Esa política provocó un duro enfrentamiento entre padre e hijo, hasta el punto de que se desató una guerra entre los partidarios de ambos y esta acabó con la captura del hijo por parte de las tropas de su padre. Por esta razón Juan de Aragón desheredó a sus hijos Carlos y Blanca. Para asegurar su posición Juan decidió firmar un tratado de alianza con el poderoso Gastón IV de Foix, marido de su hija Leonor y que estaba considerado como uno de los guerreros más famosos de Francia. Los dominios de Gastón limitaban con Aragón y con Navarra.
Gaston IV de Foix anunció que la plaza se llamaría el Paso del Pino de las Manzanas de Oro, por el color dorado de las manzanas que colgó en el árbol. A continuación ordenó construir una espectacular tribuna para las autoridades y unas gradas para el numeroso público que asistiría a las luchas entre caballeros. A las nueve de la mañana del 13 de noviembre Gastón se presentó ataviado lujosamente y con un pino con manzanas doradas pintado sobre su escudo; era la forma de afirmar su decisión de “mantener” el paso frente a cualquier caballero que aceptara su desafío.
A lo largo de los tres días siguientes llegó a justar hasta con siete caballeros distintos, demostrando que era el más fuerte de todos los contendientes. El Paso de armas resultó un extraordinario espectáculo, hasta el punto de que el público que no encontró acomodo en las gradas optó por encaramarse a los tejados de las casas para no perdérselo.
Su suegro y todo el público quedaron asombrados por sus habilidades. Aún más impresionados quedaron por la magnificencia con que el conde Gaston IV de Foix trataba a sus invitados, pues espléndidos festines —siempre por cuenta del francés— complementaron tan extraordinario espectáculo.
Cuando llegó la hora de pagar, resultó que les debía a los carpinteros y a sus proveedores de vinos y de comida la astronómica cifra de treinta mil florines. Se ha escrito que debió de pedir prestada una enorme cantidad de dinero a los banqueros de Barcelona, y que para hacer frente al pago Gastón IV de Foix debió de hipotecar por muchos años las rentas del vizcondado de Castellb. Pero como incluso con el importe obtenido de los prestamistas no resultaba suficiente y los acreedores barceloneses no le dejaban marcharse sin abonar íntegramente la deuda, debió de dejar en prenda la gran joya histórica de su familia: una cruz con 764 piedras preciosas y numerosas perlas. Los prestamistas se comprometieron a guardar la cruz sin deshacer sus gemas hasta que el conde regresara y pagara la suma.
Gastón IV de Foix y Leonor —ya nombrados herederos del trono de Navarra— se pasarían los próximos años luchando. En Navarra contra sus cuñados Carlos y Blanca, en Cataluña contra los enemigos de su suegro el rey Juan (entre ellos la Generalitat a la que impresionó en Barcelona, pero que no cambió de bando) y en Francia contra su rey. Por esas razones nunca volvieron a Barcelona a pagar la deuda contraida.
Para ganarse partidarios en la población de Catalunya en su pugna por conseguir el reconocimiento, Pedro de Avis comprará la joya a los prestamistas que la tenían como garantía; el pretendiente al trono aragonés ordenó que se grabasen en la joya sus armas y su divisa “Paine pour joie” (Dolor por alegría). Una vez hecho esto el Conde de Barcelona donó la cruz al monasterio de Montserrat. Esta joya despareció tiempo después.