció durante la segunda mitad del segundo milenio a.C. Por entonces tenían diversas defensas exteriores que dominaban el territorio colindante. Al principio y al final de su existencia, en cambio, la ocupación se limitaba a la ciudadela. Además de los restos de murallas, viviendas, hornos y comercios, destaca el cementerio asociado a Los Millares. Unas 80 tumbas conjuntas, circulares y semisubterráneas componen una de las necrópolis antiguas más importantes de la península.

Julióbriga

Paisaje de las ruinas de Julióbriga
Julióbriga. | Wikimedia

Las tensiones entre cántabros y romanos durante el inicio del Imperio Romano fueron la razón por la que el primer emperador, Augusto, fundó Julióbriga. La denominación es un homenaje directo a su mentor, Julio César. Gracias a la influencia del lugar la situación se calmó. Su construcción fue encargada a la Legio IV Macedónica. Tras el fulgor del siglo I, varios de sus ciudadanos obtuvieron cargos civiles en distintos lugares, como ha quedado registrado en diversos documentos. Después comenzó a vivir una continua decadencia que concluyó en el siglo tercero. Pequeñas aldeas y templos fueron surgiendo en sus ruinas. No obstante, nunca se dio una repoblación real y hoy sus vestigios pueblan el interior de Cantabria.

Segóbriga

Una de las más conocidas de la lista, Segóbriga es un clásico en lo que a ruinas romanas españolas se refiere. Su buen estado de conservación hace posible que incluso hoy se pueda seguir usando su teatro. Aunque esté asociada a Roma, su nombre es de origen celtíbero. El sufigo “briga” significa ciudad, mientras que “sego” es victoria. Esto supone una constatación de su pasado más remoto, asociado a los pueblos indígenas del centro peninsular. En el monte en que se encuentra, cerca de Saelices en Cuenca, se han encontrado restos prerromanos que sitúan el inicio de la localidad al menos cinco siglos antes de Cristo.

Anfiteatro de Segóbriga
Anfiteatro de Segóbriga. | Shutterstock

Tras pasar a manos de la República de Roma, salió beneficiada en la guerra de Sertorio, pues se convirtió en el centro neurálgico de la zona. El paso al imperio también le vino bien, ya que en el 12 d.C. logró el título de Municipium. Esto supuso que se asentaran patricios en el lugar con relativa rapidez. A partir de entonces se desarrollaron sus grandes monumentos. Las crisis económicas y políticas de los siglos III y IV, que sentaron las bases del futuro feudalismo medieval al reforzar los ambientes rurales y las villas, afectaron gravemente a Segóbriga. Su importancia decayó y buena parte de sus edificios se arruinaron antes de llegar los visigodos. Pese a un pequeño resurgir godo, la invasión musulmana fue un golpe definitivo y languideció hasta despoblarse totalmente en el siglo XI o XII.

Saelices tomó el lugar de Segóbriga y esta cayó en un olvido casi absoluto. Gracias a ello sus restos no fueron demasiado expoliados. Aunque Uclés se benefició de las piedras de sus construcciones, su planta todavía es reconocible. El mencionado teatro o el anfiteatro son los mejores ejemplos. Desde el siglo XIX no ha parado de excavarse y hoy ofrece una recomendable visita.

Contrebia Leucade

Murallas de la ciudad abandonada de Contrebia Leucade
Ciudad abandonada de Contrebia Leucade. | Manuel Lampre, Wikimedia

En La Rioja aguarda esta urbe arruinada, una de las ciudades antiguas más interesantes de España. Se trata de una población de la que todavía queda mucho por descubrir. Sus raíces son celtíberas, de la Edad de Bronce. Era el final de segundo milenio a.C., aproximadamente, cuando inició su andadura. Así lo demuestra el enterramiento de la cueva de los Lagos. Posteriormente se fue desarrollando el asentamiento durante la primera Edad de Hierro, hasta la llegada de los pueblos celtíberos de Europa. Expandiendo el lugar en torno al río Alhama, fueron la principal fuerza hasta la llegada de los romanos. Estos reforzaron las murallas cuyos restos pueden verse hoy día, ya que sufrieron sobremanera durante las continuas refriegas previas a la toma. Tras ser romanizada, logró aguantar habitada hasta el siglo IX.

Itálica

Anfiteatro de Itálica
Anfiteatro de Itálica. | Shutterstock

Ciudad de emperadores, ya que vio nacer a Trajano, fue una de las primeras fundaciones romanas fuera de Italia. Nació como fruto de la actuación de Publio Cornelio Escipión, abuelo adoptivo del Escipión antes mencionado, durante la Segunda Guerra Púnica. Sobre un poblado prerromano, en el 206 a.C., se estableció una población destinada a dar cobijo a veteranos de guerra. Un espacio que contó con el beneplácito capitalino desde el principio, lo que permitió que desarrollara una potente economía. Así, prosperó tanto en la república como en el imperio. Contaba con todos los lujos y recibió varias expansiones, especialmente bajo el mandato imperial de Adriano.

La decadencia imperial llevó a que los nuevos ramales fueran abandonados. Sin embargo, los visigodos la dotaron de gran importancia. Tantos siglos de prestigio le valieron para subsistir, pero no logró sobreponerse a los árabes. Despoblada, un monasterio se ubicó en el territorio de Itálica en el siglo XIV. Unas crecidas llevaron a que los habitantes de Santiponce se instalaran sobre las ruinas romanas de la zona vieja. Con todo, se ha conservado gran parte del patrimonio. Grandes casas con mosaicos e infraestructuras componen lo que hoy se puede ver allí. Un gran añadido es su cercanía a Sevilla capital.

Ampurias

Ruinas griegas de Ampurias
Ruinas griegas de Ampurias. | Depositphotos

De origen griego, Ampurias debe su existencia al afán expansionista griego. Erigida con fines comerciales para explotar los bienes obtenidos de Iberia, no tardó en prosperar. El núcleo primitivo data de principios del siglo VI a.C. Se trataba de un puerto de corte utilitario que en apenas un par de décadas se expandió tierra adentro. Los vaivenes que sufrieron los griegos en sus aventuras por el Mediterráneo permitieron que aumentara todavía más su riqueza. Sin embargo, si se la conoce por algo es por su papel en la Segunda Guerra Púnica. Los Escipiones la usaron como punta de lanza para enfrentarse a los cartagineses. La lealtad de Ampurias fue clave para la victoria romana en tal conflicto.

A pesar de conservar el estatus de aliada hasta el imperio. Durante los dos siglos y medio anteriores romanos y griegos convivieron en igualdad. Ya con la ciudadanía romana, su preponderancia decayó en pos de Tarraco. Poco a poco se empequeñeció y la población se fue a la zona del antiguo puerto a finales del siglo III. Así, pasó a ser una localidad visigoda, base de la actual San Martín de Ampurias. Este pueblo logró ser sede condal, aunque la difícil defensa de la zona hizo que esta se moviera. De este modo, quedó como una aldea hasta nuestros días.

Tiermes

Ruinas de Tiermes y entorno de arenisca y arcilla
Ruinas de Tiermes. | Shutterstock

Para cerrar esta lista de ciudades antiguas de España que fueron abandonadas hay que viajar a Soria, hasta el municipio de Montejo de Tiermes. Esta urbe estuvo a punto de evitar su destino, ya que en época visigoda tuvo un desarrollo notable. En dicha época fue capaz de desarrollar una basílica, un monasterio y hasta un par de necrópolis. No obstante, estar en una zona fronteriza la condenó. La tierra de nadie que era esta zona soriana motivó que su población languideciera durante la Alta Edad Media. Aunque una vez reconquistada la zona por los norteños cristianos se intentó recuperarla, resultó imposible. Solo una aldea se mantuvo allí hasta el siglo XVI. Una ermita en el lugar es el único legado vivo que posee, ya que sigue protagonizando romerías.

Antes, fue un importante centro romano. Contaba con una buena infraestructura y termas. La base de su economía era la ganadería. Antes de la llegada de Roma, hay constancia de asentamientos tanto celtíberos como de culturas anteriores a estos. Una de las grandes curiosidades de Tiermes, aparte de la variedad de restos que posee, es que se ubica en una zona de areniscas. Así, las cuevas y los grandes cortes en el terreno suponen un interesante añadido a las propias ruinas, que demuestran que el trazado urbano se adaptó a este peculiar terreno.