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El monasterio enclavado en un cañón al que solo se accede en barco

El monasterio enclavado en un cañón al que solo se accede en barco

El río Duratón, afluente del Duero, nace en Somosierra y pronto entra en Segovia, donde dibuja unos acusados meandros allí donde las hoces del terreno lo retuercen y doblegan. En una de esas hoces, no lejos del pueblo de Sebúlcor, se alzan todavía las piedras de lo que fue un monasterio franciscano. Vamos a conocer un poco mejor ese asombroso enclave, antiguo foco de espiritualidad que sigue suscitando variadas emociones.

Una imagen de novela gótica

Monasterio de la Hoz
Monasterio de la Hoz. | Shutterstock

Los escritores de género fantástico del pasado habrían encontrado en el Monasterio de la Hoz, o el Convento de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz, un excelente escenario para historias de aparecidos. Incluso antes de estar en ruinas, la estampa del monasterio al fondo del meandro ha sido poderosa desde siempre. El franciscano Fray Felipe Vázquez lo describía ya en 1786 con palabras propias de esos relatos: «Yace un convento en una profundidad horrenda. Yace, digo, porque está como en una lóbrega sepultura».

Qué encontraremos en la actualidad

El monasterio lleva casi dos siglos abandonado, por lo que se encuentra en un estado de ruina bastante avanzada. Actualmente, se distinguen varios lienzos de fachada erguidos sobre la roca, algunos todavía con arcos que nos hablan de su antigua elegancia. Aquí y allá se ve lo que fueron ventanas, puertas y galerías arqueadas, y si conseguimos acercarnos aún más, la vista permite observar algún que otro escudo de armas, labrado en la piedra o incluso pintado.

Acceso solo para valientes

La construcción en 1953 del Embalse de Burgomillodo cubrió de agua esta parte de las hoces del río, condenando al antiguo monasterio a un aislamiento definitivo. Al estar envuelto por el agua, actualmente el acceso solo es posible cruzando el río con una piragua o en barco. Solo cuando el río lleva poca agua cabe plantearse el acceso a pie, pero siempre con máxima precaución por los desprendimientos de piedras que pueden producirse. Para disfrutar de las vistas con seguridad es más recomendable acercarse a pie hasta las alturas de los acantilados sobre el río. Desde esos miradores es posible contemplar toda la decadente belleza que conserva el conjunto, en una excursión de esas que dejan huella.

Historia oculta entre las piedras

Monasterio de la Hoz
Monasterio de la Hoz. | Shutterstock

Las crónicas de la orden franciscana mencionan el año 1231 como el de la fundación del convento. Sin embargo, los orígenes de la significación religiosa del lugar se remontan mucho antes.

Orígenes envueltos en leyenda

Según la tradición, el origen de esta maravilla tuvo lugar en tiempos remotos, cuando la Virgen se apareció a un pastor llamado Pedro sobre las ruinas de un antiguo templo, pidiéndole que llevara su imagen a una vieja ermita. Una imagen de la Virgen quedó en el lugar, hasta que San Frutos, patrón de Segovia, decidió ocultarla durante la conquista musulmana, para evitar que cayera en manos de los infieles. No fue hasta el siglo XII cuando la estatua de la Virgen pudo recobrarse, y se la devolvió a su antigua morada. Allí en el monasterio quedó hasta el abandono en el siglo XIX, cuando se trasladó a la Iglesia de San Justo y Pastor de Sepúlveda.

Una larga presencia de religiosos

A causa seguramente de lo sobrecogedor del lugar, la presencia de hombres entregados a la vida espiritual aquí viene de muy antiguo. Gracias a Fray Felipe y a los estudiosos sabemos que hubo ya en época romana algún templo y una comunidad de eremitas en la zona. No muy lejos, en Sepúlveda, hubo iglesias rupestres como la Cueva de los Siete Altares, y parece que en este punto existió una comunidad de monjes benedictinos. Ellos hacen donación de la iglesia y el eremitorio a los franciscanos en 1231, cuando arranca propiamente la historia de este monasterio. Los siglos posteriores trajeron sucesos de todo tipo, como el derrumbe parcial de 1492, causado por una tormenta, o la visita de Felipe II, gracias al cual se construyó la hostería.

El testimonio escrito por Fray Felipe Vázquez nos da una excelente imagen de cuanto existía entre estos muros: «una hermosa capilla o iglesia muy acomodada con dos naves, coro muy bueno, sacristía suficiente, hermoso camarín … Y para sus capellanes, pobres de solemnidad, el mismo corto espacio referido tiene una muy religiosa clausura, y convento, con todas las correspondientes oficinas, claustro alto, y bajo, tránsitos y dormitorios, y en suma no se echa de menos cosa alguna que tenga el mejor Convento de esta Santísima Provincia».

Igual que para tantos otros monasterios, la desamortización de Mendizábal de 1835 supuso para el de la Hoz el abandono y la ruina. Entre los tesoros que se sacaron del monasterio se contaron más de mil pergaminos, un órgano barroco y diferentes pinturas, algunas del siglo XV.

El magnífico entorno del Monasterio de la Hoz

Vistas desde el monasterio
Vistas desde el monasterio. | Shutterstock

El Monasterio de la Hoz tiene el enorme privilegio de enclavarse en el corazón de un paisaje sensacional, el del Parque Natural de las Hoces del Río Duratón. Lo más llamativo es el cañón excavado por el agua en la roca caliza, como se ve alrededor del propio monasterio, pero a lo espectacular del paisaje se suma un enorme valor biológico. Aquí, por ejemplo, reside la mayor colonia de buitres leonados de Europa.

Sin salir del municipio de Sebúlcor podemos admirar otras ruinas notables, las de la aldea abandonada de San Miguel de Neguera, y en ella el sobresaliente Palacio de los González de Sepúlveda, del siglo XV y uno de los edificios civiles más antiguos de la provincia. Muy cerca, como hemos visto, se encuentra también Sepúlveda, uno de los pueblos más bonitos de Segovia, cargado también de pasado medieval, y emplazado asimismo en ese paisaje impresionante que ha labrado la fuerza del río.

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