La actividad vitivinícola de la región adquirió importancia en la época de los romanos, cuando era frecuente el tránsito hacia Emérita Augusta por las vías romanas que la conectaban con el resto de la península. Ya en el siglo XI d.C., el rey Alfonso VIII, manifestó en el Fuero de Plasencia la gran repercusión de la viticultura en su economía, a través de numerosos artículos que hacen referencia al cultivo de la vid. Al mismo tiempo, monasterios como el de Santa María de Guadalupe elaboraban cuidadosamente sus apreciados caldos. Durante el siglo XVII, se produjo un auge de la demanda de sus vinos, lo que se tradujo en un impulso de su precio favorable para la región.
Sin embargo, a partir del siglo XIX distintas plagas afectaron a los viñedos, en detrimento de la producción, lo que se prolongó hasta acabada la guerra civil española. Posteriormente se inició la replantación, siendo en 1996 cuando los esfuerzos de sus viticultores se vieron recompensados con su reconocimiento como Vino de la Tierra en 1990, y como Denominación de Origen Ribera del Guadiana en 1996.
El área de producción engloba seis subzonas vitícolas de la comunidad de Extremadura: Tierra de Barros, Matanegra, Ribera Alta, Ribera Baja, Montánchez y Cañamero, de manera que se dan gran diversidad de climas, que en general se puede definir como continental. Aunque algo similar ocurre con los suelos, predominan los marrones y ligeramente ácidos, con arcillas y piedra caliza.
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