Antes de pasar a lo que ver en Melilla, se debe conocer su larga historia. Los primeros asentamientos documentados son neolíticos. Más tarde se crearía una población fenicia durante el siglo VII a. de C. cuyo nombre fue Rusadir. Tras ello, los cartagineses tomaron el control torno al siglo IV a.C. El año 201 a.C. marcó un nuevo cambió: la ciudad pasó a formar parte del Reino de Numidia, vasallo de Roma.
El poderío del Imperio Romano supuso la absorción de Melilla en el 42. Por ello, pasó a formar parte de la provincia de Mauritania Tingitana. Siglos después, durante el año 680 los musulmanes ocuparon el norte de África. Se cree que la localidad estaba controlada, por la tribu bereber de los Tarifit. Sin embargo, no existen noticias precisas de ese periodo.
En el año 927, arribó a Melilla una flota enviada por el califa de Córdoba, Abderramán III. Buscaba imponer su autoridad sobre la población y lo logró a medias. Solo un siglo después, en el 1030, se constituyó la Taifa de Melilla, entidad política independiente del califato. La preeminencia de los bereberes en Melilla continúo durante la conquista de los almorávides (1079). Tampoco se perdió el contacto con la vecina Al-Andalus. La ciudad tuvo un papel relevante en los enfrentamientos entre las ciudades de Fez y Tropecan durante esta época.
En el año 1497 los Reyes Católicos encomendaron al ducado de Medina-Sidonia la conquista melillense. La misión tuvo éxito. Dejaron en la ciudadela una guarnición de mil quinientos hombres. Asimismo, asignaron a un importante contingente de operarios para reconstruir las fortificaciones destruidas durante el asedio. Una vez pacificada la zona, la villa dejo de depender de Medina-Sidonia para convertirse en un presidio controlado por la Corona (1556).
Tiempo después, en el año 1774, emisarios del sultán Mohammed ben Abdallah rompieron sus tratados con España. El 23 de octubre el rey Carlos III le declaró la guerra. Los marroquíes lanzan a cuarenta mil guerreros contra Melilla, con apoyo de la marina británica. El asedio dura más de tres meses. Durante ese tiempo la defensa estuvo encomendada al mariscal de campo de origen irlandés Juan Sherlock. El 19 de marzo del año siguiente, los españoles rompieron el cerco marroquí. Esta efemérides es conmemorada en la Fiesta de Nuestra Señora de las Victorias. En 1780 se firmó Tratado de Aranjuez. En dicho documento Marruecos reconocía la soberanía española sobre Melilla.
Con todo, la historia de Melilla siguió asociada a enfrentamientos bélicos con Marruecos. Uno de los más importantes episodios fue el de la Guerra de Prestigio en Marruecos, concluida con la firma del Tratado de Wad-Ras (1860). En ese momento, se estableció que el límite territorial de la ciudad se marcaría disparando en todas direcciones el cañón de la fortaleza, el conocido como “El caminante”. Melilla fue declarado “puerto franco”, o libre de impuestos, en 1863. Al año siguiente, recibió la autorización para la llegada de población civil para dinamizar su economía. En paralelo se fortificó el perímetro melillense.
Durante el año 1893, Juan García y Margallo, gobernador militar de Melilla, ordenó construir una fortificación. El problema era que esta se ubicaba al lado de la tumba de Sidi Guariach. Su tribu, iracunda, lanzó a unos seis mil guerreros contra los 400 soldados de la ciudad. Así fue el comienzo de la “Guerra de Margallo” o Primera Guerra del Rif.
En 1909 comenzó la Guerra de Melilla, recordada sobre todo por el “Desastre del Barranco del Lobo”, ocurrido en el entorno del cercano monte Gurugú. En 1921, la Batalla de Annual supuso la muerte y prisión de millares de soldados. La incompetencia de los militares y la intervención del Alfonso XIII sería decisiva en el futuro. Debido a ello se proclamaría la Dictadura del General Primo de Rivera dos años después. Por otro lado, las acciones sentaron las bases de la alianza militar entre España y Francia. El resultado fue la constitución del protectorado español de Marruecos, en el que se incluye en la región del Sahara occidental.
Tal proclamación tuvo efectos muy positivos en la economía de la ciudad, que se convirtió en la capital económica de la parte oriental. La explotación de las minas del Rif propició el desarrollo de una industria derivada de estas. El tráfico de mercancías y la pesca aumentaron también junto con los beneficios derivados del aprovisionamiento del ejército. Gracias a lo anterior, Melilla se convirtió en un centro de arquitectura modernista.