Jánovas, un puente hacia el renacimiento

“En Jánovas ha pasado lo que no ha pasado en ningún sitio, se echó a la gente antes de iniciar las obras del pantano. ¿Por qué molestaba la gente ahí? A día de hoy sería inadmisible que pasara esto, pero en aquella época muchos eran analfabetos y les dijeron que les iba a cambiar la vida a mejor. Siempre nos hemos preguntado, si no iban a hacer el pantano, ¿por qué echaron a la gente?” Es una pregunta que ronda en la cabeza de uno de los nietos de los vecinos a los que expropiaron este trozo de Aragón, Óscar Espinosa.

Parte de nuestros Huesca. En concreto, se encuentra en la cuenca del río Ara, llamada Valle del Ara. Este entorno de origen glacial contiene una fauna y naturaleza que forman parte del ecosistema de montaña del Pirineo. Fue de las primeras zonas en España en ser declarada por la UNESCO Reserva de la Biosfera en el 1977.

Cuenta con un puente considerado monumento. Se trata de uno de los pocos en Europa que conserva parte de su estructura original del siglo XIX. En concreto, cuenta aún con el cableado utilizado en su construcción en 1881. Se encuentra ubicado en la ladera del Valle del Ara, ya mencionado. Justo en ese punto se iba a levantar la presa del pantano que obligaba a los vecinos a marcharse de sus hogares.

Se llega al puente

Río Ara en Huesca
Río Ara cerca de Jánovas. | Shutterstock

Es por este pantano que comienza la lucha de los habitantes del lugar por permanecer allí. La construcción del pantano se aprobó en los años 50. En el Boletín Oficial del Estado apareció publicado el 14 de abril de 1951 que resultaba de utilidad pública. El primer paso hasta llegar a este punto fue dado por José Durán. Solicitó en 1911 los terrenos del Valle del Ara sobre los que se asientan Jánovas, Lavelilla y Lacort.

Pretendía utilizar el paso del río Ara sobre el lugar para la comercialización y producción de energía. La empresa Hidroeléctrica encargada de la construcción tenía hasta el 1971 para ejecutar las obras. Por ello, en los años 60 comenzó la verdadera batalla para los lugareños. Es en esta década cuando el pueblo pasó por su etapa más dura, la expropiación de los terrenos.

Puente de Jánovas antiguamente
Puente de Jánovas antiguamente. | janovas.org

Los vecinos que encontraron un nuevo lugar vendieron sus hogares y tierras, se marcharon de Jánovas. Una decisión forzada bajo todo tipo de coacciones por parte de la empresa propietaria de los terrenos. Entre las más duras destacan las detonaciones con dinamita para derribar las casas vacías. Lo hacen sin avisar previamente, para que sea desprevenido. Entre el caos de las explosiones, los habitantes huyeron aterrorizados a refugiarse de los elementos que sobrevolaban sus cabezas.

Se reventaron tres viviendas en este periodo de tiempo. Casa Sarrete, Casa Cahaquis y Casa Marité quedaron reducidos a simples escombros tras aplicarse la dinamita. El objetivo no era otro que el de sembrar el miedo entre los vecinos, largarles definitivamente de sus hogares, para obtener los terrenos y comenzar la obra.

Con la mayoría lo consiguieron. Óscar recuerda la situación de su familia, que como muchas otras, tuvo que abandonar sus raíces. “Yo a mi abuelo no lo llegué a conocer, pero me han contando, que como el resto de los vecinos de Jánovas, se resistía a irse. Se marcharon tras la expropiación a Barcelona y no duró ni un año. Como muchos abuelos de Jánovas, pues de pena murió”.

Jánovas en el pasado
Jánovas en el pasado. | janovas.org

Se cruza el puente

Pese a las presiones, son dos las familias que en los años 80 no habían abandonado el pueblo. Los únicos vecinos de Jánovas. María Pueyo, desde 1969, solo visitaba el lugar en verano para pasar las vacaciones. Se marchó también a Barcelona ese año tras enviudar. Antonio, su marido, fue el último vecino en fallecer en esta población de Huesca. A diferencia del resto de sus vecinos y familiares, no pudo hacer la misa y el entierro en el lugar en el que adquirió la vida. El cementerio y la iglesia ya habían sido expropiados.

La otra familia que habitaba el pueblo en los 80 son los Garcés. Emilio y Paca conformaban un matrimonio humilde, sin recursos para poder abandonar el pueblo y buscarse un nuevo futuro. Él, zapatero de profesión, dejó de recibir ingresos cuando los vecinos se fueron de Jánovas. Comenzó así a trabajar para Patrimonio Forestal del Estado. Les ofrecieron en alguna ocasión el traslado a otro lugar. Sin confianza en la propuesta, ambos siguieron en sus trece. No abandonarían su verdadero hogar.

Puente decimonónico sobre el río Ara en Jánovas
Puente decimonónico sobre el río Ara en Jánovas. | Shutterstock

Al menos, no lo hicieron hasta 1984. Se trasladaron entonces a Campodarbe, pero allí sólo encontraron una casa vieja, casi en ruinas, y tierra yerma. Arrepentidos, retornaron a Jánovas, pero su antigua casa ya es inhabitable. La empresa hidroeléctrica se encargó de dejarla en esas condiciones para que nunca pudieran dar marcha atrás.

En Campodarbe repararon su vivienda, convirtiéndola en su residencia permanente. “La familia Garcés se han convertido en un ejemplo de lucha, de decencia por la dignidad. Emilio y Paca son un símbolo para nosotros, porque son los que realmente aguantaron”, manifiesta Espinosa.

Se llega a la otra orilla

El secretario del Ministerio de Medio Ambiente, Juan Luis Muriel, firmó la declaración negativa de impacto medioambiental. Lo hizo en el año 2000 tras los informes de los trabajadores que acudieron a estudiar y conocer el estado del terreno. Pese a la negativa del resultado, no fue hasta el 10 de febrero de 2001 cuando sale publicado de forma oficial en el Boletín Oficial del Estado, tras presiones para que modifiquen el dictamen.

Para 2003 caducaron las licencias de construcción del pantano y un par de años más tarde se denegó la urbanización por la Ley modificadora del Plan Hidrológico Nacional. Comienza de esta forma, de nuevo, la batalla de los vecinos de Jánovas. En 2006 la propia asociación de vecinos afectados que crearon los familiares de los janovasinos presentó una reclamación ante el Ministerio de Medio Ambiente. Reclamaban por los daños provocados en los últimos 60 años.

Restos del caserío de Jánovas
Restos del caserío de Jánovas. | Shutterstock

El pantano jamás se llegó a construir y solicitaron la reversión de las viviendas que le arrebataron a sus familia en la década de los 60. Bueno, lo que solicitan son los terrenos, porque de las casas solo quedan ya ruinas. La petición se dispone en 2008, pero se alargan los trámites y no se resuelve el primer caso hasta 2011. Los siguientes, en 2013.

Como reivindicación del pueblo por la tardanza de las concesiones, se comenzó a construir en 2012 la escuela. “Es más complicado porque son inversiones privadas. Aunque entre todos los vecinos de Jánovas nos ayudamos mucho. Empezamos con la escuela y estuvimos años. La hicimos a base de finde de semanas en las que los vecinos trabajamos ahí”, afirma Espinosa.

De nuevo en Jánovas

Tras largos encuentros y deliberaciones de las familias con la empresa de energía eléctrica, los vecinos lograron recuperar los terrenos. Eso sí, previo pago de las tarifas acordadas con la empresa. Un acto que no gusta a algunos vecinos, que solicitaron la devolución gratuita.

Una vez recuperadas las parcelas, en 2015 se iniciaron las primeras reconstrucciones de los terrenos. De nuevo la financiación es privada, es decir, son los propios familiares los que asumen el gasto del levantamiento de sus viviendas. Únicamente reciben dinero del Gobierno de Aragón para el acondicionamiento del monte y los caminos de acceso.

Actualmente los suministros básicos necesarios para vivir están ya disponibles en Jánovas. Se ha instalado el cableado subterráneo que lo facilita. Pese a ello, todavía no hay ningún vecino que habite el lugar. El pueblo se encuentra en construcción e irá teniendo habitantes según se termine el levantamiento de las casas de nuevo.

Puente de Jánovas
Puente de Jánovas. | Shutterstock

La lucha marcha ya por la tercera generación, la de los nietos. Confían en su pronta repoblación. Atisban en los jóvenes ganas y disposición de volver al mundo rural. Para los vecinos más veteranos es un sinónimo de esperanza y felicidad. Ven muy próximo el final de tantos años de batalla. Habrán conseguido hacer honor de la causa por la que tanto pelearon sus familiares.

“Lo que diferencia a Jánovas de otros pueblos es que siempre hemos permanecido todos unidos porque hemos sufrido lo mismo. Los vecinos nunca han dejado de ir allí aunque el pueblo estuviera en ruinas. Estamos representando la lucha que han tenido todos nuestros antepasados. Por respeto a todos, que menos que recuperar y levantar el pueblo otra vez” declara Óscar Espinosa en representación de la tercera generación. Ya se ha cruzado el puente. Los vecinos y Jánovas no reblan.