La Raya (II): una línea invisible en un espacio común

La historia de La Raya, la primera de las fronteras protagonistas de esta serie, es dilatada y compleja, por eso un único episodio no basta para comprender la manera en la que ha determinado los territorios que recorre y divide. Apenas pudo avanzarse hasta la Edad Media en el anterior, cuando todavía las diferentes poblaciones pasaban de un país a otro como quien se intercambia objetos sin valor. También se asistió al nacimiento de espacios como el Couto Mixto, que terminaron por no ser España ni Portugal, sino todo a la vez. Esto podría aplicarse a otros rincones de esa línea invisible.

Con el paso de los siglos se fueron definiendo, a trompicones y poco a poco, los límites de uno y otro Estado. Al menos en los mapas, pues habría que preguntar a los habitantes de siglos pasados cómo sentían realmente ese trazado. Si tenía un valor real o no. Tan próximos estaban que hubo quien quiso que esta cercanía creciera y tuvo un sueño: la Península Ibérica unida bajo una misma monarquía. A partir de esta idea puede comenzar el nuevo episodio.

El gran sueño ibérico

Castillo medieval en San Felices de los Gallegos
Castillo medieval en San Felices de los Gallegos. | Shutterstock

Durante aquellos siglos medievales, no faltó quien deseaba la formación de un único reino ibérico que abarcara todas las coronas de España así como el reino de Portugal. Tal es el caso del ambicioso Juan I de Castilla, que intentó hacerse con el control del país vecino a finales del siglo XIV, en una operación que terminó tremendamente mal para sus propósitos. Con su descalabro facilitó la llegada de la dinastía Avis a la corona de Portugal y esta gobernó durante largo tiempo sin mayores dificultades.

También los Reyes Católicos soñaron grande. Isabel, la hija mayor, se casó con dos príncipes portugueses con este objetivo. Durante un cierto periodo de tiempo dio la impresión de que sería la reina que conseguiría gobernar en toda la península. Pero falleció pronto, así como su primer y único hijo varón. Una vez más, el sueño se perdió.

Fue con el imperio de Felipe II cuando finalmente se hizo realidad. En 1578, el rey Prudente reclamó sus derechos dinásticos sobre Portugal, tras la muerte sin herederos de Sebastián I de Avís. Fue coronado como Felipe I en 1581 contando con la aprobación de las Cortes de Tomar. Sin embargo, una parte de la sociedad portuguesa, liderada por el Prior de Crato, se rebeló contra lo que consideraban una invasión. Así que el monarca español estableció una serie de principios con los que contentar al pueblo portugués y ganarse algunos apoyos. Por ejemplo, respetar las Cortes, nombrar únicamente a lugareños en el cargo de virreyes y no movilizar el ejército español en las calles lusas.

Felipe III de España, II en Portugal, y Felipe IV, III en Portugal, continuaron el legado, pero este último no pudo dejar en herencia el reino. De hecho, lo perdió. Tuvo que hacer frente a la revolución de Juan de Braganza que, cansado del dominio español, se levantó en armas con ayuda de la nobleza, el clero y el pueblo. Fue coronado Juan IV de Portugal y no descansó hasta expulsar a las tropas españolas de lo que siempre habían considerado un país al margen de España.

Los últimos conflictos

Llegada a Tourem, localidad portuguesa con la que Couto Mixto estaba conectada
Llegada a Tourem, localidad portuguesa con la que Couto Mixto estaba conectada. | Shutterstock

El Tratado de Lisboa de 1668 determinó el fin de la guerra de Restauración portuguesa y certificó que España reconocía a este como un reino independiente de la corona española. El gran sueño ibérico moría y La Raya que hoy se conoce quedaba, más o menos, definida.

La Guerra de las Naranjas fue la última gran disputa entre ambos países. A comienzos del siglo XIX, un ejército español comandado por Godoy ocupó una docena de poblaciones portuguesas, entre ellas Olivenza. Este conflicto apenas duró veinte días, pero con la firma del tratado de paz, la localidad pasó definitivamente a manos españolas, un hecho que todavía hoy se discute. Por otro lado, las particularidades del Couto Mixto, ese estado que no era ni gallego ni portugués, quedaron resueltas años más tarde con la firma del Tratado de Lisboa de 1864. También pasó a ser español, integrándose en la comunidad gallega.

Este fue el último de los acuerdos firmados para concretar La Raya. Desde entonces, la frontera entre España y Portugal no ha sufrido modificaciones en un sentido político. Las peculiaridades, las anécdotas y los pequeños conflictos, sin embargo, se cuentan por decenas.

Un espacio compartido

Da la sensación de que todo lo anterior, sin embargo, no ha tenido demasiada influencia en el día a día de los habitantes de la Raya. Su realidad es la simple convivencia en un mismo espacio independientemente de que pertenezcan a España, Portugal, ambas o ninguna. Las ambiciones políticas y los deseos de los monarcas solo han afectado en tanto que los ejércitos se pudiesen presentar en la puerta de sus casas, esperando conquistar un territorio por lo general alejado de los núcleos de poder.

Las relaciones establecidas entre personas que viven en uno y otro lado tuvo quizá su momento culminante durante las dictaduras de ambos países. Fue entonces cuando surgieron los contrabandistas y con ellos el compañerismo casi incondicional entre vecinos. Estas figuras han sido romantizadas en los últimos años, pero lo cierto es que no fueron otra cosa que supervivientes que se jugaron la vida con el contrabando de productos necesarios. Especialmente importante fue el estraperlo de café, pero había de todo: medicamentos, azúcar, ropa… Actuaban durante la noche y tenían sus códigos. Puertas abiertas para todo aquel que lo necesitara o avisos secretos cuando se acercaba una patrulla de la Guardia Civil. Fue un submundo que estuvo en funcionamiento durante años atravesando esta línea invisible.

Cañones en el fuerte de Santa Luzia, cerca de Elvas
Cañones en el fuerte de Santa Luzia, cerca de Elvas. | Shutterstock

Apenas un puente de siete kilómetros separa Zarza de Salvaterra do Extremo, en el lado portugués. Cada agosto, ambos pueblos reviven la ruta que realizaban los contrabandistas de la zona, a modo de recuerdo y homenaje. Es solo un ejemplo de muchos. Son poblaciones que comparten una historia, una cultura y una manera de mirar al mundo. Claro que también están ahí las huellas de tantos siglos de enfrentamientos. En Elvas, los cañones de su castillo siguen apuntando hacia España, pero no es otra cosa que un símbolo que permanece.

Las guerras terminaron hace siglos y la enemistad solo es fingida. O quizá real, pero en ese caso llega dada por las rencillas de quien comparte un día a día, al margen de la pertenencia a España o Portugal. Los vecinos de los pueblos a uno y otro lado de la Raya son solamente eso: vecinos.