El desdibujo macabro de un monstruo que asusta a medio mundo: el Coco

Que los padres a veces se vuelven crueles es algo demostrado reiteradamente. Debe ser la falta de sueño, la batalla continua porque se vistan o coman, la inversión de tiempo, los gritos o vaya a saber usted qué. Los hijos son una bendición, sí, pero no siempre. Si no que se lo digan al listo o lista que usó por primera vez la figura del Coco para decirle a un niño que se fuera a dormir. Debió de funcionar, porque no hay ninguna nana, al menos en español, que haya trascendido más. ¿Y el misterioso Hombre del Saco? ¿Quién se refirió a ese terrorífico señor por primera vez?

Los monstruos de nuestra infancia son los primeros que nos acompañaron cuando las luces se apagaban. Esos que nos servían como advertencia de lo que no debíamos hacer. Ahora, recopilamos sus nombres para conocerles un poco más. El Coco, cómo no, tenía que ser el primero. Nuestro número uno de la serie Asusta Niños S.A.

Oficio: un monstruo para dominarlos a todos

Son las diez de la noche de un día cualquiera entre semana. Una mujer intenta acostar a su hijo pequeño, que se niega a irse a la cama. Después de aplacar un poco la intempestiva negativa del niño, le arropa entre las sábanas, pero, para asegurarse de que el crío no se levante al rato como ha hecho otras noches, sella su acción con una nana: “Duérmete niño, duérmete ya, que viene el Coco y te comerá”.

La figura de los monstruos infantiles como la del Hombre del Saco o la del Coco, se viene usando desde tiempos remotos para conseguir inculcar en los niños un comportamiento determinado. Así, el Hombre del Saco elude a los pequeños de irse con extraños, mientras que el Coco induce a dormir al infante, antes de que el monstruo acuda a comérselo. Se trata, por ende, de una figura de control y siniestra pedagogía. Pero, la pregunta es: ¿cuál es la procedencia del mito?

Imagen de un monstruo en medio de la carretera, que bien podría ser el coco
Ilustración de un monstruo en medio de la carretera | Shutterstock

Lugar de nacimiento: una leyenda que se extiende hasta los confines de la imaginación

Lo cierto es que la figura del Coco, usada ampliamente en España, no tiene ni un momento ni un lugar de origen concreto. La leyenda se extiende desde mucho más allá de lo que alcanza la imaginación. El historiador del siglo XVII Rodrigo Caro afirmó que las cantinelas de cuna que versan sobre monstruos infantiles vienen ya de la época de griegos y romanos. El poeta romano Persius Flaccus acreditaba su existencia desde el siglo I. Pero, en fin, no se tiene localizado un origen exacto al 100%.

Lo que sí se sabe es cuándo fue su primera aparición escrita en España. En 1445 el poeta Antón de Montoro escribió en su Cancionero “tanto me dieron de poco / que de puro miedo temo / como los niños de cuna / que les dicen ¡cata el Coco!”. Según señalan los antropólogos Alberto del Campo y Fernando C. Ruiz en su artículo Aún viene el Coco. Origen, pervivencia y transformación de un clásico del miedo infantil, entre los siglos XV y XVII el Coco fue una figura ampliamente difundida. Miguel de Cervantes o Francisco de Quevedo están entre los muchos autores que mencionaron a este monstruo en sus escritos.

Ilustración de dos niños atormentados por un monstruo
Ilustración de dos niños atormentados por un monstruo | Shutterstock

Habiendo dejado claro que la fecha del nacimiento de este ser se pierde en el tiempo, para hacernos una idea de su origen cabe preguntarse: ¿Qué fue antes, el monstruo o el fruto? Lo cierto es que etimológicamente, según señalan los antropólogos del Campo y Ruiz, hay muchísimas teorías sobre la procedencia de esta palabra. Vaya, que el Coco sigue haciendo de las suyas. No quiere darse a conocer más de lo estrictamente necesario. Famoso sí, pero reservado.

Asimismo, los etimólogos Carominas y Pascual afirman que “coco fue primero nombre infantil de algunos frutos esféricos europeos, por comparación con los cuales se aplicó luego al fantasma, y luego se bautizó así al fruto del cocotero". En conclusión, primero vino el monstruo y después el coco. ¿Por qué? Pues porque el fruto recordaba a una cara peluda con ojos y boca.

Poder: un boggart que adquiere la misma forma del miedo

Siguiendo con el misterio que envuelve a este asusta niños, el Coco tampoco adquiere una forma física concreta. Para los portugueses es un dragón que se representa cada año en la celebración del Corpus Christi. En Asturias, según señalan en el artículo antes citado los antropólogos del Campo y Ruiz, el Coco adquiere la forma de “un gigantón de ojos como el fuego, boca de espuerta, estómago descomunal, muy peludo y negro como tizón”.

Pintura Goya 'Que viene el Coco'
Pintura de Goya Que viene el Coco | Wikimedia

Los autores apuntan también lo siguiente: “Como el resto de monstruos, este se construye en el dominio de la imaginación y las emociones. De hecho, al Coco se le invoca, no se le describe. A diferencia de lo que ocurre con otros asustaniños, las menciones al Coco son siempre abstractas”.

Vaya, que bien podría compararse al Coco con una especie de boggart, esa criatura del mundo mágico de Harry Potter que adquiere la forma que más asusta a la persona que tiene delante. El poeta García Lorca, siempre atento a la cultura popular, señalaba que “la fuerza mágica del Coco es precisamente su desdibujo. Nunca puede aparecerse aunque ronde las habitaciones”.

Los otros Cocos

Tampoco se sabe en qué lugar apareció primero, pero el Coco habita en el imaginario colectivo de medio mundo, especialmente en los estados de habla hispana. En países latinoamericanos como Argentina, Puerto Rico o Bolivia recibe el nombre de Cuco, mientras que en Brasil se le conoce como la Cuca. En Bulgaria se transforma en el temible Torbalan y en los países nórdicos de Noruega y Dinamarca es el Bussemanden. Asimismo, en Portugal, España o México adquiere el nombre de Coco, un nombre que incluso difiere dependiendo de la provincia en la que estemos. Si hay algo que parecen tener en común las mujeres y hombres de todo el planeta parece ser el ímpetu por dormir a sus pequeños. El Coco lo sabe, y está agradecido.

En una de estas interpretaciones del mito, el Coco pasa a llamarse Huesos Sangrientos. Hablamos de un ser, registrado por el escritor norteamericano John Locke en 1693, cuyo origen se sitúa en Reino Unido y se extiende hasta Estados Unidos. Se dice que esta criatura vive cerca de los estanques. Según la autora de folclore Ruth Tongue, Huesos Sangrientos espera "sentado sobre un montón de huesos roídos que han pertenecido a los niños que dijeron mentiras o palabras malas".

Huesos humanos
Imagen de huesos humanos | Shutterstock

Otro de los nombres por los que se conoce al temible Coco es el de Bogeyman, en este caso, una versión que se cree que procede de Escocia. Del Bogeyman se dice que espera, cual arduo trabajador de Monstruos S.A., detrás de las camas de los niños, siempre dispuestos a saltar sobre su asustadiza presa. El Coco tiene, en fin, una infinita variedad de versiones. Es el Shulley de los monstruos infantiles. El empleado del mes asiduo de las escuelas de criaturas terroríficas.

El Coco en la actualidad

Ha llovido mucho desde aquella primera mención escrita en España al misterioso asusta niños. Aún ha debido llover muchísimo más desde la primera nana que protagonizara. Sin embargo, el mito sigue vivo en todo el mundo. Los autores del Campo y Ruiz concluyen así su artículo: “Nuestro estudio demuestra que los asustaniños tradicionales han seguido haciendo de las suyas en el siglo XX y lo que llevamos del XXI, y que alguno de ellos, caso del Coco, sigue vivo, aun cuando es objeto de actualizaciones bajo nuevas formas imaginarias que provienen de la pantalla televisiva, el cine, los videojuegos e internet, lo que demuestra la sempiterna mezcolanza folclórica de tópicos, personajes, relatos e imágenes”.

Una figura oculta tras una sombra que le acompaña allá donde va se tumba en una cama. Ha sido un largo día. Un desesperado hombre le contrató porque su hijo había pintado las paredes del pasillo de su casa. “Malditos críos”, piensa para sí. El Coco odia a los niños, pero también les quiere. La criatura piensa en la cara de miedo que puso aquel niño después de hacerle una visita por la noche. “No tuve ni que acercarme”, recuerda. Con una sonrisa, el Coco se acuesta con la luz del sol asomando por la ventana. Ha sido una buena noche.