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La escultura más grande del mundo es un pueblo muy singular

La escultura más grande del mundo

No es un pueblo como cualquier otro. Tampoco es una obra de arte al uso. Tiene calles, plazas, capilla y hasta calabozo, pero está deshabitado. De hecho, nadie ha vivido aquí porque es la obra de un escultor burgalés. Aunque a simple vista pueda parecerlo, está lejos de ser uno tantos pueblos abandonados que salpican la geografía española. Al contrario, se trata en realidad de una escultura temática en continua evolución que se ve, pero que también se vive.

El origen de la escultura más grande del mundo

La escultura más grande del mundo
La escultura más grande del mundo. | Shutterstock

Territorio Artlanza se alza en Quintanilla del Agua, en el corazón de Burgos. Su nombre es un guiño a su razón de ser y a esa comarca de la que Lerma es capital. Es un singular maridaje entre arte y esencia castellana, entre creatividad y empeño por mantener viejas tradiciones. De este espacio se dice que es la escultura más grande del mundo. Y podría serlo si tenemos en cuenta que es obra de las manos de un artista que ha dedicado los últimos quince años a moldearla y que ya ocupa más 30 000 metros cuadrados.

La idea surgió casi de manera improvisada. El germen fue uno de esos giros inesperados de la vida que obligan a reinventarse. El protagonista de esta historia es un artista del barro nacido en Quintanilla del Agua. De feria en feria, durante años vivió de la venta de su cerámica. Pero llegó la crisis de 2008 y el arte ya no tenía tanta salida en el mercado. Al tener un espíritu inquieto, en la mente de Félix Yáñez tomó forma entonces una idea singular: dar forma con sus manos a un auténtico pueblo castellano.

En todo ello había un motivo. En su taller había recreado una construcción que recordaba a la arquitectura típica de la zona y que cada vez atraía más miradas. Así que se embarcó en una aventura en la que aún se halla inmerso. Lo que apenas era una especie de maqueta a tamaño real se ha convertido con el paso del tiempo en un auténtico pueblo en el que no falta detalle, tan solo almas que lo habiten.

Así es Territorio Artlanza

Territorio Artlanza
Territorio Artlanza. | Shutterstock

Adentrarse en esta singular obra de arte es lo más parecido a hacer un viaje en el tiempo. Las casas son de adobe y entramados de madera y tienen los soportales característicos de esas viejas viviendas que hace tiempo se perdieron en muchos pueblos de Castilla y León. No faltan elementos tradicionales, como un viejo crucero en el corazón de una de sus plazas, ni tampoco un puente de piedra que salva un pequeño riachuelo.

Muchas de esas fachadas son solo eso, fachadas. Pero otras se pueden atravesar para descubrir espacios expositivos que muestran cómo era la vida antaño. Es algo así como una oda a la nostalgia. Toma forma a través de una vieja escuela de pupitres de madera, de una tahona en la que casi se huele el pan recién salido del horno de leña o de una de esas cantinas típicas donde las partidas de mus eran interminables.

Para algunos visitantes, el paseo por Territorio Artlanza quizá solo signifique recuerdos. Pero para otros, los más jóvenes, puede ser todo un descubrimiento. Esos pequeños museos etnográficos que se descubren entre callejones y plazuelas muestran ese día a día de los pueblos en los que el tiempo pasaba despacio. Un mundo rural en el que no había máquinas y eran los herreros los que moldeaban todo tipo de objetos de metal con sus manos o en el que las compras no se hacían ni en centros comerciales ni a través de Internet.

Más allá de la posada, de las tiendas o incluso de la vieja botica que también se recrean en Territorio Artlanza, hay además un espacio para la cultura. Lo recuerda el pequeño templete que preside una de sus plazas. Aunque los grandes protagonistas en este sentido son dos corrales de comedias con mucha vida, puesto que son escenario de actividades culturales y festivales de lo más variado.

Una escultura sostenible

Territorio Artlanza
Territorio Artlanza. | Shutterstock

En Territorio Artlanza hay que perderse para encontrar mil y una sorpresas. Pero hay que hacerlo con calma para apreciar los detalles. Este pueblo es una recreación, pero también es real. Lo es porque esas ventanas o puertas de madera de sus casas ya lo fueron de otras mucho antes. Y lo mismo ocurre con las vigas, las tejas, las piedras o las rejas de los balcones.

Casi cada pieza, cada detalle y cada elemento de Territorio Artlanza ha encontrado aquí una segunda vida. El pueblo entero se ha levantado con materiales que se han ido recuperando de vertederos y escombreras. Otros son donaciones de personas que no han dudado en poner su granito de arena para hacer realidad esta obra de arte que no para de crecer. De hecho, la inspiración de esta obra inacabada y el desarrollo que toma dependen en parte de esos materiales que su creador va encontrando o recibe de manera desinteresada.

Y así, piedra a piedra, viga a viga, la escultura más grande del mundo sigue creciendo y evolucionando, como lo hacen los tiempos. Lo último en ver la luz ha sido una zona dedicada a los más pequeños donde las construcciones son en miniatura y donde los azulejos de colores ponen una nota de alegría.

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