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El santuario junto al mar que un rayo envolvió en llamas

Santuario de la Virgen de la Barca

Desde tiempos inmemoriales, la Costa da Morte ha sido testigo mudo de naufragios y desastres. Cada uno de ellos ha dejado una muesca en el corazón de esta franja del litoral gallego, pero el que ocurrió en la mañana del 25 de diciembre de 2013 llegó a lo más profundo de su alma. Como tantas otras veces, lo provocó la furia de la naturaleza, pero no en las aguas del océano, sino en tierra firme. Aquel día de Navidad, las llamas arrasaron uno de los hitos del Camino de Santiago, lugar de devoción mariana en Galicia y escenario de leyenda.

El santuario que marca el final de un largo peregrinaje

Vista aérea del santuario
Vista aérea del santuario. | Shutterstock

Santiago de Compostela no es el destino final de todas las rutas jacobeas. También es punto de partida de una muy especial, la que alcanza esos confines de la Tierra a los que el apóstol Santiago llegó en su labor evangelizadora. Ese camino lleva a Fisterra, allí donde la puesta de sol reconforta el alma y los peregrinos purifican el cuerpo en la playa da Langosteira. Pero también dirige los pasos hacia la costa de Muxía, al Santuario de la Virgen de la Barca.

El templo se alza en el mismo lugar en el que la Virgen se apareció al apóstol. Un santuario que resistió el paso del tiempo y la furia con la que el mar y los elementos azotan la Costa da Morte. Se convirtió en refugio de peregrinos, escuchó plegarias y albergó muestras de agradecimiento en forma de exvotos. Hasta que un rayo lo alcanzó.

Sin embargo, no estaba escrito que ese fuera su final. Aquel fuego que lo arrasó casi todo solo fue un paréntesis. El templo resurgió de sus cenizas y recuperó aquello que en realidad no llegó a perder, puesto que la fe de devotos y peregrinos se mantuvo intacta.

La leyenda de la aparición de la Virgen

Santuario de la Virgen de la Barca
Santuario de la Virgen de la Barca. | Shutterstock

Cuenta la tradición que el apóstol Santiago se hallaba predicando en estas tierras, pero la escasa respuesta de sus habitantes le había hecho caer en el desánimo. Estaba rezando frente al mar cuando se produjo el milagro y ante él se apareció la Virgen para infundirle esos ánimos que necesitaba para continuar con su labor evangelizadora. Lo hizo en el mar, a bordo de una barca de piedra y rodeada de ángeles.

Para no olvidar aquel milagro, en tierra quedó el recuerdo de esa embarcación en forma de piedras. Reposan a los pies del santuario y desde hace siglos se les atribuyen poderes, curativos en unos casos y mágicos en otros. De la Pedra de Abalar se decía que se balanceaba cuando la persona que se subía a ella era pura de corazón. Ahora ya no, porque los recios temporales de la zona la dañaron de forma irreparable.

Pedra dos Cadrís
Pedra dos Cadrís. | Shutterstock

Tampoco se han movido de este sitio la Pedra do Timón o la de Cadrís, esta última protagonista de una nueva leyenda relacionada con una aparición mariana. Bajo esa piedra, que tiene forma de riñón, se encontró una imagen de la Virgen. La talla se llevó a la iglesia parroquial de Muxía, pero desapareció misteriosamente para regresar al lugar donde se había encontrado. Y ya no se movió de allí. La Virgen quería estar junto al mar y allí se quedó, protegida por un santuario levantado en su honor.

Tragedia y renacimiento del Santuario de la Virgen de la Barca

Santuario de la Virgen de la Barca
Santuario de la Virgen de la Barca. | Shutterstock

Aunque los primeros documentos que mencionan la existencia de un santuario datan del siglo XV, el edificio que hoy acoge a devotos y peregrinos se levantó mucho más tarde, en el siglo XVIII. Es una construcción de estilo barroco y planta latina con una sola nave. A su lado se edificaron una rectoría y una espadaña independiente. Y a mitad del siglo XX se construyeron esas dos torres adosadas a la fachada que miran al mar y que acompañan a un pequeño faro que avisa a los navegantes de la presencia de la costa.

El interior del santuario se vistió con un bello retablo que presidía el altar. Era una obra del Miguel de Romay, un reconocido escultor de la época. En él, esa talla de la Virgen que había aparecido bajo una piedra ocupaba el lugar de honor, escoltada por las imágenes de los apóstoles. Esa joya se perdió para siempre aquel día de Navidad en el que el santuario amaneció en llamas.

Poco se pudo hacer para frenar la voracidad del fuego. Un rayo cayó de madrugada en un transformador cercano y el incendio alcanzó el templo. Era el día de Navidad y nadie se percató del incendio hasta dos horas después de su inicio, cuando ya era demasiado tarde. La techumbre del santuario y casi todo lo que había en su interior se quemó.

El milagroso resurgir del templo

Interior del templo
Interior del templo. | Shutterstock

Pero de nuevo este fue este fue escenario de un milagro, ya que la imagen que desapareció consumida por las llamas no fue la talla original de la Virgen, sino una copia. La imagen original permanecía en un lugar seguro, en un camarín, ya desde hacía algún tiempo. Y aún podría hablarse de un milagro más, porque quizá fue la acción divina la que consiguió que todas las voluntades se pusieran de acuerdo para que el santuario volviera a ser lo que era.

En menos de dos años, el templo volvió a abrir sus puertas al culto, con los retablos laterales que se habían salvado del incendio restaurados y una copia en vinilo del retablo original en el lugar que había ocupado este. El santuario de la Virgen de la Barca volvía a ser lo que era, uno de los lugares de mayor devoción mariana de Galicia, escenario de una multitudinaria romería a principios de septiembre y punto final del Camino.

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