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Los pueblos más bonitos de Canarias

Los pueblos más bonitos de Canarias

Sobrevolar las Islas Canarias significa ver desplegarse un paraíso de contrastes. Volcanes, tierras rojas, bosques frondosos, playas de tonos turquesas imposibles… En esos escenarios que rezuman belleza salvaje se asientan pequeñas localidades donde se concentra la vida y la tradición humana, la característica esencia del archipiélago, tal y como veremos en el siguiente recorrido con parada en los pueblos más bonitos de Canarias.

Canarias fascinante: sus pueblos más bonitos

Agulo

Agulo
Agulo. | Shutterstock

Como una joya engarzada entre el zafiro del Atlántico y las laderas esmeraldinas de La Gomera, Agulo se integra en un paisaje que no tiene rival. Además de su entorno escarpado de un verde intenso, las vistas que ofrece al Teide sobre las aguas que lo separan del gran volcán de Tenerife lo convierten en un mirador extraordinario.

En lo referente a la localidad en cuestión, es francamente fácil dejarse seducir por su encanto propio, por las casas que alternan el color blanco y las pinceladas naranjas y amarillas. Calles inclinadas, huertas escalonadas y algunos edificios dignos de visitar como la Iglesia de San Marcos convierten a Agulo en uno de los pueblos más bonitos de Canarias.

Betancuria

Betancuria
Betancuria. | Shutterstock

Si volvemos a alzar el vuelo y damos un rodeo hasta Fuerteventura, en el centro occidental de la isla hallaremos un racimo de casas blancas que salpican un terreno de ondas anaranjadas. Se trata de Betancuria, antigua capital de la isla y un tesoro escondido en un entorno de gran valor natural.

Las calles de Betancuria presentan una particular armonía entre el paisaje desértico y las palmeras, flores y fuentes que decoran la localidad. Mención especial merece la Iglesia de Santa María, cuya torre protagoniza la mayoría de las postales del lugar.

Caleta del Sebo

Caleta del Sebo
Caleta del Sebo. | Shutterstock

Un breve planeo nos acerca al extremo sur de La Graciosa. Este rincón canario es un edén de tranquilidad envuelto en olas y arena sedosa. De hecho, las propias calles de Caleta del Sebo son de arena rubia, por lo que es posible caminar sin calzado entre las bellas casas encaladas que miran al mar.

Merece la pena aventurarse a descubrir la isla y conocer arenales próximos a Caleta del Sebo como la Playa del Salado, la Playa Francesa o la Playa de la Cocina. El encanto natural de La Graciosa también se puede experimentar en la Montaña Bermeja, los Arcos de los Caletones y el Bufón de Graciosa.

Garachico

Garachico
Garachico. | Shutterstock

Este pueblo ubicado en Tenerife es un gran ejemplo de resurrección. Una erupción del volcán Trevejo, también conocido como Montaña Negra, lo destruyó casi por completo en el año 1706. No obstante, Garachico resurgió de sus cenizas y se reconcilió con una tierra volcánica a orillas del mar que narra una asombrosa historia de superación.

El patrimonio de Garachico es rico y diverso, y abarca monumentos notables como la Iglesia Parroquial de Santa Ana o el Castillo de San Miguel, del siglo XVI. Asimismo, es imprescindible sumergirse en las piscinas naturales de El Caletón, donde el mar y las rocas han creado pequeños oasis de calma.

Haría

Haría
Haría. | Shutterstock

Esta vez algo más alejado de las olas, pero siempre al alcance de la brisa marina que acaricia las Islas Canarias, el municipio de Haría se enclava en la columna vertebral de Lanzarote, en su zona norte. Para llegar a él, hay que aterrizar en el Valle de las Mil Palmeras, un área que cuenta con un microclima propio y varias especies endémicas. Además de cientos de palmeras, claro. Este paisaje extraordinario tiene como telón de fondo el Volcán de la Corona, que cuenta con 609 metros de altura.

En Haría hay que recorrer callejuelas níveas, admirar los detalles de la arquitectura tradicional canaria y visitar atractivos turísticos como la Casa-Museo César Manrique. Si sobra tiempo, merece la pena visitar otros tesoros cercanos como los Jameos del Agua o la Cueva de los Verdes.

Tazacorte

Tazacorte
Tazacorte. | Shutterstock

Espuma blanca sobre arena negra. Casas de colores, verdes plantaciones de plátano. Tazacorte, en La Palma, ofrece una viva paleta cromática que lo convierte en uno de los pueblos más bonitos de Canarias.

Más allá de lo que entra por los ojos cuando se visita Tazacorte, la villa llama la atención por su intrigante historia. Una historia que incluye capítulos como una brevísima declaración de independencia y la erupción de un volcán. Si se quiere saborear parte de su pasado, también es recomendable acudir al Museo del Plátano, que abrió sus puertas en 2004.

Tejeda

Tejeda
Tejeda. | Shutterstock

Esta travesía por los confines de Canarias culmina en el mismo corazón del archipiélago. Nos detenemos en el aire para lanzar un último vistazo a las islas y descendemos en picado hasta el centro de Gran Canaria. Allí nos espera Tejeda, una bella postal de casas blancas con tejados anaranjados.

En Tejeda se respira el alma de las Islas Canarias, desde los aromas de sus calles hasta los almendros cuyo fruto se degusta en la repostería típica de la zona. Es sencillo seguir su herencia cultural en el Museo de las Tradiciones, un lugar que permite sumergirse en el modo de vida y las costumbres de Canarias.

No sería justo despedirse sin prestar atención a los alrededores de Tejeda, con una ubicación privilegiada en una impresionante caldera de origen volcánico. En lo alto de sus barrancos y escarpadas laderas destacan el Roque Nublo y el Roque Bentayga, gigantes de piedra que custodian uno de los paisajes más espectaculares del archipiélago.

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