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Cuando el papa prohibió los toros bajo pena de excomunión

Papa Pío V

Pío V es un papa conocido en la historia por varios motivos. En primer lugar, fue comisario general de la Inquisición, donde se hizo célebre por su severidad. Luego, ya como papa, promovió con ímpetu la proliferación de la Liga Santa, una coalición militar integrada, entre otros, por la Monarquía Hispánica y los Estados Pontificios para luchar contra el Imperio Otomano en 1571. También fue el primero de los pontífices en llevar la sotana blanca. Vamos, que además de líder del catolicismo fue un influencer de tendencias eclesiásticas. Pero en España fue célebre por otro motivo: la publicación de la bula De salutis gregis dominici, donde prohibía los toros bajo pena de excomunión.

Toro en la plaza
Toro en la plaza. | Shutterstock

Espectáculos propios de demonios

Una bula, que no bulo, es un documento pontificio relativo a materia de fe o de interés general. En aquel caso, ese escrito publicado en 1567 rezaba lo siguiente: “Nos, considerando que esos espectáculos en que se corren toros y fieras en el circo o en la plaza pública no tienen nada que ver con la piedad y la caridad cristiana (…), prohibimos terminantemente bajo pena de excomunión (…) la celebración de esos espectáculos”. El papa, además, opinaba que estos eventos “cruentos y vergonzosos” no eran propios de hombres, sino de demonios. Pío V también advirtió que a aquellos que practicaran el toreo no se les daría sepultura eclesiástica.

El caso omiso de Felipe II a la prohibición de los toros

La bula fue publicada al instante en Italia, donde tuvo un efecto inmediato. Sin embargo, en Portugal tardó tres años en publicarse y en España ni siquiera llegó a difundirse, pues el rey Felipe II prefería mantener este escrito oculto. El monarca intentó que Pío V derogase la bula, pero no lo consiguió. Aún así, sabía que el papa necesitaba su ayuda para hacer frente al Imperio Otomano y decidió correr un tupido velo sobre el asunto.

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Papa Pío V
Retrato de Papa Pío V. | Wikimedia

Así, Felipe II dejó pasar el tiempo a la espera de un cambio de pontífice que volviera a permitir la tauromaquia. El momento llegó en 1572, cuando Gregorio XIII subió al “trono” cristiano. Este papa sí que flexibilizó la bula De salutis gregis dominici y volvió a permitir la lidia, pero los siguientes recuperaron la prohibición a pesar de las presiones que sobre ellos ejercía el monarca español. Con el papa Clemente VIII, en 1596, las restricciones taurinas volvieron a suavizarse. En este último caso tan solo se pidió que los espectáculos no se celebrasen en los días festivos y que se tomasen medidas para evitar víctimas mortales.

Desde entonces, el tema ha tenido sus idas y venidas en la Iglesia, pero sin demasiados cambios hasta llegar a la actualidad. Eso sí, en España no se valoró ni por un momento la opción de suprimir estos espectáculos sobre los que siempre ha sobrevolado la polémica de una u otra forma.