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La iglesia de Burgos donde yace una princesa vikinga

Iglesia de San Cosme y San Damián

Fruto de luchas, de intrigas y de alianzas, la historia está salpicada de hechos y episodios a veces sorprendentes. Uno de ellos tiene como escenario una antigua colegiata, un templo gótico magnífico cuyos muros encierran mil y un secretos y que se alza en uno de los pueblos más bonitos de Burgos. En ese templo reposa eternamente una princesa que llegó del norte de Europa cuando las distancias aún se medían en leguas.

Historia y secretos de un tesoro gótico

Vista aérea del templo
Vista aérea del templo. | Shutterstock

La silueta de la Iglesia de San Cosme y San Damián se eleva a orillas del Arlanza, ya a las afueras de Covarrubias. Sus recios muros y sus amplias dimensiones son un reflejo de la relevancia que esta villa tuvo desde muy antiguo, pero de manera muy especial en la Edad Media, en tiempos del Reino de Castilla.

La tradición cuenta que fue en el siglo VII cuando el rey Chindasvinto ordenó la fundación de un primer monasterio bajo la advocación de los dos santos. Más adelante su lugar lo ocupó una abadía románica y, ya a finales del siglo XV, se levantó un templo que vivió momentos gloriosos. Pero, como tantos otros, también cayó en decadencia, sobre todo tras la pérdida de privilegios en el siglo XVIII y de la consideración de colegiata cien años más tarde.

La serena belleza de la Iglesia de San Cosme y San Damián

Interior de la Iglesia de San Cosme y San Damián
Interior de la Iglesia de San Cosme y San Damián. | Shutterstock

La iglesia, con planta de cruz latina y tres naves, muestra una apariencia exterior sobria. Esa fachada, sin embargo, esconde un templo que sorprende por la riqueza de detalles de diferentes épocas. Son detalles dispares: desde capiteles de la primitiva iglesia románica a elegantes bóvedas de crucería góticas, o desde las trazas renacentistas que asoman en su claustro a la belleza barroca del retablo que adorna el altar mayor.

Y no es todo. Un pequeño museo exhibe piezas de orfebrería y arte religioso que permiten hacer un recorrido mucho más exhaustivo por la historia de la colegiata y también de Covarrubias y su comarca. Destacan entre ellas un elaborado tríptico de los Reyes Magos y algunas tablas que formaban parte del primitivo retablo de la iglesia.

Un panteón para la nobleza

Iglesia de San Cosme y San Damián
Iglesia de San Cosme y San Damián. | Shutterstock

La Iglesia de San Cosme y San Damián es también un gran panteón. Allá hacia donde se dirija la mirada se descubre un sepulcro, puesto que nobles y familias ilustres eligieron la vieja colegiata para su descanso eterno. Algunos son modestos; otros, auténticas obras de arte que permiten viajar por la historia de Castilla de la mano de los personajes que en ellos reposan.

En el presbiterio se encuentran los sepulcros del conde Fernán Gómez y de su esposa, Sancha de Pamplona. Muy cerca están el de su hija, la reina Urraca Fernández, y el de Sancha Raimúndez, hermana de Alfonso VII. Y tanto en los laterales del presbiterio como en las capillas laterales se sitúan los sepulcros de abades y nobles, muchos de estos de talla exquisita.

No obstante, es en el claustro donde se encuentra aquel que guarda la historia más singular y quizá también más triste de todas las que ha sido testigo este lugar. Es un bello sepulcro de estilo tardogótico con una pequeña lápida. Se explica en ella que pertenece a la princesa Cristina de Noruega, hija del rey Haakon IV y casada con el infante Felipe de Castilla. La suya fue una historia singular, olvidada durante siglos y recuperada casi por casualidad.

Una princesa vikinga en la Corte de Castilla

Estatua de Cristina de Noruega en Covarrubias
Estatua de Cristina de Noruega en Covarrubias. | Shutterstock

Para conocer esa historia hay que viajar al siglo XIII, a la época de Alfonso X el Sabio. El rey aspiraba a alcanzar el título de Emperador del Sacro Imperio Romano. Necesitaba apoyos y los buscó en tierras lejanas. Sus embajadores llegaron a Noruega, donde acordaron con el rey Haakon IV que su hija viajara a Castilla para desposarse con alguno de los hermanos casaderos de Alfonso.

El viaje se prolongó durante un año y la princesa fue recibida con todos los honores. Primero en tierras catalanas, donde Jaime I quedó tan prendado de su belleza que incluso se planteó desposarla. Pero el destino de Cristina de Noruega estaba en Castilla.

Ya en Valladolid, tuvo la prerrogativa de escoger esposo entre los cuatro hermanos de Alfonso X. El elegido fue Felipe, que renunció a la carrera eclesiástica para desposarse con ella. La pareja se estableció en Sevilla, pero parece que la princesa noruega nunca llegó a adaptarse al clima andaluz, perdió la alegría y murió a causa de unas fiebres en 1262, solo cuatro años después de la boda.

700 años de olvido en el claustro de San Cosme y San Damián

Sepulcro de la princesa en la Iglesia de San Cosme y San Damián
Sepulcro de la princesa en la Iglesia de San Cosme y San Damián. | Shutterstock

Felipe quiso que su esposa descansara eternamente en Covarrubias, en la misma colegiata de la que había sido abad antes de casarse. Y la princesa quedó en el olvido durante siete siglos, hasta que a mediados del siglo XX en un antiguo sepulcro sin nombre se hallaron los restos de una mujer de elevada estatura que vestía ropas lujosas y, junto a ellos, unos poemas de amor.

Se determinó entonces que se trataba de la princesa Cristina, a la que se devolvió así su papel en la historia con la promesa de no volver a olvidarla. Por eso su sepulcro tiene un lugar privilegiado en el claustro de San Cosme y San Damián y está rodeado de honores. Y por eso también su figura en forma de estatua adorna un pequeño jardín situado frente al templo.

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