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El curioso pueblo de los abanicos

Aldaia

Pocos objetos hay que expresen tan bien la cultura española como el abanico. Además de ser una ayuda inestimable contra los calores, los abanicos han sido una refinada artesanía que ha producido verdaderas obras de arte. En nuestro país, las tierras valencianas han destacado siempre en la elaboración de este accesorio atemporal, pero hay un pueblo que sobresale todavía hoy por la maestría de quienes los elaboran.

La capital del abanico

Aldaia es una localidad de poco más de 30 000 habitantes, situada en el punto donde se tocan la Huerta de Valencia y el Pla de Quart, a escasos kilómetros de la capital. Durante gran parte de su dilatada historia ha sido una población dedicada en gran medida a la artesanía, con importantes talleres de tejas, juguetes o talla de piedra, pero ha sido la producción de espléndidos abanicos lo que más ha definido la identidad del municipio.

Aldaia, hogar del dios Baco

Aunque el origen del nombre de Aldaia es árabe, la historia de la población se remonta más atrás. Una prueba es la escultura que apareció en el paraje conocido como La Ereta dels Moros, un magnífico mármol del dios Baco de época romana.

Réplica del Baco de Aldaia
Réplica del Baco de Aldaia. | Enric, Wikimedia

Ya en tiempos medievales, la conquista cristiana donó Aldaia al Monasterio de San Vicente de la Roqueta, dando comienzo poco después un lento despegue que haría aumentar lentamente la población y la prosperidad de Aldaia hasta el crecimiento vertiginoso de la segunda mitad del siglo XX. El principal elemento patrimonial del pueblo es sin duda la iglesia, del siglo XV, que todavía luce su origen gótico en la nave principal.

Otras curiosidades que encierra este pueblo valenciano son una antigua cisterna y una nutrida colección de arte en sus calles. La cisterna se halla dentro del propio ayuntamiento, un depósito de siete metros de profundidad cubierto con bóveda de cañón, que proveyó de agua a los vecinos hasta bien entrado el siglo XX. La abundancia de arte urbano, por otra parte, incluye multitud de pinturas, esculturas e intervenciones artísticas variadas en las calles de la población que permiten realizar unos itinerarios bautizados como RUA.

El palmito como arte

«Palmito» es la palabra con que los valencianos se refieren al abanico, y en Aldaia es importante llamar a este objeto por su nombre. Aunque este complemento se ha utilizado en medio mundo durante milenios, en pocos lugares ha logrado esa síntesis única de funcionalidad y maravillosa artesanía como la que se da en esta zona.

Durante mucho tiempo, los abanicos fueron de uso prácticamente exclusivo para la nobleza, y los más exuberantes venían del extranjero. Pero en España, y concretamente en el área de Valencia, la artesanía del abanico arraigó y dio lugar a extraordinarias muestras de habilidad por parte de los artesanos locales.

Vista aérea de Aldaia
Vista aérea de Aldaia. | Shutterstock

La importancia del abanico valenciano se consolida ya en el siglo XVIII, y su calidad hace que pronto aparezca una Real Fábrica de Abanico y un potente gremio de palmiters. En Aldaia, los talleres más veteranos nacieron en el siglo XIX, y de ellos han sobrevivido varios hasta hoy.

Antes de la Guerra Civil había en el pueblo 25 talleres, que ya eran 38 en 1966. Suelen ser empresas familiares que engloban los diferentes procesos de este oficio fascinante: varillador, grabador, teladora, fondista, adornador y varios más. Hay talleres solo de varillaje, por ejemplo, mientras que ciertos artesanos se han especializado en pintarlos.

En total, son cientos los y las aldayenses que participan de esta industria, un arte secular que hoy día está protegido por la marca de calidad Abanicos Artesanos Españoles (AEA). La vitalidad que conserva el sector permite realizar una actividad de extraordinario atractivo: la Ruta del abanico de Aldaia.

Un museo único dedicado a los abanicos

Casa de la Llotgeta
Casa de la Llotgeta. | Enrique Íñiguez Rodríguez, Wikimedia

El otro gran recurso para conocer esta artesanía singular es el Museu del Palmito d’Aldaia (MUPA), centro de difusión del arte del abanico de la Comunidad Valenciana. Este museo único ocupa la Casa de la Llotgeta, un aristocrático edificio renacentista, y despliega una excelente colección de abanicos antiguos y modernos, además de una buena muestra de las máquinas y el proceso que hacen posible la creación de estos complementos llenos de personalidad.

Los palmitos de la colección permanente son un prodigio de valor histórico y virtuosismo, además de encarnar como pocos la excelencia de esta manufactura en la región. Con algo de suerte, también se puede disfrutar de alguna exposición temporal que añade interés a la visita, en las que se han mostrado colecciones privadas cautivadoras, con piezas antiguas de enorme riqueza o ejemplos exóticos de la tradición asiática y africana.

El abanico de Aldaia creado por España Fascinante

Abanico artesanal de España Fascinante, fabricado en Aldaia
Abanico artesanal de España Fascinante, fabricado en Aldaia.

Desde España Fascinante hemos aportado nuestro granito de arena para difundir la artesanía española a través de los abanicos de Aldaia. El resultado es un producto de cercanía elaborado a partir de madera y algodón que permite transmitir a un objeto cotidiano el patrimonio y el arte de España. Ya está disponible para comprar en este enlace, donde puedes consultar más detalles y adquirirlo o regalarlo.

El diseño del abanico está inspirado en un medallón de cerámica de Daniel Zuloaga, pintado a mano y datado entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. En la armonía de sus motivos y colores se puede entrever una larga tradición que se alimenta del arte español y los paisajes de España, desde sus playas y ríos de azules intensos hasta las montañas y desiertos de tonos ocres y bermejos.

En definitiva, este objeto fabricado en España con suma atención al detalle traslada a la vida diaria una pincelada de belleza y artesanía. Es posible viajar a Valencia y decorar un acto tan sencillo como abanicarse a través de una obra única que habla de raíces y herencia. Así, en un simple movimiento de mano, se despliega un lienzo de infinitos colores y matices.

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