En el municipio alavés de Elvillar existe un monumento megalítico funerario que se mueve entre la historia y la leyenda. Se trata de la Chabola de La Hechicera, uno de los dólmenes más importantes de Euskadi, depositario también de una tradición que le relaciona directamente con las brujas que poblaron el norte durante siglos pasados. Al margen de los cuentos que se han contado siempre en torno a este lugar, cuando el viajero tiene oportunidad de verlo quedará sorprendido también por su buen estado de conservación.
La historia…
El cuerpo principal de este dolmen está formado por tres piedras colocadas en posición vertical, encargadas de sostener una cuarta, plana, colocada de manera horizontal. Sus características indican que fue edificado para albergar los cuerpos de los fallecidos. Descubierto en 1935, pueden diferenciarse en él varias partes. La cámara está formada por nueve losas, mientras que otras cinco conforman una galería.
Durante los trabajos de excavación llevados a cabo el siglo pasado se encontraron numerosos objetos con siglos de antigüedad, así como restos humanos. Desde hachas hasta trozos de cerámica permitieron datar este monumento en el periodo comprendido entre el Calcolítico, hace aproximadamente 5.000 años y la Edad del Bronce, hace unos 3.000 años.
… Y la leyenda
El estudio que llevó a cabo José Miguel de Barandiarán y Ayerbe, investigador vasco cuyos trabajos estuvieron inclinados hacia el folclore de Euskadi, permite conocer ciertos detalles interesantes. Por ejemplo, el origen del nombre que recibió el monumento. Al parecer, la Chabola de la Hechicera se llamó así porque cada mañana de San Juán los vecinos de Elvillar escuchan unos cánticos provenientes de la zona. Cuando se acercan en busca de la responsable, sin embargo, nunca encuentran a nadie. Dado que la leyenda habla de que este dolmen fue poblado, en tiempos de la Inquisición, por un akelarre de brujas, la relación parece clara.
Todavía a día de hoy se celebra, cada noche del 14 de agosto, una escenificación de esta leyenda. Hasta hace unos años se llevaba a cabo en el mismo dolmen, pero el ayuntamiento de Elvillar decidió trasladarlo a la plaza del pueblo para facilitar el acceso. Quizá haya perdido algo de su magia al prescindir del escenario, pero sigue siendo de lo más emocionante.
