Lanuza, el ave fénix de la despoblación

El caudal que se forma en las aguas del río Gállego a su paso por Lanuza funciona como un reloj. Es el causante del paso del tiempo. Arrastrado por la corriente, se desarrolla cada nuevo capítulo de la historia del enclave. Sobre sus aguas, el curso ejerce de destino.

Comienzan a caer los primeros copos

En los terrenos del Valle de Tena surgió el proyecto de construcción de un pantano en los años 60. Lanuza estaba dentro de los planes para acoger la obra en sus inmediaciones. Y así fue. La creación se llevó a cabo diez años después cambiando para siempre el futuro del pueblo. El pantano recibe su nombre de la denominación del pueblo y se conoce como Pantano de Lanuza.

La población se sitúa en el mapa en el noroeste de la península. En concreto, tanto pueblo como embalse pertenecen a Sallent de Gállego. Este municipio se encuentra en el centro del Pirineo Aragonés, en la provincia de Huesca. Esta ubicación permite que Lanuza esté rodeado de un paisaje admirado por todos los que acuden a él.

Embalse de Lanuza

Durante los meses de invierno la nieve es la actriz principal del reparto. Todo lo que se divisa al horizonte lo llena el color blanco. Es la protagonista debido al emplazamiento y clima frío predominante de la zona. Por todo ello, entre los componentes del paisaje de Lanuza y el embalse se forman glaciares y macizos.

El otoño y la primavera destacan por contar con un paisaje cambiante. El verde de la vegetación del territorio caracteriza la vista que se observa en primavera, color que evoluciona hasta el marrón cuando se adentran los meses que conforman el otoño. En los veranos, de nuevo por su localización, destaca el clima suave. Lanuza es un destino perfecto para todos los que pretenden huir del calor en los meses más calurosos del año.

Todo está blanco

Un paisaje muy diferente es el que se dio a finales de la década de los 70. Ya con las obras finalizadas, los primeros estragos del proyecto se hicieron visibles. Los terrenos de la parte más baja del municipio desaparecieron: se encontraban bajo las aguas que llenaban el nuevo pantano del Alto Gállego.

Entre las hectáreas inundadas se perdió una pequeña parte de la superficie sobre la que se asentaba el pueblo. Pero el verdadero sacrificio se registró en el suelo dedicado a pastos para que se alimentara el ganado y las tierras que empleaban los labradores para el cultivo. A causa de este acontecimiento, el modo de trabajo rural que predominaba en el enclave se pierde. Y con ello, Lanuza.

Lanuza reflejada en el embalse homónimo

Tras el panorama desolador que habitaba en este rincón de Huesca, los vecinos no tuvieron otra alternativa que marcharse del que había sido su hogar. Lo hicieron mirando atrás, porque ninguno de los 150 quería abandonar el pueblo. Aún así, los primeros que emigraron lo hicieron en 1976. Este goteo de gente empaquetando su vida y cerrando para siempre las puertas de su casa duró hasta que se marchó el último habitante el año 1978.

La nieve corta los accesos

El tiempo transcurrió en la región. Todo lo que componía el pueblo a principios de los años 90 eran ruinas. Los tejados estaban completamente hundidos por el peso y por el paso de las estaciones. Los muros y paredes que delimitaban las propiedades también se habían venido abajo. Lo único que se conservaba en alguna de las edificaciones eran las vigas de su estructura.

Casa antigua de Lanuza

No siempre fue así el escenario. El pueblo se componía de casas construidas de piedra. En los tejados, el material predominante era la pizarra en color negro. Y sus ventanas estaban construidas en madera, que le aportaba el característico color a la fachada. El tiempo que separa una escena de otra parece inmenso, pero solo han transcurrido 16 años.

Un suceso cambió el futuro y el panorama del territorio. En mitad del abandono y deterioro de las calles del enclave, se divisó la esperanza. En los 80 se confirmó la noticia de que las aguas del pantano no llegarían a inundar las casas que formaban el pueblo. Por lo único que quedarían cubiertos sus edificios sería por la maleza y los hierbajos nacientes tras el éxodo de sus habitantes.

Aparecen las quitanieves

Tras la novedad y con la esperanza puesta en el futuro, se creó la Asociación de Antiguos Vecinos de Lanuza. Esta agrupación luchó para cumplir el objetivo presente desde que abandonaron sus casas: recuperar los terrenos y levantar de nuevo el pueblo. Para ello, en el año 1992, comenzaron las primeras negociaciones y avances.

La asociación recompra las ruinas de sus viviendas pocos años más tarde y empiezan las labores de reacondicionamiento. Acondicionan el pueblo, eliminando los elementos que representan el paso tan nefasto del paso del tiempo. Ya en materia de construcción, el primer edificio en el que trabajan es la iglesia de San Salvador y continúan por las viejas escuelas.

Vista a la torre de la iglesia de Lanuza

El proceso de recuperación de Lanuza celebró en 2017 su 25 aniversario. En la actualidad, el pueblo está completamente rehabilitado y lo habitan 30 vecinos. Estos vecinos conviven durante todo el año con la otra parte fundamental del éxito del enclave: los turistas. Son miles los visitantes que acuden hasta Lanuza para hacer rutas de senderismo, deportes acuáticos, observar el paisaje a través de los miradores y vivir el folclore del lugar.

Sale el sol

La celebración y acogida de turistas por excelencia del pueblo es el Festival Internacional de las Culturas, Pirineo Sur. El espectáculo se celebra cada verano durante los viernes y sábados de julio desde 1994. Hasta él acuden artistas del panorama musical internacional para hacer disfrutar a los 5000 espectadores que tiene de capacidad el perímetro.

Festival Pirineo Sur. | Web del festival en Facebook

Las noches de verano son testigo de la alegría que invade de nuevo Lanuza. La vuelta de las historias y la vida al pueblo gracias a la celebración del festival son ya claves dentro de la biografía del pueblo. Con esta fiesta no empezó la esperanza, pero sí fue un trampolín hacia el futuro.

Lanuza reflejada en el embalse homónimo

Sobre las aguas del pantano flota la pieza más característica del festival, el escenario. La estructura nada sobre los terrenos que un día formaron parte del pueblo. Es por ello que la construcción que provocó el fin del pueblo, con el tiempo, fue el inicio de su vuelta a la vida. Un símbolo de que el esfuerzo y la lucha han llevado a Lanuza a resurgir de sus ruinas y renacer. Igual que lo hace un ave fénix.