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El bonito pueblo de los perros vampiro

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Pratdip está a un paso de la siempre bulliciosa Costa Dorada. Sin embargo, es uno de esos pueblos tranquilos en los que la vida se saborea despacio. Una calma aparente, porque esconde un secreto en forma de leyenda que hace que sus calles, por momentos, resulten algo inquietantes. No hace falta viajar a Transilvania para hablar de vampiros. En este pueblo de Tarragona existieron o, al menos, eso se dice.

La leyenda de los perros vampiro

Pratdip
Pratdip. | Shutterstock

Cuentan las historias populares que los perros vampiro eran seres demoniacos. Perros lobo tan negros como la noche en la que se movían, de ojos rojos como el fuego y lengua fina. Eran cojos de una pata y, a pesar de ello, ágiles como el mismísimo diablo. Animales a los que se bautizó con el nombre de «dips».

Esos perros vampiro eligieron los alrededores de este pueblo de Tarragona para esconderse. Solo al abrigo de la oscuridad de la noche salían para cometer sus tropelías. Atacaban sin piedad al ganado y le chupaban la sangre. En ocasiones, incluso se aventuraban a adentrarse en las calles de Pratdip para atemorizar a sus habitantes y, si se daba el caso, asustar de muerte a los borrachos despistados que deambulaban por ellas.

¿Existieron los dips o fueron fruto del imaginario popular? ¿Eran de verdad perros vampiros o simples animales que se acercaban al pueblo en busca de alimento? Esos animales protagonizaron las pesadillas de los habitantes de Pratdip durante mucho tiempo, pero en el siglo XIX, y de forma misteriosa, desaparecieron.

Un vínculo inquebrantable

Pratdip
Pratdip. | Shutterstock

Esos seres monstruosos no solo han alimentado la leyenda de Pratdip, sino que forman parte de su misma esencia, empezando por el nombre del pueblo, que vendría a ser algo así como «prado de los dips». De este modo, lejos de caer en el olvido, su figura, o al menos la representación de lo que fueron estos animales legendarios, sorprende en más de un rincón de la localidad. Dos de esos perros vampiro, por ejemplo, decoran el altar de la Iglesia de Santa María, de principios del XVII.

En las calles de la localidad, además, se puede seguir la pista de estos animales a través de una pequeña ruta creada en exclusiva para darles aún más protagonismo. Son once las paradas que tiene, cada una con la representación de un perro vampiro que sorprende a los visitantes más despistados a la vuelta de una esquina o sobre un tejadillo. Pratdip parece tener un vínculo inquebrantable con esos poco amigables canes. De hecho, uno de ellos aparece en el escudo de la villa.

Los perros figuran en el retablo de la iglesia
Los perros figuran en el retablo de la iglesia. | Shutterstock

Los dips, como tantos otros seres fantásticos, han alcanzado su pedacito de gloria gracias a la literatura. En Las historias naturales, Juan Perucho se inspiró en esos animales para crear un personaje vampírico, de apariencia humana para más señas, que vive en el Pratdip de la primera guerra carlista, en los años 30 del siglo XIX. Mucho más edulcorados, estos perros han llenado también las páginas de cuentos y narraciones infantiles.

Y así, entre iconografías, representaciones heráldicas e historias de ficción, los dips se han mantenido más vivos que nunca en Pratdip. Protagonizan incluso un festival que cada año se celebra coincidiendo con la fecha más terrorífica del calendario; es decir, con la noche de las ánimas. Pero ello no debe apartar la vista de uno de los pueblos más bonitos de Tarragona.

Qué ver en Pratdip

Pratdip
Pratdip. | Shutterstock

Pratdip se alza a los pies de la Sierra de Llaberia, al sur de la provincia de Tarragona, pero a muy pocos kilómetros del mar. Desde la distancia ya se aprecian los restos de un antiguo castillo. Una fortaleza a la que se puede y se debe acceder porque desde ella se observan unas vistas maravillosas de ese entorno natural que un día fue hogar y escondite de esos perros vampiro. Por cierto, es el mismo castillo donde Juan Perucho sitúa la cripta del protagonista de Las historias naturales.

A partir de ahí, solo hay que seguir la pista de esos dips para descubrir los otros encantos de esta localidad. Esta es una villa que conserva su aire medieval gracias a sus calles empedradas, empinadas y laberínticas. Y no solo hay que mirar al suelo y a los lados. En el camino se descubren sobre la cabeza una sucesión de arcos pétreos que dan forma a singulares pasillos, como ocurre en otros muchos pueblos medievales de Cataluña.

El paseo llevará a los lavaderos, recuerdo de un pasado no tan lejano como ahora nos parece. Después habrá que hacer parada en dos torres cuadradas que destacan sobre los tejados de la villa y que no son otra cosa que parte de la muralla que un día la defendió. Parada indispensable en la ruta es la Iglesia de Santa María, porque los dips son parte de la decoración de sus retablos. Y acaba el recorrido a las afueras, a unos kilómetros del casco urbano, donde se encuentra la Ermita de Santa Marina, formada por cinco edificios.

Sierra de Llaberia
Sierra de Llaberia. | Shutterstock

Esa ermita es un buen punto para aventurarse a descubrir el otro gran tesoro de Pratdip: su entorno. Hay un buen número de rutas que permiten adentrarse en la Sierra de Llaberia, un espacio natural protegido por encinas, pinos y robles que es Zona de Especial Protección de Aves y Espacio de Interés Natural y Geológico.

Pero para quien decida alejarse del pueblo y no tenga un espíritu excesivamente osado, un consejo: regresar antes de que caiga la noche. Los ecos de las fechorías de aquellos perros vampiro aún resuenan en el ambiente y, aunque ya no existan, todavía crean una atmósfera algo perturbadora.

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