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La belleza neomudéjar del ‘Big Ben español’

La belleza neomudéjar del 'Big Ben español'

Nadie como El Greco ha sabido reflejar el alma y la esencia de Toledo. Esa ciudad que tanto sedujo al pintor quedó plasmada para siempre en algunos de sus lienzos. En ellos ya despunta una magnífica torre, la de su catedral. Siglos después sigue siendo una de las protagonistas del espectacular skyline de la ciudad, junto a las del Alcázar o a las más modestas de las iglesias de Santo Tomé o San Miguel. Pero hay otra torre más moderna, aunque no menos hermosa, que sorprende y encandila a quien la descubre, tanto que la han comparado con ese icono londinense que es el Big Ben.

El ‘Big Ben español’, un símbolo ferroviario

El ‘Big Ben español’
El ‘Big Ben español’. | Shutterstock

La torre que ha merecido el sobrenombre de ‘Big Ben español’ no hay que buscarla en ese entramado de estrechas callejuelas que es el corazón medieval de Toledo. Está a sus pies, cruzando el viejo Puente de Alcántara. Muchos de los que llegan a la capital manchega se topan con ella sin buscarla y, a veces, sin tan siquiera saber que existe. Pero una vez que la mirada se posa en sus muros es imposible no detenerse a sus pies.

Esa joya se alza en una de las estaciones de tren más bonitas de España. Es la torre del reloj de la estación de ferrocarril de la capital manchega. Sin duda, más modesta que la londinense, pero aun así es capaz de arrancar alguna que otra exclamación de asombro. No solo la torre, sino todo el conjunto de una estación centenaria y a la vez moderna que lleva dando la bienvenida a todo aquel que llega a la ciudad en tren desde 1919.

La elegancia de una torre del reloj única

Torre del reloj de la estación de Toledo
Torre del reloj de la estación de Toledo. | Shutterstock

La torre del reloj de la estación de Toledo es modesta, tiene treinta metros de altura, lejos de los más noventa de la torre de la catedral o del auténtico Big Ben. Pero cuenta con suficientes elementos característicos para poder afirmar sin equivocarse que es única. De hecho, en la época en la que se construyó ni siquiera era habitual que las estaciones de tren tuvieran una torre con reloj, era algo reservado a edificios civiles o religiosos de cierta alcurnia.

Sin embargo, ese instrumento que marca el paso del tiempo es imprescindible en cualquier estación, y Narciso Clavería, arquitecto encargado del proyecto la estación, le dio todo el protagonismo posible. Diseñó para ello una torre a modo de faro, con un reloj de cuatro esferas, una en cada uno de sus lados. Son aspectos que pueden recordar al Big Ben, pero su estilo está muy lejos de ese neogótico que luce la torre londinense y mucho más cerca del que se puede apreciar en algunos otros monumentos de Toledo: el mudéjar.

Detalles de la torre del reloj
Detalles de la torre del reloj. | Shutterstock

Así, la torre del reloj de la estación toledana es un elegante ejemplo de arquitectura neomudéjar en el que se combinan con maestría el ladrillo, la cerámica vidriada y también la piedra, aunque solo en su base. La suya es una profusa decoración de arcos polilobulados a veces entrelazados y frisos decorativos cuidados al detalle que se reparten en cinco cuerpos. En el inferior, arcos de herradura permiten atravesar la torre para acceder a los andenes. En el superior, coronado por un colorido tejado, destaca ese reloj con cuatro esferas de más de tres metros de diámetro.

Una estación de tren monumental

Vestíbulo de la estación de tren de Toledo
Vestíbulo de la estación de tren de Toledo. | Shutterstock

La torre se alza a un lado del edificio de viajeros de la estación, dando un toque de elegancia y señorío a un conjunto que es en realidad una pequeña joya arquitectónica. Cinco grandes ventanales enfrentados en cada una de las paredes principales iluminan un vestíbulo con una decoración exquisita que, paradójicamente, invita a olvidarse del reloj.

En esa nave central hay un sinfín de elementos en los que fijarse. Desde el magnífico artesonado del techo a los mosaicos de cerámica de los zócalos, desde la forja de las lámparas a las finas celosías de los despachos de billetes o desde las pequeñas almenas de la cornisa de la fachada a su mampostería en la parte inferior: todo se diseñó al detalle para crear un conjunto único. Y fueron reconocidas manos artesanas de la época las que dieron forma a esas pequeñas obras de arte que dan vida a uno de los rincones más singulares pero menos conocidos de Toledo.

Pasado y presente de una estación centenaria

Exterior de la estación de Toledo
Exterior de la estación de Toledo. | Shutterstock

La estación de Toledo se inauguró en 1919, aunque el tren ya había llegado a la ciudad mucho antes, en 1858. Sin embargo, una ciudad monumental necesitaba una estación a la altura y fue por ello por lo que se encargó una nueva al arquitecto Narciso Clavería. Pero los tiempos cambian y había que adaptar la estación a nuevas necesidades, de ahí que en sus algo más de cien años de historia también haya sufrido modificaciones importantes.

La primera fue a finales de los 80 para recrecer los andenes y, de paso, reparar los desperfectos que un obús de la guerra civil había causado en la torre. La segunda se acometió con motivo de la llegada de la alta velocidad a la ciudad, trabajos que se aprovecharon para sanear todo el edificio. Una estación que es ya una de las joyas de Toledo y Bien de Interés Cultural desde 1991.

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