No se puede considerar que haya una gastronomía específica en Santillana del Mar que no es una localidad costera como se podría suponer. Si quieres saber qué comer en Santillana del Mar te hablaremos de algún plato típico tanto de la zona montañosa como de la costa de Cantabria.
Para comenzar encontrarás el cocido montañés, un guiso a base de alubias (judías) blancas -en lugar de garbanzos como en el cocido madrileño- y de los productos de la matanza del cerdo (chorizo, morcilla y tocino) además de la berza o repollo; o una buena sopa de pescado.
En verano te ofrecerán el sorropotún, nombre que le dieron a la marmita de bonito en San Vicente de la Barquera y se ha hecho extensivo a la zona, el marmitako de los vascos. Entre los pescados los típicos del Cantábrico y de temporada; merluza o rape -rebozado o a la plancha-, rodaballo, maganos (calamares pequeños) con arroz blanco… también podrás pedir marisco.
Si te decantas por la carne, el chuletón de vaca tudanca, con I.G.P., es muy sabroso. Si te gustan los quesos podrás probar el Queso Nata de Cantabria (con D.O.P.), además de quesos cántabros de otras zonas como el picón de Tresviso o los quesucos de Liébana.
Como postre, arroz con leche, flan, natillas y tartas de hojaldre de Torrelavega, famoso por su calidad. Todo viajero que llegue a Santillana tendrá que tomar un vaso de leche y un bizcocho “la tableta”. Empezó a ofrecerse en el portalón de una casona montañesa junto a la Colegiata, Casa Quevedo. Allí la dueña Maria Luisa animaba a los turistas a hacer una parada en su recorrido. Tomaban la leche recién ordeñada y el bizcocho casero y así seguro que se casaban… Actualmente la idea se ha popularizado en el pueblo.
También podrás adquirir aquí los clásicos Sobaos Pasiegos (con I.G.P.) y las quesadas, dulce típico pasiego a base de leche, huevos, azúcar, mantequilla y limón. Con el tiempo, los soportales y bajos de las casonas se han ido transformando en tiendas. Muchas de ellas ofrecen dulces y quesos montañeses. En el Convento de San Ildefonso, a las afueras de la villa, las monjas dominicas elaboran pastas y bizcochos que se pueden comprar en el torno del convento.