La línea inestable: el caso de Ceuta y Melilla

Este nuevo episodio seguramente sea el más relevante en la actualidad. El caso de Ceuta y Melilla, que cierra la Raya, con esa normalidad tan grande que a veces confunde a sus habitantes. O que la frontera con Francia, en su mayor parte pirenaica y con ejemplos de amistad desde hace siglos. Ya se habló en el anterior episodio. Entre Francia y España, entre los habitantes de ambos lados de la frontera, se extiende el tratado en activo más antiguo del continente. La Raya es, por su parte, la frontera de más antigüedad. Son espacios estables. El caso de Ceuta y Melilla, las dos únicas ciudades europeas en África, es diferente. Para comprenderlo hay que empezar por conocer su historia.

La ciudad que quiso ser española

Ceuta
Ceuta. | Shutterstock

Fueron los fenicios quienes, en el siglo VII a.C., fundaron la ciudad de Ceuta bajo el nombre de Abyla. Pasaría por diferentes manos en los siglos posteriores, concretamente romanas, visigodas y musulmanas. Pero el momento clave que aquí interesa llegó a comienzos del siglo XV, cuando el reino de Portugal ocupó la ciudad.

Ceuta vivió bajo dominio luso desde 1415, pero no hay que olvidar que desde 1580, Portugal y España quedaron bajo el amparo de una misma corona. Con Felipe II, Felipe I en Portugal, se cumplió el llamado sueño ibérico. Duró cien años y fue lo que realmente desembocó en la situación actual. Ceuta siempre será conocida por ser la ciudad que, llegado el momento de decidir, eligió ser española. Cuando a mediados del siglo XVII se certificó la separación de ambos reinos, con España reconociendo a Portugal como un estado independiente, Ceuta decidió que entre uno y otro prefería irse con España. Por ello fue honrada con el título de Muy Noble y Siempre Leal Ciudad.

En cuanto al espacio ocupado, como explica Juan B. Vilar en La frontera de Ceuta con Marruecos: Orígenes y conformación actual, “durante la etapa lusitana (1415-1656) el vasto perímetro medieval de la Ceuta musulmana se contrae al estrecho istmo de comunicación de la península de Almina con el continente, espacio cubierto por unas 500 casas, para así asegurar su más fácil defensa. Más allá de la Muralla Real y su foso, hacia el Campo exterior, tardíamente fue construida una línea de trincheras y parapetos inmediatos a la plaza, como a un tiro de piedra de ésta, para mejor defensa de la misma. En adelante, y hasta bien entrado el siglo XIX, a Ceuta no le cupo otra posibilidad de expansión que en la pequeña península por ella controlada, tierra de pastos una vez desforestada, y en donde no tardaría en surgir un populoso arrabal. Pero por largo tiempo la plaza lusitana se vería reducida a angosto reducto instalado en el istmo, siempre a la defensiva y en permanente estado de alerta”.

La tensión con Marruecos dio lugar a episodios tan impactantes como un asedio que duró 33 años, de 1694 a 1727. En 1767 se firmó un tratado hispano-marroquí de paz y comercio que precisamente tenía como asunto complejo la delimitación del espacio de las plazas españolas en África. Firmarlo significaba reconocer un dominio español que no era tan sencillo de aceptar. Por entonces, Ceuta necesitaba expandirse hacia el continente, pues todo su espacio empezaba a quedar cubierto de viviendas. Así lo hizo. El tratado se firmó, pero según la versión marroquí la concesión de ese territorio tuvo un carácter provisional y fue hecha en usufructo, que no en propiedad. Así que el lío podía montarse en cualquier momento.

De hecho se montó. Un nuevo asedio marroquí fue rechazado entre 1790 y 1791. Asimismo, el territorio fue invadido en 1837 bajo el pretexto de esa temporalidad firmada. En 1844 se trató de establecer un nuevo acuerdo que diseñaba una frontera marcada por el discurrir del Fez y el Cañaveral. Pero tan solo quince años más tarde se dio una importante crisis. La llamada Guerra de África de 1859 duró cuatro meses y causó muertos en uno y otro bando. Concluyó en 1860 con el tratado de Wad-Ras que trajo una ligera ampliación del territorio de la ciudad hasta la línea del Serrallo, la ladera septentrional de Sierra Bullones y la bahía de Benzú. Esta es la frontera que se ha mantenido hasta la actualidad, lo que no significa en ningún caso que esté aceptada con agrado.

La ciudad que revivió el imperio

Melilla
Melilla. | Shutterstock

El caso de Melilla no es excesivamente diferente. Fundada también por los fenicios, al parecer fueron los berberiscos quienes la nombraron Mlila. Permaneció, sin embargo, más o menos abandonada hasta el siglo X, cuando fue colonizada por una flota mandada desde Málaga por Abderramán III. Con el fin del Califato de Córdoba y en ese tiempo de pequeños reinos independientes, Melilla se convirtió en una taifa más.

Su situación cambió a finales del siglo XV, cuando los Reyes Católicos andaban culminando la conquista de la península y ponían su mirada más allá de la obligada frontera marítima. Aunque la situación de Melilla por entonces no era especialmente atractiva, Juan Alonso Pérez de Guzmán, III duque de Medina Sidonia, se ofreció a tomar el territorio para los monarcas. Estos costearon los costes de la expedición y, con Pedro de Estopiñán y Virués al mando, la armada del duque desembarcó en Melilla en septiembre de 1497. A pesar de que había asentamientos musulmanes en torno a la ciudad, esta se encontraba prácticamente en ruinas , deshabitada, y todo lo que hubo que hacer fue levantarla de nuevo. Las fronteras se constituyeron, así, a partir de una muralla alzada con este propósito: delimitar el territorio frente a los musulmanes.

Entre finales del siglo XV y mediados del XVI se construyeron fuertes para defender la ciudad de los ataques. La mayoría se perdieron antes de que concluyera esa última centuria, a consecuencia de las ofensivas musulmanas. El mencionado tratado de paz y comercio con Marruecos, firmado en 1767, quizá suavizó las relaciones, pero no pasarían muchos años hasta que desde Argelia se lanzasen a la conquista. Fracasaron y se retiraron, en 1775, quedando Melilla como estaba, pero más debilitada.

Tras la Guerra de África, como ya se ha explicado en el caso de Ceuta, España y Marruecos firmaron el tratado de Wad-Ras. Esto afectaba a Melilla porque se delimitó su frontera con el territorio marroquí. También quedaron establecidas la del peñón de Alhucemas y la del peñón de Vélez de la Gomera, la frontera más pequeña del mundo, y. La ciudad autónoma conseguía mediante este tratado aumentar su perímetro fuera del núcleo fortificado por los españoles y expandirse, también ligeramente, hacia el continente.

Si se compara el caso de Ceuta con el de Melilla, la frontera en el caso de la primera se siente mucho más natural, demarcada por esa península que se adentra en el mar. La de Melilla parece mucho más arbitraria, caprichosa. Nada más lejos de la realidad: su límite definitivo se estableció un 14 de junio de 1862 a partir de dos disparos de cañón. Allí donde cayese el proyectil terminaba Melilla y empezaba Marruecos.

Entre dos culturas

Frontera entre Ceuta y Marruecos
Frontera entre Ceuta y Marruecos. | Shutterstock

La frontera que separa Marruecos tanto de Ceuta como de Melilla parece vivir dos realidades contradictorias entre sí. Por un lado, es la más invisible de cuantas hemos repasado aquí, en tanto que las dos culturas que habitan uno y otro lado de la frontera se han mezclado, en muchos sentidos, hasta ser una. Los musulmanes residentes en Ceuta constituyen casi la mitad de la población, con el dariya como lengua materna. Otro tanto sucede con Melilla, donde se habla el tamazight tanto como el castellano.

Por otro lado, y al mismo tiempo, es la frontera más dura. La continua crisis migratoria y el cruce masivo de personas ha dado lugar a episodios de violencia. En muchos momentos, al margen de lo humanitario que es siempre lo más importante, han devenido en crisis de estado. Y en el replanteamiento de esas fronteras, el tema que aquí ocupa. Ambas son fronteras inestables, cuyos enfrentamientos afectan a la propia convivencia de culturas y en las que nunca parece haberse dicho la última palabra.