Tras entregar las llaves de La Alhambra a los Reyes Católicos, el sultán de Granada Boabdil se encaminó con su familia y vasallos hacia el señorío de las Alpujarras que se le había entregado para que allí viviese como su vasallo y controlara esa inhóspita y agreste parte de la Sierra Nevada. El antiguo sultán Boabdil encabezaba una gran comitiva de familiares, sirvientes y vasallos que -con todas sus pertenencias y unos ataúdes con los restos de sus antepasados- le iban a acompañar en su vida en el exilio.