España es un arcoiris de colores repartidos por toda la geografía. Este hecho habla bien de una característica que siempre se ha destacado del país: los numerosos y muy diferentes paisajes que podemos encontrar en norte, sur, este, oeste e islas.
Andalucía es considerada una tierra blanca por los numerosos pueblos que posee bañados en este color. Un ejemplo es este: Vejer de la Frontera.
Los campos de Castilla que retrató Antonio Machado eran y siguen siendo amarillos. Este color ejemplifica bien que a esta tierra se la considere el granero de España.
Viajamos hasta el otoño navarro para encontrar esta impresionante postal de la Selva de Irati. Se tiñe de muchos colores en esta estación, pero el que lo domina todo es el naranja.
Este pueblo segoviano debe su color a la piedra rojiza autóctona del lugar, que deja estampas como esta.
Las bacterias y las algas que aparecen en tiempo estival provocan que el agua de esta laguna alicantina tenga este color tan peculiar.
Los campos de lavanda de Brihuega lucen un solo color durante el mes de julio, cuando las flores alcanzan su máximo explendor.
Se ha dicho siempre que Formentera tiene las mejores aguas de España, con tantos tonos diferentes de azul que es una gozada perderse en ellos.
El norte de la península es verde. Prueba de ello, entre los muchos ejemplos que podríamos poner: el valle de Quirós, en Asturias
Parece imposible que tan cerca de ese verde anterior pueda existir un lugar como el desierto de Monegros, donde todo es marrón, pero así es. Está en Aragón.
Las Islas Canarias a veces resultan de otro planeta. Culpa de imágenes como esta que protagoniza el paisaje volcánico del parque nacional de Timanfaya, en Lanzarote.